Algunas ideas combinaron la falsa creencia de la superioridad del hombre blanco comparada con otras razas con “más pelo”
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La caída del cabello es muy común en hombres y mujeres, especialmente mientras envejecemos: por ejemplo, la alopecia afecta al 80% de los hombres y cerca del 40% de las mujeres.
En muchos casos, ni siquiera se nota.
Lo cierto es que la sociedad actual no le gusta mucho eso de perder pelo. Podemos escuchar las noticias de cómo los hijos del principe William, George y Louis, heredaron los genes “de la calvicie” de su padre.
Otro dato interesante: el mercado de cirugías para restaurar el cabello tendrá un alcance cercano a los US$12.000 millones para 2026.
De hecho, las personas pueden comprar pelucas para bebés que afirman que hacen ver a los niños de tres años “más atractivos”.
Pero no siempre fue así. En muchas culturas y periodos de la historia, la calvicie ha sido reverenciada: desde el antiguo Egipto hasta las tribus Issini en el siglo XVIII que habitaban Ghana.
Las cabezas sin cabello o afeitadas representaban pureza, un rechazo a la superficialidad, debido al ritual de afeitarse la cabeza todos los días.
Las cabezas calvas también han sido asociadas con la divinidad. El arte cristiano medieval incluía dibujos donde se veía a Jesús y a María calvos.
Actualmente, los monjes budistas, monjas y otros grupos políticos y religiosos tienen la costumbre de afeitar sus cabezas.
En Occidente hacia mediados del siglo XIX, la falta de cabello también fue celebrada. Pero no por razones religiosas, sino por pseudocientíficos que dieron a conocer peligrosas ideas sobre la raza y la inteligencia.
Y sentó el precedente de la tendencia eurocentrica sobre las investigaciones en la pérdida del cabello que continúan hasta ahora.
Eugenistas y la pérdida de cabello
Diez años antes de que Charles Darwin publicara su famosa obra “El origen de las especies”, su primo Francis Galton sugirió en una exposición que algunos grupos humanos habían evolucionado mucho mejor que otros.
Galton basó su teoría en evidentes diferencias en humanos, como el color de la piel y el cabello.
En esta clasificación pseudocientífica, los negros fueron clasificados como ser inferiores a los hombres blancos, por tener el cabello rizado.
Los llamados eugenistas señalaban que el cabello de los negros era como el que cubre los animales, argumentando que ellos habían sido los mismos “animales de piel negra y cabeza lanuda durante los últimos 2000 años”.
Relacionados con la eugenesia estaba otra pseudociencia conocida como la frenología, que intentaba predecir temas como la personalidad y la moralidad de las personas a partir de sus características físicas.
Esto incluía la forma del cráneo de la persona, su complexión física y la cantidad de cabello que tenía en la cabeza.
La frenología, que ha sido desacreditada desde entonces, fue usada para mantener el racismo científico, que es la idea que señala que la raza es algo biológico y que unas razas son superiores a otras.
Por ejemplo, el escritor Hery Frith señaló en su libro de 1891 “Cómo leer el caracter de una persona por su comportamiento, forma y rostro”: “Las personas sin cabello son los más intelectuales, su fuerza física y mental son considerables. En los calvos el cebrero domina la materia”.
Tales ideas se combinaron con la falsa creencia de la superioridad del hombre blanco comparada con otras razas con “más pelo”.
“Los blancos y de forma comparativa, razas sin cabello, tienen el dominio del mundo sobre otras razas salvajes, fuertes y llenas de pelos”, escribió.
A los estudiantes de medicina estadounidenses se les enseñó “que los esclavos, los indios, las mujeres y los burros nunca se quedan calvos debido a sus cerebros pequeños y poco desarrollados”.
En 1902, el médico David Walsh escribió un libro sobre las enfermedades del cabello en el que afirmaba: “La calvicie es prácticamente desconocida entre los salvajes”.
De manera sorpresiva, esa lógica eugenista permaneció sin ser cuestionada hasta finales del siglo XX.
En 1966, el dermatólogo Ian Martin-Scott anotó: “En las razas de color la calvicie es una rareza y prácticamente desconocida en muchas comunidades semicivilizadas”.
Teorías obsoletas
Hoy en día, afortunadamente, estas creencias falsas son raras en la ciencia.
Sin embargo, como en muchas áreas de la investigación médica, los estudios y ensayos clínicos sobre la caída del cabello se centran predominantemente en personas blancas, ignorando o excluyendo a otros grupos raciales.
La psicóloga social Hannah Frith (que no tiene ninguna relación con el escritor) revisó recientemente estudios de psicología que investigaron colectivamente a más de 10.000 hombres calvos.
El informe anotaba que casi todos los participantes en la investigación eran europeos o asiáticos, y sólo el 1% de América del Sur o África.
Mientras tanto, los dermatólogos y otros profesionales de la caída del cabello continúan estudiando de forma rutinaria libros de texto médicos que sólo incluyen imágenes de cueros cabelludos blancos y cabellos de textura lisa.
Esto es un problema porque, como muestran investigaciones recientes (y limitadas), la caída del cabello es común en todos los grupos raciales y étnicos.
Un estudio de 2022 hizo una revisión de los datos de casi 200.000 hombres del Reino Unido (de entre 38 y 73 años).
Los investigadores encontraron que el 68% de los hombres blancos informaron pérdida de cabello en comparación con el 64% de los hombres asiáticos y el 59% de los hombres negros (las diferencias relativamente pequeñas se explican en parte por el hecho de que los hombres blancos en el estudio eran mayores).
También hay formas de pérdida de cabello que se sabe que son más comunes en determinadas personas.
Por ejemplo, las mujeres asiáticas tienen más probabilidades de sufrir la llamada alopecia areata, una enfermedad autoinmune que provoca la caída del cabello.
Las personas de raza negra tienen más probabilidades de desarrollar alopecia por tracción, un tipo de pérdida de cabello relacionada con el movimiento constante de los folículos pilosos, especialmente a través de peinados ajustados.
Esta condición, por ejemplo, pone en evidencia el impacto de una sociedad racista en el cabello.
Específicamente, los negros pueden sentirse obligados a ocultar su cabello con textura afro (estereotipado como incivilizado) mediante tejidos, trenzas y alisadores químicos.
Todas estas prácticas pueden ser físicamente dañinas, incluso para los folículos pilosos.
Los recursos sobre alopecia que son racialmente inclusivos ayudan a los dermatólogos a hacer recomendaciones más realistas que sitúan los problemas capilares de las personas dentro de sus contextos sociales y culturales.
Es importante comprender mejor el racismo de la investigación sobre la caída del cabello.
Nos recuerda que ni la textura, el color ni la cantidad de cabello que tiene una persona transmiten nada significativo sobre ella, evolutivamente o de otro modo.
Por Glen Jankowski. Profesor titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Leeds Beckett
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