La economía de EE.UU. sufre una catástrofe: récord de despidos
WASHINGTON.- Marzo fue despiadado. La gran bonanza económica que vivió Estados Unidos en la última década desde el fin de la Gran Recesión, que pulverizó el desempleo y desparramó riqueza –sobre todo, a los más ricos– se frenó en seco por la pandemia del nuevo coronavirus, y dejó al país frente a la desolación: millones de nuevos desocupados, conmocionados por una cruda realidad, impensada hace apenas unas semanas.
"Estoy extremadamente aterrorizada", sintetiza Ashley, 38 años, diseñadora de modas, suspendida hasta nuevo aviso en su trabajo. Después, enumera todo lo que la horroriza: "El virus, la economía, dónde estaremos dentro de seis meses a partir de ahora, cuando esto termine, cuándo será seguro volver a trabajar, cuándo abrirá todo de nuevo, y aun si eso pasa, ¿sigue siendo seguro? Muchas incógnitas, me dan mucha ansiedad".
La pandemia del nuevo coronavirus desató una catástrofe económica inédita en Estados Unidos. En las dos últimas semanas de marzo, 10 millones de personas se quedaron sin trabajo y se anotaron para cobrar seguro de desempleo, una ola de despidos jamás vista en la historia del país, que superó los peores pronósticos, y arraigó el temor a una recesión más profunda, larga, y mucho más dolorosa que la de 2009, o incluso la Gran Depresión.
Ashley manejaba un equipo de diseñadores para una marca de ropa "bastante comercial" que prefiere mantener en reserva. En marzo, la empresa cerró sus locales y suspendió el 50% de su personal, aunque sin echarlos. Ashley no cobrará su sueldo "hasta próximo aviso", pero, al menos, mantendrá su seguro médico, una enorme diferencia en Estados Unidos, sobre todo en medio de una pandemia. Tiene la esperanza de volver a trabajar.
"Espero que no dure demasiado. Pero no lo sabemos. Nadie sabe cuánto tiempo durará esto", se resigna.
El Departamento de Trabajo informó ayer que 6.648.000 personas se anotaron para cobrar el seguro de desempleo la semana anterior, un nuevo pico histórico, que duplicó el récord de la semana previa, cuando se registraron 3.348.000 personas.
Esas estremecedoras cifras ni siquiera reflejan el daño completo de la pandemia. Los inmigrantes indocumentados no pueden solicitar el seguro de desempleo, economistas estiman que mucha gente aún no ha pedido ayuda –Ashley lo hará la semana próxima–, y las líneas telefónicas para hacerlo no dan abasto. Y los freelancers y las personas que trabajan por su cuenta recién podrán aplicar este mes, gracias al paquete de estímulo fiscal que aprobó el Congreso.
Aun así, en solo dos semanas 10 millones de personas se quedaron sin trabajo, un reflejo del brutal garrotazo y el "freno súbito" que sufrió la economía por el cierre de fronteras, la paralización de vuelos internacionales, y las medidas de confinamiento aplicadas por más de la mitad de los estados del país y el gobierno federal para evitar la propagación del nuevo coronavirus, que forzaron el cierre de tiendas, bares, restaurantes, gimnasios y peluquerías, entre otros negocios.
Un análisis publicado por la Reserva Federal de St. Louis estimó que el desempleo podría llegar al 32% durante el segundo trimestre y más de 47 millones de trabajadores pueden llegar a perder su empleo debido a la pandemia. El pico de desempleo durante la Gran Depresión fue 24,9 por ciento. En tan solo dos semanas, la ola de despidos por la pandemia ya superó a la creación de empleos durante la presidencia de Donald Trump.
A la ola de despidos se suma otro impacto en el mercado laboral que pasa desapercibido en las estadísticas: los trabajadores en todo el país que han sufrido recortes salariales, o han perdido beneficios, sin llegar a ser suspendidos o despedidos por las empresas. A eso se suma una realidad invisible para las cifras oficiales: el empleo informal, o "en negro", una situación en la que viven, sobre todo, millones de inmigrantes indocumentados en todo el país.
La vida de Julie, 39 años, cambió en dos días. Desde 2007, Julie vivía en Nueva York con comodidad, en un departamento de Williamsburg, en Brooklyn, como paseaperros. Tenía 17 clientes –todos integrantes del "uno por ciento", bromea– que la consideraban familia. Paseaba sus perros de lunes a viernes.
"Entre el 11 y el 13 de marzo perdí a todos menos tres de mis clientes. Todos se fueron a sus casas fuera de la ciudad, en los Hamptons o Connecticut. En 48 horas, básicamente perdí todo mi negocio", lamenta.
Con la ciudad trabajando desde la casa, las posibilidades de rearmar su clientela fueron extremadamente complicadas, y además ya no era seguro salir a la calle. Tres clientes le ofrecieron seguir, eso implicaba salir de su casa e ir a Manhattan todos los días. "Les dije que pararía hasta que fuera seguro estar afuera nuevamente", dijo. Los tres clientes igual le siguieron pagando igual para ayudarla. Igual, como Ashley, no sabe cuánto tiempo durará. Julie se fue con su pareja en la casa de sus suegros en Carolina del Norte. Trata de mantener la calma.
"Decidimos que íbamos a tomar esto día a día", afirma. "Cada día es como un año de perros."
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