CARACAS.- La semana pasada, en cuanto empezó a circular la foto de una beba venezolana la reacción fue casi instantánea. Anailin Nava tiene dos años, pero la desnutrición y las enfermedades no tratadas frenaron su desarrollo y su cuerpo parece el de una beba más chica. Ahora se pasa el día acostada boca arriba en la precaria casilla de su familia.
La foto de Anailin publicada en un artículo del diario norteamericano The New york Times sobre el colapso económico en Venezuela hizo que muchos lectores tuvieran un mismo impulso: aunque sería difícil ayudar a todo un país a salir de su prolongada crisis humanitaria, seguramente podrían hacer algo por esa niñita.
Y este domingo, la ayuda empezó a llegar. La escasez de combustible tiene paralizada a gran parte de Venezuela, pero Fabiola Molero, una enfermera católica de la agrupación Cáritas, armó un bolso con una balanza y suplementos nutricionales, leche y alimentos para 15 días, y viajó a dedo desde la ciudad occidental de Maracaibo hasta la Isla de Toas, donde vive Anailin.
Molero trabajó como enfermera en hospitales públicos durante 20 años, pero hace tres renunció y se convirtió en voluntaria de Cáritas, para luchar contra el hambre que está devastando a su país.
"Trabajaba en un hospital, pero renuncié porque no soportaba que los niños se me murieran en los brazos por falta de comida", dice Molero. El domingo, cuando se lanzó a la ruta, su objetivo era ayudar a Anailin, y también evaluar el estado en que se encontraban otros niños de su comunidad.
El estado de Zulia, al que pertenece Toas, ha sido particularmente afectado por el derrumbe económico de Venezuela. El tráfico entre la isla y el continente quedó prácticamente cortado cuando los botes que servían de transporte público no pudieron ser reparados por falta de repuestos.
Cada cinco meses, llegan a la isla los bolsones de alimentos subsidiados por el gobierno, pero no duran ni una semana, según Maibeli Nava, madre de Anailin, y otros vecinos del lugar.
Molero dice que el caso de Anailin es de los peores que ha visto. La familia solía poder alimentarla apenas una vez al día, y a veces solo con un poco de arroz o de maíz.
Al severo caso de desnutrición de Anailin se le suma una enfermedad neurológica genética que le causa convulsiones, problemas musculares y digestivos, según la enfermera Molero.
Anailin pesa la mitad de lo que debería y está demasiado débil para ser trasladada, dice Molero, pero podría ser tratada en su casa hasta que recupere fuerzas para visitar a un neurólogo.
"Mi beba estaba desmejorando y ya estaba muy mal", dice Maibeli, la madre. "Pensé que se iba a morir. Ya ni me daba la mano cuando intentaba jugar con ella.
Tras la llegada de la enfermera y de los alimentos, el cambio fue inmediato, dice Maibeli. "Ahora está alegre." Y agrega: "Mis vecinos se están muriendo por falta de comida".
La crisis económica de Venezuela ha dejado a la isla sin suministros médicos, a pesar de contar con dos hospitales y tres centros de atención primaria. Toas supo ser un destino turístico, pero el deterioro de la situación económica y de la infraestructura del país hace que la isla sufra frecuentes y prolongados apagones de luz y caídas del servicio de telefonía celular.
"Estoy preocupada porque hay muchas mujeres embarazadas y el hospital no está funcionando", dice Molero. De los 26 niños evaluados la enfermera, 10 estaban desnutridos. Casi todos tenían erupciones y abscesos en la piel debido a la mala calidad del agua: la planta de desalinización de la isla está parada desde hace años.
"El estado de nuestros niños empeora día a día", dice la enfermera de 43 años. Otros voluntarios que trabajan con ella están planeando una visita a la isla para llevar suplementos nutricionales y evaluar a otros 40 chicos.
Molero dice que lo peor para esos chicos es la escasez de productos lácteos, que solían llegar desde el continente. Ante la falta de leche, las familias más vulnerables recurren a la harina de plátano para alimentar a los bebés.
La enfermera agrega que la escasez de combustible termina de dificultar el envío de ayuda."Acá se hace todo a pulmón, porque casi no tenemos nada", dice Molero.
Traducción de Jaime Arrambide
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