La dictadura de Daniel Ortega abandona la OEA y toma por la fuerza su sede en Managua
La ocupación del edificio central del organismo fue justificada por Rosario Murillo al decir que el entre presentaba una “decadencia” en su institucionalidad que fue “reducida por la servidumbre al yanqui”
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BOGOTÁ.- “Nosotros no somos serviles, no somos decrépitos, no somos decadentes, no somos reducidos por la servidumbre yanqui”. La copresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, utilizó hoy su homilía radiofónica diaria para justificar la toma por la fuerza de las oficinas en Managua de la Organización de Estados Americanos (OEA), con la que el régimen sandinista pretender formalizar su salida definitiva del organismo panamericano.
La ocupación de la sede vino acompañada de la retirada de las credenciales de sus representantes en Washington, confirmada por el canciller Denis Moncada en una conferencia de prensa que parecía sacada de un conflicto de la Guerra Fría en contra del “infame organismo” y sus “constantes actitudes injerencistas, reiteradas insolencias, servilismo, lacayismo, entreguismo, decrepitud y decadencia de una institucionalidad deslucida y reducida por la servidumbre al yanqui”.
La decisión de Daniel Ortega y de Murillo llega un mes después de que su embajador entonces, Arturo McFields, denunciara de forma sorprendente a la dictadura en la sede de la OEA en Washington. “La salida de la dictadura de la OEA es una victoria moral para el pueblo de Nicaragua y en especial para los más de 180 presos políticos y sus familiares. Hay esperanza para Nicaragua”, reaccionó ayer McFields, que permanece en EEUU protegido por la Secretaría General de la OEA. Nicaragua es uno de los fundadores de la OEA.
La dictadura centroamericana comenzó su proceso de abandono del organismo en noviembre de 2021, tras aprobar el Consejo Permanente de la OEA una resolución que denunciaba la falta de “legitimidad democrática” de las elecciones, además de la puesta en marcha del proceso de aplicación de la Carta Democrática. La mayoría de los países (con el voto en contra de Nicaragua y la abstención de México y otras islas caribeñas) exhortó a Ortega a liberar a los presos políticos y a aceptar una comisión de alto nivel para iniciar un diálogo nacional con la oposición y llegar a acuerdos en materia electoral.
Luis Almagro, secretario general de la OEA, ratificó que Nicaragua es todavía miembro del organismo y que debe cumplir con todos sus compromisos, incluida su permanencia hasta noviembre del año que viene. Almagro también denunció la ocupación ilegal de sus oficinas, “una violación de las más elementales normas internacionales. Las oficinas, archivos y documentos gozan de la más absoluta inviolabilidad. Su violación por las autoridades nicaragüenses les hace internacionalmente responsables por sus consecuencias”.
Para el gobierno sandinista, sin embargo, la relación entre ambos acabó el domingo con su decisión, que guarda parangón histórico con la rebelión de Augusto César Sandino, en palabras de Murillo: “Sandino derrotó y expulsó a la marinería yanqui de esta patria libre y soberana. Así nosotros hoy derrotamos y expulsamos a esa nueva expresión de la marinería yanqui, que aquí no tiene cabida”.
El gobierno revolucionario encontró apoyo inmediato de su aliado bolivariano, quien además aireó cuál es la estrategia conjunta de las tres dictaduras: potenciar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), “espacio genuino de necesaria unidad” que hoy encabeza el mandatario Alberto Fernández. Precisamente la semana pasada, Fernández protagonizó unas polémicas declaraciones en las que anunció su deseo de retomar relaciones diplomáticas plenas con Nicolás Maduro, una decisión que basa en que los “problemas” de derechos humanos y las trampas electorales del chavismo “se han ido disolviendo con el tiempo”.
En la actualidad, ninguna de las tres revoluciones cuenta con representación en la OEA. Mientras que Cuba fue expulsada en 1962, el representante venezolano es el designado por el presidente encargado, Juan Guaidó.
“Nos oponemos a la exclusión de cualquier país o a la participación de representantes ilegítimos y espurios impuestos por el gobierno de EEUU”, añadió ayer Bruno Rodríguez, canciller del gobierno cubano.
También la semana pasada se cumplieron cuatro años de la rebelión popular contra la reforma del seguro social impuesta por Ortega. La brutal represión que comenzó entonces no ha cesado, y ya se cuentan casi 355 víctimas mortales, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanas, y una huida que no cesa, con más de 200.000 exiliados por el momento.
La pantomima electoral montada el año pasado por la dictadura forzó el encarcelamiento de siete precandidatos presidenciales de la oposición, incluida Cristiana Chamorro, la gran favorita para ganar las elecciones. La persecución contra los dirigentes de la oposición no ha cesado y ha forzado su exilio en el exterior.
“Lo sucedido demuestra el nivel de absurdo y peligrosidad en el que está el régimen, no sólo al salir intempestivamente y expulsar la misión de la OEA, sino también al allanar de forma brutal la sede. Es algo inédito, confirma el desprecio de los compromisos asumidos con la comunidad internacional. Estamos ante una nueva etapa de cerrazón y transformación más allá del control que tiene la dictadura de todos los espacios internos en Nicaragua”, subrayó para LA NACIÓN la dirigente opositora Alexa Zamora desde el exilio.
“No nos acostumbremos a la falsa paz y a la engañosa normalidad que los poderosos quieren imponer con el miedo y las armas para conservar sus privilegios”, destacó también desde el exilio el arzobispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez. Amenazado de muerte por radicales sandinistas, este monseñor, símbolo de las protestas, abandonó su país por órdenes directas del Vaticano.
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