La delgada línea entre la seguridad nacional y la economía
WASHINGTON.- Al acusar judicialmente a los sospechosos de integrar la operación de espionaje cibernético más famosa del Ejército Popular de Liberación chino, la Unidad 61398, el gobierno de Barack Obama ahora decidió utilizar el sistema legal para presentar sus argumentos, algo que hasta el momento sólo hacía en informes confidenciales: que los altos mandos militares de China están robando diseños y propiedad intelectual de Estados Unidos.
Durante los últimos dos años, mientras Obama y sus colaboradores declararon que Estados Unidos espía para proteger su seguridad nacional, China hace uso de instrumentos del Estado para obtener ventajas competitivas comerciales, algo mucho más pernicioso.
La acusación, divulgada ayer, cita ejemplos que incluyen el robo de secretos industriales para la construcción de plantas de energía nuclear que les ahorrarían a los chinos meses o años de trabajo de diseño, y de información interna de una empresa de energía solar que había presentado una queja comercial contra sus competidores chinos, que recibían subsidios ilegales del gobierno.
Pero lo más probable es que los chinos respondan con el argumento de que Estados Unidos también espía, y que la distinción entre espiar para la propia industria y para la seguridad nacional es ínfima, y muy norteamericana.
Los documentos divulgados por Edward Snowden, ex agente de la NSA, revelan que Washington hurgó muy a fondo en los servidores de Huawei, una de las empresas de Internet y comunicaciones más exitosas de China. Los documentos también dejan en claro que el propósito de la NSA era saber si la empresa era una fachada del ejército chino y si estaba interesada en espiar a las empresas norteamericanas. Pero había un segundo propósito: meterse en los sistemas de Huawei, y así espiar a sus clientes.
Los líderes de Huawei dicen no entender en qué se diferencia eso de lo que Estados Unidos ahora acusa a China. Y hasta ex oficiales norteamericanos reconocen por lo bajo estar de acuerdo. "Para los chinos, ése no es ni el primer ni el primordial recurso militar: es un arma económica", dijo el mes pasado Laura Galante, ex ciberexperta de la Agencia de Inteligencia de la Defensa y actualmente en la división Mandiant de FireEye.
Un alto oficial norteamericano señaló hace varias semanas que "lo cierto es que es muy difusa la distinción entre espionaje y recolección de datos con fines económicos o con fines de seguridad nacional".
"Para los chinos, su seguridad económica es su seguridad nacional", dijo. "Simplemente tienen otra idea del mundo."
Así que ahora la cuestión es saber cuál será el impacto diplomático de la acusación.
El mes pasado, el secretario de Defensa, Chuck Hagel, viajó a Pekín para abrir canales de diálogo entre Estados Unidos y China sobre las ciberestrategias. Los norteamericanos ya les han dado a los chinos un pantallazo general de la ciberseguridad norteamericana, al recalcar que la NSA no se queda con la información que recolecta y que se la entrega a Apple, Microsoft o Google.
La esperanza era que el gesto impulsara a los chinos a entregar a Washington un informe similar sobre las unidades del Ejército Popular de Liberación que estarían detrás de la escalada de ataques cibernéticos contra las redes y los sistemas de las corporaciones norteamericanas y del gobierno. Hasta el momento, los chinos no devolvieron la gentileza.
Por el contrario, negaron que el ejército lleve a cabo ciberoperaciones. A principios de este año, cuando The New York Times publicó una nota sobre la Unidad 61398, en la que se detallaban algunas de sus operaciones, Pekín lo desmintió en forma furibunda. Durante un par de semanas, la Unidad se quedó quieta. Y después volvió a operar desde otros servidores, pero casi siempre contra los mismos objetivos norteamericanos.
Traducción de Jaime Arrambide
- 1
- 2
Un ómnibus chocó con un camión y se prendió fuego: 32 muertos
- 3
Cómo el caso Pelicot relanzó debates jurídicos y sociales y qué podría cambiar tras la sentencia en Francia
- 4
Día clave en Venezuela: Maduro extrema la represión y piensa en su nuevo mandato como punto de partida hacia un “sistema cubano”