La disputa por el poder de la dinastía que llevó a Sri Lanka al colpaso
La disputa por el poder de dos hermanos que arrastraron con ellos a todo un país
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COLOMBO, SRI LANKA.- Frente a la residencia oficial del primer ministro de Sri Lanka se había juntado una multitud cuyo tamaño y enojo iban creciendo peligrosamente.
Hacía semanas que el primer ministro Mahinda Rajapaksa, de 76 años, enfrentaba fuertes presiones de quienes pedían su renuncia, en medio de la implosión de la economía ceilanesa y el estallido de las protestas. Hermano del presidente Gotayaba Rajapaksa y patriarca de su propia dinastía política, en otros tiempos Mahinda había sido ensalzado como un “appachchi”, el amado “padre del pueblo”. Pero ahora estaba refugiado en su dormitorio del segundo piso de la residencia, rodeado de familiares que reclamaban desesperadamente la presencia de oficiales armados que los rescataran.
Frente a la reja de entrada, los manifestantes contra el gobierno que ese mismo día habían sido atacados por los partidarios de Mahinda se estaban cobrando venganza: vandalismo, saqueos, y quema de cientos de viviendas de aliados de los Rajapaksa. Un legislador de su partido fue golpeado hasta morir, y su cuerpo fue arrastrado por las calles de la ciudad.
Todo ocurrió el 9 de mayo, una de las jornadas más violentas y caóticas en la historia reciente de Sri Lanka, pero tras años de agitación interna en la casa de los Rajapaksa.
Los hermanos Rajapaksa han dominado la política ceilanesa durante los últimos 20 años. Tras ayudar a Mahinda a llegar a la presidencia en 2005, sus hermanos —Chamal, Gotayaba y Basil— ocuparon los ministerios que controlan el 75% del presupuesto nacional y construyeron su base de apoyo popular, a pesar de las denuncias de corrupción y violaciones de los derechos humanos. Pero en 2019, cuando Gotayaba se convirtió en presidente, la familia se sumió en una lucha intestina que en menos de tres años llevó a la ruina al país más desarrollado del Sudeste Asiático.
El relato de actuales y exfuncionarios, diplomáticos extranjeros y confidentes de la familia Rajapaksa —algunos de los cuales hablan por primera vez, al ver la división de la familia— revela que Gotayaba y Mahinda, así como sus respectivos bandos, chocaron por las designaciones ministeriales, la política agropecuaria, los acuerdos de inversiones y los favores políticos. Este año, cuando la economía ceilanesa cayó en picada, Mahinda, apoyado por varios miembros de la familia, logró resistir los pedidos de renuncia que le hacía su hermano.
La desconfianza se profundizó hasta tal punto que el círculo íntimo de Mahinda, sitiado en su residencia el 9 de mayo, sintió que el presidente los había abandonado. Udayanga Weeratunga, un primo que estaba en ese momento con el primer ministro, y otro miembro de la familia también presente, le confiaron al diario The Washington Post que sospechaban que los partidarios de Gotayaba dentro del ejército habían demorado deliberadamente acudir en su ayuda durante más de seis horas.
Gotayaba se aferra al poder tras reemplazar a su hermano por un nuevo primer ministro, quien esta semana reveló que a Sri Lanka le queda menos de 1 millón de dólares de reservas en dólares, que los insumos médicos del país se están agotando y que casi no hay combustible.
El expresidente ceilanés Maithripala Sirisena dice que Sri Lanka está frente a su “destrucción total”, y agrega que el país “ha aprendido una lección sobre las dinastías políticas.”
Un negocio familiar
Mahinda es hijo de un rico productor de arroz y coco que participaba activamente en la política, así que cuando en 1970 se postuló para el parlamento, estaba siguiendo la tradición de esa élite de pocas familias que ostentan el poder en Sri Lanka, una exuberante isla en forma de lágrima frente a las costas de India.
“Para tener éxito en política hay que pertenecer a una familia poderosa”, dice Razeen Sally, profesor de la Universidad Nacional de Singapur. “De esa manera, el sistema queda en manos de un círculo cerrado que puede saquear el Estado”.
Segundo de nueve hijos, Mahinda era carismático, amaba a las multitudes, y mantuvo a su lado a su hermano menor, Basil, considerado el estratega político de la familia. Su hermano del medio, Gotabaya, siempre fue diferente: un hombre distante, sin experiencia política, abstemio y vegetariano, que se pasó 21 años en el ejército.
“Gotayaba visitaba el hogar familiar solo para Año Nuevo”, recuerda su primo Weeratunga, cercano a Mahinda.
Los Rajapaksa dirigieron el país como un negocio familiar durante los 10 años de presidencia de Mahinda, a partir de 2005. Mahinda nombró a Gotabaya en la cartera de Defensa, mientras que Basil y su hermano mayor, Chamal, quedaron a cargo del departamento de riego y de desarrollo económico. Sri Lanka disfrutó de años de crecimiento, fogoneado por una montaña de deuda externa.
Mahinda gozó del aplauso del electorado, que aprobaba mayoritariamente su sangrienta pero decisiva victoria en una guerra civil de 26 años contra los rebeldes tamiles, así como y sus frecuentes apelaciones al nacionalismo budista cingalés.
Pero en torno a Mahinda se acumulaban las denuncias de corrupción, incluidos sus cuestionables acuerdos con empresas y funcionarios estatales chinos. Gotabaya también estuvo involucrado, aunque en menor medida, y en 2006 fue investigado por la compra de aviones cazas MiG a Ucrania.
Sankhitha Gunaratne, subdirectora ejecutiva de Transparencia Internacional Sri Lanka, dice que Mahinda y Basil enfrentaron numerosas acusaciones —incluido el desvío de ayuda humanitaria por el tsunami y el uso de fondos públicos para comprar tierras—, pero que muchas de esas causas están cajoneadas o prescribieron. “La supuesta corrupción de los Rajapaksa es como un gran árbol cuya sombra alcanza a muchas personas”, dice Gunaratne.
En 2021, la filtración de los documentos financieros conocidos como Pandora Papers reveló que una sobrina de los hermanos Rajapaksa tenía millones de dólares escondidos en cuentas en el extranjero.
En 2015, en medio de la creciente descontento popular por el presunto amiguismo y corrupción de los Rajapaksa, Mahinda perdió su candidatura para un tercer mandato. Casi de inmediato, una ecléctica coalición de ejecutivos de empresas prooccidentales, militares de línea dura y monjes budistas, designó con el dedo a su nuevo candidato: Gotabaya Rajapaksa.
El hermano del medio
De inmediato quedó claro que Gotayaba, con el apoyo de sus nuevos apoyos políticos, chocaría con Mahinda. Los hermanos rara vez confrontaban de manera directa, pero no coincidían en nada, según confidentes de la familia.
En octubre de 2018, estalló una crisis constitucional cuando el entonces presidente Maithripala Sirisena echó a su primer ministro, Ranil Wickremesinghe, y lo reemplazó por Mahinda, a quien había derrotado en las urnas solo tres años antes. Las tensiones en la capital del país iban en aumento: ambos hombres reclamaban el segundo cargo más importante del país, y corrían rumores de que Wickremesinghe sería destituido por la fuerza. Temiendo que Mahinda y Basil intentaran flanquearlo para pergeñar su propio regreso al poder, Gotabaya se reunió en secreto con Wickremesinghe para prometerle su apoyo.
Poco después, la Corte Suprema de Sri Lanka falló en contra del reclamo de Mahinda y él se retractó. La familia no tuvo más remedio que apoyar a Gotabaya.
En el período previo a las elecciones, Sri Lanka se vio sacudida por atentados terroristas de extremistas musulmanes, hecho que terminaron de consolidar el apoyo budista cingalés hacia el exmilitar Gotayaba. En la campaña electoral, Gotabaya prometió seguridad, gestión pública eficiente y desarrollo, y se presentó como un tecnócrata. Habló de Colombo y su incipiente horizonte de rascacielos financiados por India y China como “el próximo Singapur”. Ganó de manera aplastante.
El día de su asunción, el 19 de noviembre de 2019, Gotabaya dio señales de ruptura con su familia. Se negó a usar un “sataka” rojo —la túnica distintiva del clan Rajapaksa—, y lució una camisa de manga corta. A diferencia de Mahinda, que mientras era presidente mandó imprimir su propia efigie en los billetes de 1000 rupias, Gotabaya prohibió que las oficinas públicas colgaran su retrato oficial.
Pero el día siguiente fue “el comienzo de la caída”, dice Nalaka Godahewa, exejecutivo financiero y más tarde ministro de medios de comunicación de Gotabaya.
Los partidarios del sector empresarial prooccidental de Gotabaya habían “sugerido” una lista de nombramientos, pero cuando el presidente dio a conocer su primer gabinete, resultó que estaba encabezado por Mahinda como primer ministro, y repleto de leales a Basil y Mahinda. El nuevo gobierno implementó de inmediato una fuerte rebaja de los impuestos y se negó a pedir ayuda del Fondo Monetario Internacional, a pesar de la imparable deuda externa. Gotabaya impulsó personalmente la prohibición de los fertilizantes químicos que perjudicó el rendimiento de los cultivos, justo cuando los precios mundiales de los alimentos se disparaban.
Más de una vez, el gobierno impulsó políticas comerciales y se desdijo en menos de 24 horas. “Había peleas entre ministros y secretarios”, dice Weeratunga. “Las peleas cundían en todos los niveles de gobierno”.
Pero en un tema los Rajapaksa estaban de acuerdo: la reforma constitucional aprobada en 2020 que quitaba poder a las comisiones que investigaban la corrupción y le otorgaba amplios poderes al presidente sobre la Justicia.
La caída
A principios de 2022, la economía ceilanesa iba en caída libre: los alimentos básicos, como el arroz, duplicaron su precio en relación al año anterior, había escasez de combustible y electricidad, y las reservas internacionales del país tocaban fondo.
Durante abril, las manifestaciones nocturnas para exigir la salida de los Rajapaksas del poder se hicieron moneda corriente en la capital, y algunas se tornaron violentas. El gabinete de Gotabaya renunció en pleno —incluido Basil, el ministro de Finanzas, el hermano mayor, Chamal, y el hijo de Mahinda—, dando al presidente la oportunidad de formar un nuevo gobierno. Sri Lanka necesitaba una imagen de estabilidad para sentarse a negociar un urgente rescate financiero con sus acreedores internacionales.
Pero Mahinda, primer ministro, se resistió a los reclamos de la oposición y hasta a las indirectas del presidente para que renunciara.
Gotabaya no forzó el asunto. “Sintió que necesitaba el apoyo de Basil y Mahinda”, dice el exejecutivo Godahewa, que se sumó al gabinete tras la partida de varios Rajapaksa.
Como las presiones sobre Mahinda aumentaban, el 9 de mayo sus partidarios organizaron una manifestación en Temple Trees, residencia oficial del primer ministro. El patriarca, que ya estaba agotado y pensaba renunciar, se sintió vigorizado de repente, según dos fuentes familiares y videos del evento.
“Como líder que siempre ha escuchado a la gente, ahora les pregunto: ¿Qué tengo que hacer?” les dijo Mahinda a los miles de simpatizantes que lo escuchaban sentados con las piernas cruzadas. “¡Quedarte!”, tronó la multitud. “¿O sea que no debo renunciar?” preguntó de nuevo, mientras recibía aliento para seguir peleando.
Cuando terminó el acto, sus partidarios salieron de Temple Trees con barretas y palos de madera, golpeando a los manifestantes opositores que rodeaban el predio y provocando una violenta reacción que tuvo en vilo al país.
Recluido en Temple Trees con sus hijos, que lo habían instado a quedarse, a las 4 de la tarde Mahinda le dijo a su vocero que iba a renunciar. El vocero transmitió la noticia a los medios, pero eso no detuvo la violencia en los alrededores de la residencia. A pesar de las súplicas de la familia, el ejército recién envió refuerzos a las 11 de la noche, cuando los manifestantes ya habían traspasado la puerta. A las 4 de la madrugada siguiente, los soldados evacuaron a Mahinda a una base militar.
“No tenía control del ejército ni de la policía”, dice Godahewa.
Godahewa y varios diplomáticos extranjeros dicen que el comandante del ejército, Shavendra Silva, de contacto frecuente con funcionarios occidentales, no quiso desplegar sus fuerzas por temor a que se viera como una represión militar.
La prescindencia de los militares ese día profundizó el abismo entre los hermanos. Esta semana, en un discurso ante el Parlamento, Chamal criticó a Mahinda por no haber dejado la política en 2015. Y en una reunión reciente de los miembros del partido de los Rajapaksa, los aliados de la familia preguntaron con fastidio por qué el 9 de mayo Mahinda y su familia no tenían protección.
Asediado y aislado, el 12 de mayo Gotabaya nombró a un nuevo primer ministro: Ranil Wickremesinghe, el hombre con el que se reunió en secreto en 2018 cuando compitió por primera vez contra su hermano por el cargo que ahora ocupa.
Cuatro años después, la familia más poderosa de Sri Lanka se está desmoronando, y tal vez para siempre, dice Jayaweera, el magnate ceilandés de los medios.
“Los Rajapaksa y Sri Lanka terminaron en tragedia”, dijo. “Y todo terminó así por lo que ellos hicieron”.
Por Gerry Shih y Hafeel Farisz
Traducción de Jaime Arrambide
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