La diplomacia de las reliquias: antiguos tesoros saqueados vuelven a sus verdaderos dueños
Con diplomacia y decisión política, cobra renovado impulso una corriente favorable a restituir objetos de alto valor simbólico llevados a la fuerza o adquiridos por potencias
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Boris Johnson abrió fuego y en Grecia ardió Troya. Gran Bretaña no va a entregar los frisos del Partenón que se exhiben en el British Museum, dijo recientemente el primer ministro. Esos mármoles no fueron robados, saqueados ni nada por el estilo. Fueron adquiridos en buena ley, aseguró. A Johnson solo le faltó mostrar la factura de compra y preguntar: ¿De dónde sacaron que son griegos?
Los comentarios de Johnson, ampliamente difundidos tras una entrevista con un diario de Atenas, quisieron cerrar un reclamo de Grecia para recuperar los mármoles llevados por el conde de Elgin, a comienzos del siglo XIX. Pero, a su manera, fueron la contracara de una corriente que asoma en varios países, que debaten la devolución de viejos tesoros sustraídos de sus colonias, tomados como botín de guerra o vendidos por aventureros sin escrúpulos.
Si bien tiene antecedentes, la movida se vio relanzada de modo que estos asuntos, antes relegados a especialistas, eruditos o modestos funcionarios, salieron del mundo subterráneo de los sabios e involucran a jefes de Estado.
“Estas tendencias reflejan el compromiso de la comunidad internacional con la protección del patrimonio y la diversidad cultural”, explicó a LA NACION María Frick, responsable del programa de Cultura para la Argentina, Uruguay y Paraguay de la Unesco.
El trabajo de la Unesco, precisó, hizo posible “algunas de las restituciones que tuvieron lugar en 2020, como la pieza de arte Ife devuelta por Holanda a Nigeria, el atlas devuelto por Alemania a Egipto o los objetos funerarios que Finlandia devolvió a Estados Unidos”.
La señal de largada la dio el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Tres años después de anunciar su intención de devolver antigüedades robadas a sus excolonias africanas, logró que el Parlamento votara a fines de 2020 la entrega de una treintena de tesoros a Benín y Senegal. Macron había asegurado durante una visita a Burkina Faso en que la devolución del arte africano era “una prioridad”, y que en cinco años “el patrimonio africano debe estar visible en París, pero también en Dakar, en Lagos y en Cotonou”.
Esa decisión sentó precedentes y reactivó un aluvión de reclamos de naciones privadas de sus mejores tesoros hacia los países donde terminaron exhibidos. Pero el impulso vino también desde adentro de esas potencias. En Alemania, los ministros de Cultura de los 16 estados acordaron avanzar en la restitución de tesoros expoliados durante la era colonial. Y un comité de asesores del gobierno holandés recomendó regresar a los pueblos conquistados los ítems tomados sin su consentimiento, es decir, que fueron robados a manos llenas.
La ONU emitió en 2020 un informe sobre derechos de pueblos indígenas, donde pidió que los museos de los países miembros sean “descolonizados”, y que se restituyan a sus legítimos dueños los restos humanos y objetos de culto. “Los derechos de los pueblos indígenas a la religión, la cultura, la espiritualidad, la educación y los conocimientos tradicionales son vulnerados cuando otros adquieren, utilizan y retienen ilícitamente sus objetos culturales, restos humanos y patrimonio cultural inmaterial”, dijeron los expertos de la ONU.
Las joyas de la corona
Hay quienes consideran inadmisible desprenderse de sus joyas más valiosas, como Johnson y los mármoles del Partenón. Esas esculturas, dijo el premier, “fueron adquiridas legalmente por Lord Elgin bajo las leyes apropiadas de la época y han sido propiedad legal de los fideicomisarios del British Museum desde su adquisición”.
Pero estas posturas comienzan a chocar con quienes avanzan la agenda sobre un asunto que años atrás era cosa juzgada y no se prestaba a debate. La tendencia restituyente recibió un fuerte envión desde un terreno inesperado: el movimiento contra la violencia racial que sacudió a Estados Unidos en 2020, y que reverberó también en Europa, con protestas multitudinarias y estatuas derribadas.
“El movimiento Black Lives Matter está cambiando también la mirada al pasado, al esclavismo y al papel de los poderes coloniales”, dijo el abogado Geoffrey Robertson en Who Owns History, un libro sobre el saqueo de bienes. Robertson, que defendió el regreso de los mármoles del Partenón a Atenas, dijo que si bien no se puede corregir la violencia de las conquistas coloniales y otros atropellos históricos contra pueblos indefensos, quizás “se pueda rectificar algo de los saqueos y pillajes”.
Por ahí va la historiadora del arte Bénédicte Savoy, coautora del informe que fundamentó la decisión de Macron sobre las antigüedades africanas, y para quien el Black Lives Matter aceleró los esfuerzos en Francia. “Particularmente después de los eventos racistas y violentos que vimos en Estados Unidos y en otros lugares, la gente está pidiendo una sociedad post-racista y está pidiendo la restitución como parte de esta imagen”, dijo en una entrevista con The Art Newpaper.
Las devoluciones tienen sus matices. Los museos de los países que los detentan suelen alegar que con todo gusto devolverían las cosas a sus dueños. Solo que nadie los puede conservar mejor que ellos, con sus presupuestos millonarios y su tecnología de vanguardia. Señalan que las guerras son un peligro latente para las reliquias históricas. Los tesoros milenarios se pueden destruir en milésimas de segundo en una guerra civil. Basta un disparo al azar para decapitar una estatua. Tampoco es fácil transportarlos, ni conservarlos. Y aseguran que, donde están ahora, en las grandes capitales, pueden ser admirados por multitudes venidas de todo el mundo.
Muchas de estas razones son meras excusas, desde luego, mezcla de soberbia y desdén. Pero según Daniel Schávelzon, experto en arqueología urbana y autor de varias obras especializadas, se trata de ver caso por caso, y de encontrar nuevas maneras de compartir. Además de las necesarias devoluciones, señala, existen préstamos, intercambios, exhibiciones alternadas, filiales de museos y otras estrategias cooperativas exitosas, incluso digitales.
“Si esos objetos son realmente fruto de la rapiña no hay ninguna duda que corresponde devolverlo. Pero incluso en esos casos se pueden encontrar formas creativas para que lo pueda disfrutar una gran cantidad de población del mundo. Todo se puede negociar. Si no, es la cosa terminante, de esto es así y punto. Por ese camino evidentemente no se va a ningún lado”, dijo Schávelzon a LA NACION.
Cualquiera sea el formato, siempre habrá huesos duros de roer. Difícilmente vuelvan los frisos del Partenón a Grecia y el busto de Nefertiti, hoy en Alemania, a Egipto. Colombia no la tiene fácil para convencer a los españoles que restituyan el Tesoro Quimbaya, una colección de 122 piezas funerarias de oro precolombino. Y México le pide desde 1991 al gobierno de Austria la devolución del penacho de Moctezuma, que el emperador azteca le regaló al conquistador Hernán Cortés. Tras varios cambios de manos entre América y Europa, y saltando de país en país, el penacho recaló en el Museo de Etnología de Viena, bastante lejos de Tenochtitlan
En la última tentativa, el presidente Andrés Manuel López Obrador intentó recuperarlos el año pasado con una comitiva liderada por su mujer, Beatriz Gutiérrez Müller. Pero no pudo ser. Así lo dijo AMLO: “Se trata de una misión casi imposible, dado que se lo han apropiado por completo”.
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