La encrucijada de Kim tras una década al mando de Corea del Norte
El país se encuentra en una convergencia de asfixiantes sanciones económicas internacionales, el auge de la pandemia y crecientes problemas económicos
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SEÚL.- Demasiado joven, demasiado débil, demasiado inexperto. Desde que tomó el poder tras la súbita muerte de su padre, hace exactamente diez años, Kim Jong-un despejó esas dudas generalizadas que suscitaron sus primeros intentos por prolongar el brutal gobierno de su dinastía familiar en Corea del Norte.
Las predicciones iniciales hablaban de una regencia, de un gobierno colegiado o de un golpe militar, pero esas hipótesis quedaron sepultadas bajo centenares de ejecuciones sumarias y purgas de miembros de la vieja guardia y de su propia familia. Esa despiadada acumulación de poder, sumada a una personalidad avasallante fabricada y envasada cuidadosamente como arma de propaganda televisiva, le permitieron dejar en claro que su autoridad era absoluta.
Pero el próximo viernes, cuando el dictador “millennial” de Corea del Norte cumpla una década en el poder, tal vez lo haga en el peor momento desde que asumió, por una convergencia de asfixiantes sanciones económicas internacionales, el auge de la pandemia y crecientes problemas económicos. Lo cierto es que si Kim no logra cumplir sus promesas públicas de construir armas nucleares y al mismo tiempo resucitar la economía moribunda de su país -algo que muchos expertos consideran imposible- su prolongado gobierno puede tambalearse.
El magro crecimiento económico que logró Kim durante varios años gracias a las exportaciones y a sus reformas promercado quedó trunco en 2016 por el recrudecimiento de las sanciones internacionales, cuando Kim aceleró su programa de armas nucleares y de misiles que apuntan a Estados Unidos y sus aliados en Asia.
Después de ser el centro de atención mundial en sus reuniones cumbre con el expresidente norteamericano Donald Trump, en 2018 y 2019, ahora Kim está atrapado en casa, donde tiene que lidiar con un deterioro económico agravado por los cierres de fronteras de la pandemia.
Las negociaciones con Washington están estancadas desde hace más de dos años, cuando no logró arrancarle un alivio de las sanciones a Trump. Y el gobierno del presidente Biden no parece tener el menor apuro en llegar a un acuerdo, a menos que Kim demuestre su voluntad de reducir el programa de armas nucleares, una “espada” que atesora como su máxima garantía de supervivencia.
Objetivos simultáneos
Aunque sigue firme al mando del país, resulta cada vez más improbable que Kim logre sus objetivos simultáneos de avanzar con las armas nucleares y llevar prosperidad a su empobrecida población. Kim se propuso esas metas en su primer discurso público como líder máximo a principios de 2012, con la promesa de que los norcoreanos “nunca más tendrán que apretarse el cinturón”.
Su manejo de la economía en los próximos años podría ser determinante para la estabilidad a largo plazo de su gobierno y hasta para el futuro de la dinastía familiar, dice Park Won-gon, profesor de estudios norcoreanos de la Universidad de Mujeres Ewha, Seúl.
“El programa de armas nucleares, la economía y la estabilidad del régimen están interconectados. Si no se resuelve el problema nuclear, la economía no mejorará, y eso abriría la puerta a la confusión y la inestabilidad en la sociedad de Corea del Norte”, dice Park.
Para reconstruir la economía de su país -que también fue diezmada por décadas de mala gestión y fuerte gasto militar- Kim necesita desesperadamente el levantamiento de las sanciones de Estados Unidos y sus aliados.
Pero a menos que Kim tome medidas concretas tendientes a la desnuclearización, no puede esperar mucha comprensión de Estados Unidos. Ni siquiera Trump, que buscó activamente una reunión con Kim, mostró interés en ceder en las sanciones, y es improbable que Kim vuelva a cruzarse con otro mandatario norteamericano tan dispuesto a comprometerse con Corea del Norte como lo estaba el expresidente.
Esos esfuerzos diplomáticos se vinieron abajo tras su segunda cumbre, en febrero de 2019, cuando los estadounidenses rechazaron la demanda de Corea del Norte de un levantamiento importante de las sanciones a cambio del desmantelamiento de una vieja instalación nuclear, una renuncia parcial a su capacidad nuclear.
Las partes no se han vuelto a reunir, al menos públicamente, desde un fallido encuentro de seguimiento entre funcionarios de segunda línea octubre de aquel año. Dos meses después, durante una conferencia su país, Kim prometió expandir aún más su arsenal nuclear frente a la “presión mafiosa” de Estados Unidos, y aprovechó para instar a su pueblo a no aflojar en la lucha por la autosuficiencia económica.
Parálisis
Pero la pandemia global complicó algunos de los principales objetivos económicos de Kim, ya que obligó al país a un bloqueo autoimpuesto que paralizó su intercambio comercial con China, su único gran aliado y su principal salvavidas económico.
La agencia de inteligencia de Corea del Sur informó recientemente a los legisladores de ese país que durante el último año el comercio anual de Corea del Norte con China se redujo a solo 185 millones de dólares, apenas un tercio del intercambio de años anteriores. Según ese mismo informe, los funcionarios norcoreanos estarían alarmados por la escasez de alimentos, el aumento de los precios de los productos básicos y la falta de medicamentos y otros suministros esenciales, que aceleraron la propagación de enfermedades transmitidas por el agua, como la fiebre tifoidea.
Las conversaciones con Estados Unidos están en el limbo. Con su retirada de Afganistán, el gobierno de Biden buscó subrayar un amplio cambio de enfoque de Estados Unidos frente al terrorismo y los llamados “Estados canallas” o “díscolos” como Corea del Norte e Irán. Ahora, la mira norteamericana está puesta en China.
“Pase lo que pase, Corea del Norte no va a renunciar a sus armas nucleares”, dice Andrei Lankov, profesor de la Universidad Kookmin de Seúl. “El único tema que están dispuestos a discutir no es la quimera de la desnuclearización, sino más bien cuestiones relacionadas con el control de armas”.
A Kim, sin embargo, el enfrentamiento Washington-Pekín podría beneficiarlo, ya que hace aumentar el valor estratégico que Corea del Norte tiene para China, señala Lankov. China está muy dispuesta a mantener a flote a Corea del Norte con el envío de más alimentos, combustible y demás ayuda, y eso reduce la presión que sufre Kim para negociar con Estados Unidos.
“En vez de crecimiento, Corea del Norte tendrá un estancamiento, pero no una crisis aguda”, dice Lankov. “Y para Kim Jong-un y su élite, esa es una concesión aceptable.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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