La elección de Madrid se convierte en un terremoto para Sánchez y la política nacional española
Díaz Ayuso arrasó con el PP y gana más escaños que toda la izquierda junta; el PSOE se debilita; Iglesias renuncia y Ciudadanos pierde la representación en el Congreso
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MADRID.- Pocas veces unas elecciones regionales españolas habían tenido una repercusión tan grande a nivel estatal o incluso internacional como las celebradas ayer en la Comunidad de Madrid. Como si Isabel Díaz Ayuso fuera ya lideresa in pectore de la derecha española y no una presidenta autonómica, incluso recibió ayer felicitaciones del extranjero, como la de Matteo Salvini, el líder de la derecha italiana.
El día después del terremoto electoral con epicentro en la capital nadie discute que Díaz Ayuso obtuvo una victoria poco habitual en tiempos de fragmentación política. La noche de ayer no hubo la sensación de que todos los partidos se pretendían ganadores, el uno porque creció en votos, el otro porque su rival perdió más, etc. Ahora bien, sí que hay divergencias a la hora de diagnosticar las consecuencias para la política española de una contienda que Díaz Ayuso planteó como un duelo personal con Pedro Sánchez, y el presidente, por error, aceptó.
Desde el Partido Popular (PP) se ha trazado un paralelismo con lo que podría suceder en unas generales. “Hoy Madrid ha hecho una moción de censura al sanchismo … Uniendo a todo el centroderecha se puede ganar a Sánchez. Hay partido. Hay futuro”, declaró Pablo Casado, el líder del partido.
En cambio, desde el bando socialista, se señaló la excepcionalidad de estos comicios. “Esta es una comunidad muy importante, pero no representa al conjunto de España, como acabamos de ver en el resultado del PP en Cataluña”, afirmó José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, recordando que hace poco más de dos meses el PP apenas superó el 3% de los votos en las elecciones catalanas.
En el fondo, ambos tienen parte de razón. Madrid es un feudo de la derecha desde hace más de dos décadas. El PP jugaba en casa. Y en estos tiempos acelerados, los impulsos electorales suelen ser efímeros. Pero también es cierto que la victoria de la derecha se salió de los parámetros habituales. En concreto, la diferencia con el bloque de la izquierda fue de 16 puntos, mientras que en las anteriores elecciones fue de siete puntos.
Sea como fuere, es evidente que las urnas suponen un impulso para el PP en su proyecto de unificar a toda la derecha bajo su égida. Ahora Ciudadanos se halla ya al borde de la desaparición, y sus votantes han pasado en masa al PP, lo que le permitirá acercarse al PSOE en las encuestas. En las anteriores, Sánchez le sacaba casi 10 puntos a Casado.
Muchos analistas consideran que tras el éxito de Díaz Ayuso, el partido conservador se radicalizará. Hasta ahora, Casado había intentado mantener un cierto equilibrio entre los sectores más cercanos al presidente Aznar, incluida la propia presidenta madrileña, que apuestan por una oposición radical y acercarse a la ultraderecha de Vox, y aquellos de perfil moderado, como el gallego Nuñez Feijóo, que prefieren una línea más centrista.
En buena parte, el descalabro del PSOE se debe a la campaña errática de su candidato, Ángel Gabilondo, un mal general para la guerra que planteaba Díaz Ayuso. Pero hay signos preocupantes. Por ejemplo, los resultados en el “cinturón rojo” madrileño, donde más ha progresado el PP. Los analistas consideraban clave para una victoria de la izquierda su movilización. Pues bien, esta se produjo, pero la derecha obtuvo su mayor victoria. Quizás en España ha llegado ya la crisis que azota la socialdemocracia europea, que ha visto como se erosionaba su hegemonía en los barrios obreros por sus políticas liberales.
A la Moncloa no le queda ni el consuelo de que los resultados aboquen a Díaz Ayuso a los brazos de Vox, algo que le proporcionaría buena munición para las próximas generales. Como el PP sacó más escaños que toda la izquierda junta, solo necesita la abstención de Vox, que ya ha anunciado que apoyará a la presidenta sin exigir entrar en el Gobierno. El tabú sobre la entrada de la ultraderecha en el Ejecutivo se mantiene, como sucede en la mayoría de la UE.
El sabor amargo de las urnas también podría suscitar cambios en el izquierdista Podemos. Su líder dominante, Pablo Iglesias, declaró ayer su abandono de la política. Probablemente, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, asumirá su relevo. ¿Significará el paso a una línea más moderada? ¿Será capaz Podemos de mantener su cuota electoral, o se inició una fase decadente?
La noche electoral plantea tantas preguntas como ofrece respuestas. En todo caso, no hay duda de que la de ayer fue una gran noche para Díaz Ayuso, que podría ya haber puesto su vista en la Moncloa. Probablemente, fue una buena noche para el PP, pero no está claro que lo haya sido tanto para Pablo Casado.
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