La doctrina Elon Musk: cómo hacer equilibrio en la escena global
El dueño de Twitter suele ser crítico y directo al referirse a los problemas de Estados Unidos, pero se muestra cauto ante los mandatarios de potencias que afectan su red de negocios
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NUEVA YORK.– Absolutista autoproclamado de la libertad de expresión, Elon Musk es un dechado de jactancia y de prepotencia en su trato con los políticos y dirigentes de Estados Unidos, pero frente a los mandatarios extranjeros que tienen poder sobre su red de negocios adopta un tono mucho más sumiso.
Es la “doctrina Musk”, que quedó en evidencia la semana pasada durante una entrevista con la cadena de televisión CNBC, donde el megamillonario fustigó al presidente Joe Biden, despotricó contra la Reserva Federal norteamericana y defendió sus polémicos posteos en las redes sociales.
“Voy a seguir diciendo lo que quiero decir, y si la consecuencia es que pierda dinero, que así sea”, disparó Musk el último martes.
Pero al referirse a China en el transcurso de la misma entrevista Musk fue mucho más benigno con el país que concentra más del 20% de las ventas anuales de su automotriz Tesla. Sus nuevos comentarios apuntaron a reforzar sus anteriores declaraciones sobre el estatus de Taiwán, que ya habían sido recibidas con beneplácito por el gobierno de Pekín.
“No hace falta ser adivino para entender que la política oficial de China es que Taiwán debería integrarse”, dijo Musk. “Solo digo que esa es su política oficial y que, como tal, debería ser tomada seriamente, porque lo dicen en serio.”
Musk tiene que hacer equilibrio entre su personalidad desembozada, que lo ayudó a vender su visión de futuro en varios sectores de la industria, y los fríos cálculos de un CEO occidental en un mundo donde los gobiernos autoritarios pueden hacerlo bajar la cabeza.
“Sabe que en Estados Unidos puede decir lo que quiera porque en realidad no le va a pasar nada, pero en países donde el imperio de la ley es más dudoso el juego cambia”, dice Bradley Tusk, inversionista de riesgo, estratega político y exasesor de Uber.
Epicentro
Por su lugar como jefe de Tesla, de la constructora de cohetes espaciales SpaceX y de la red social Twitter, Musk está en el epicentro de presiones políticas, agendas globales y riesgos corporativos.
Tras la compra de Twitter y el despliegue de alto impacto de su satélite de internet Starlink en Ucrania, el año pasado, el interés público por Musk se redobló: Tesla ya no solo ofrecía autos eléctricos, ni SpaceX solo vuelos al espacio.
Twitter trying to sway the Turkish election is a feature not a bug.
— Can Okar (@canokar) May 13, 2023
Musk and Erdoğan have been close for a while and their relationship is cause for concern.
This last minute censorship is wildly inappropriate and we need legislation internationally to stop it from happening. pic.twitter.com/pwdcrmo75N
Ahora también vende herramientas que los gobiernos extranjeros pueden considerar más peligrosas: una tecnología que amenaza con democratizar la comunicación, como Twitter, y otra como el satélite Starlink, capaz de conectar con el mundo exterior a los habitantes de regímenes autoritarios.
“No podemos ir más allá de las leyes de un país”, dijo Musk sobre la cuestión de moderar el contenido de Twitter, durante una entrevista con la BBC. “Si la alternativa es cumplir con las leyes o que nuestra gente termine en la cárcel, cumpliremos con las leyes.”
Negocios por el mundo
Cuanto más se extienden sus negocios por el mundo, más se tensa la cuerda sobre la que Musk hace equilibrio. Las fricciones entre China y Estados Unidos van en aumento, en parte por la escalada retórica de Pekín sobre el control de Taiwán, que ha avivado el temor a que el líder chino Xi Jinping siga el ejemplo de Rusia con su invasión militar a Ucrania. Aunque Biden haya tratado de minimizar la chance de que China intente tomar Taiwán por la fuerza, lo cierto es que las relaciones chino-norteamericanas están tocando fondo.
En la entrevista del martes, cuando le preguntaron sobre esa situación, Musk dijo que era “inevitable” que China finalmente tome el control de Taiwán, y advirtió que las tensiones entre Estados Unidos y China por la isla “deberían preocuparnos a todos”.
Son comentarios similares a los de octubre, cuando le dijo al Financial Times que Taiwán debería aceptar convertirse en una zona administrativa especial de China, como Hong Kong y Macao. Su declaración fue elogiada por el entonces embajador chino en Estados Unidos, Qin Gang, quien a través de Twitter le agradeció a Musk por “su llamado a la paz”.
Su acto de equilibrismo sobre el tema más delicado de la relación chino-norteamericana llegó después de que algunos, incluido su megamillonario rival Jeff Bezos, cuestionaran si los tratos comerciales de Musk con China no le darían a Pekín una injerencia indebida sobre Twitter. Antes de la compra de Twitter, desde el Congreso norteamericano algunos se oponían a la operación porque consideraban que Musk era vulnerable a la influencia de Pekín, dada la fuerte dependencia de Tesla del mercado chino.
Si bien China prohibió Twitter hace mucho tiempo, fuera de sus fronteras utiliza agresivamente la red social para extender su influencia.
Para ya antes de la compra de Twitter el papel de Musk al frente de SpaceX complicaba las cosas. En 2019, la división Starlink de SpaceX lanzó satélites de internet y ahora ofrece servicio en más de 50 países, incluida Ucrania, donde el gobierno lo está utilizando en su esfuerzo bélico.
SpaceX también puede transportar a los cielos la tecnología de otros países, como el acuerdo con Turquía para el lanzamiento de su satélite de comunicaciones Turksat 6A, a fines de este año. El acuerdo fue anunciado en 2021 y sus términos se desconocen, pero el precio de lanzamiento estándar del vehículo de transporte Falcon 9 es de 67 millones de dólares, según el sitio web de la empresa.
En diciembre, durante la Copa del Mundo Qatar 2022, Musk fue fotografiado dándose la mano con Recep Taryyip Erdogan, pero el presidente turco es apenas uno de los muchos mandatarios con los que Musk se ha reunido en los últimos años, una lista que incluye al indonesio Joko Widodo, en mayo del año pasado, y más recientemente al surcoreano Yoon Suk Yeol.
Antes de la compra Twitter, los comentarios de Musk sobre la guerra en Ucrania –dejó entrever que algunas partes del este del país prefieren ser parte de Rusia– le valieron críticas de algunos sectores de Washington, que lo acusaban de ser pro-Moscú a pesar de estar ayudando a Ucrania con su satélite Starlink. “Hablé con Putin una sola vez, y fue hace unos 18 meses”, tuiteó Musk en octubre. “Y el único tema fue el espacio”.
En enero, tras las quejas vertidas en Twitter de que Musk estaba coartando la libertad de expresión en la India, el millonario recurrió a la excusa del “ni me enteré”: “Es la primera vez que lo escucho. No puedo arreglar cada aspecto de Twitter alrededor del mundo y de la noche a la mañana, mientras además manejo Tesla y SpaceX, entre otras cosas.”
La semana pasada, Musk fue más punzante en su defensa de una acción similar de Twitter en Turquía. A principios de mes, Twitter anunció que había restringido la visualización de algunos contenidos en Turquía en vísperas de las elecciones más peleadas para Erdogan en sus 20 años en el poder.
El sábado pasado, ante las críticas de los usuarios, Musk contraatacó: “Hay que elegir entre estrangular Twitter íntegramente y limitar el acceso a algunos tuits. ¿Cuál prefieren?”, tuiteó Musk.
Y mientras el debate sobre Turquía continuaba, Musk voló a París para reunirse con Emmanuel Macron, como parte de los esfuerzos del presidente francés para atraer inversiones extranjeras a su país.
Por Tim Higgins
Traducción de Jaime Arrambide
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