La escalada de la crueldad, la nueva estrategia de los regímenes árabes impunes
PARÍS.- "La muerte de un hombre es una tragedia. La muerte de un millón es una estadística", afirmaba Stalin. Con escasas diferencias en las cifras y a juzgar por la escalada de crueldad desatada contra sus adversarios, ésa es la filosofía que parecen haber adoptado en los últimos días algunos regímenes árabes. Comenzando por Siria y Egipto.
Entre 120 y 1400 personas murieron ayer en Siria, probablemente víctimas de armas químicas. En Egipto, cerca de 900 personas perdieron la vida desde el 14 de agosto en la feroz represión desencadenada por los militares en su intento de desmantelar dos campamentos de islamistas, seguidores del derrocado presidente Mohammed Morsi.
Cada caso, es verdad, debe ser analizado en forma separada. Las situaciones, las causas del conflicto y los balances no se asemejan. Pero la escalada de la crueldad, sí. En ese terreno, los pueblos árabes vivieron este año un triste Ramadán -usualmente sinónimo de fiesta-, signado por la sangre.
La situación siria es la más inquietante. Si la información se confirma, si es cierto que 1400 personas murieron ayer "gaseadas" en Damasco, se trataría del peor ataque con armas químicas del mundo, después del ocurrido en Halabja, en 1988, durante la guerra entre Irán e Irak. Aquella agresión provocó miles de víctimas fatales entre la población kurda de esa ciudad.
"Éste no es el primer ataque con armas químicas lanzado por el régimen de Bashar al-Assad", dijo ayer, en Estambul, George Sabra, líder de la oposición y presidente del Consejo Nacional Sirio. "Pero este episodio marca un giro en la estrategia del régimen. Esta vez se trata de aniquilamiento, no de terror", sentenció.
Desde el comienzo del conflicto, en marzo de 2011, más de 100.000 personas perdieron la vida en Siria. Lo que comenzó como una insurrección popular, terminó transformándose en una guerra civil que se vuelve cada vez más feroz.
La situación en Egipto es igualmente violenta y, por el momento, sin perspectivas de mejorar. Los militares parecen haber decidido "borrar del mapa" a los islamistas de los Hermanos Musulmanes. Cada día que pasa, deja su lote de muertos, arrestados y perseguidos.
"Egipto se encamina hacia una catástrofe nacional. Los actores del conflicto son incapaces de aceptar un compromiso político", estima Sophie Pommier, directora de cátedra en el Instituto de Ciencias Políticas de París. En verdad, no es que los militares egipcios sean "incapaces" de aceptar ese compromiso: es que simplemente no quieren.
Lo mismo se puede decir de Bashar al-Assad: "Nadie puede ganar en Siria. Al-Assad podría sobrevivir a mediano plazo y espera que sus enemigos se debiliten hasta ser incapaces de ganar la guerra. Pero esa opción lleva a un callejón sin salida", dice Emile Hoyakem, autor de un libro sobre la sublevación siria.
Los dos regímenes, en todo caso, parecen haber optado por el terror. Y la impunidad. El problema es que, ante la estrategia del terror y la impunidad, Occidente parece totalmente incapaz de hallar una solución.
Pese a las condenas, es poco probable que Estados Unidos suspenda los 1300 millones anuales de ayuda militar a Egipto. Los europeos tampoco congelarían su asistencia, aunque hayan cancelado las licencias de exportación para material militar.
"Reducir esa ayuda no tendría ninguna utilidad. Los militares egipcios están convencidos de que libran un combate a muerte para proteger la nación", afirma Jeffrey Martini, analista de Rand Corporation.
En el caso de Siria, la situación es todavía peor. "Estados Unidos y sus aliados europeos no cuentan con la potencia militar necesaria para poner fin a la efusión de sangre en Siria. Sin hablar de la resistencia de sus respectivas opiniones públicas", afirma George Friedman, presidente de la consultora Stratfor. "Si lo intentaran, terminarían siendo responsables de un mayor número de muertos, sin que ninguno de los objetivos estratégicos que se fijaron haya sido alcanzado", asegura.
En esas condiciones, nadie duda de que la crueldad seguirá azotando esos dos países por mucho tiempo más. Según Emile Hokayen, "serán necesarios años, tal vez décadas, para que la cultura política del mundo árabe reconozca que los mecanismos de la democracia solos no bastan. Que es necesario incorporar los valores de tolerancia y de inclusión para vivir en libertad".
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