La cumbre del clima, frente a una bomba de tiempo con escasas posibilidades de ser desactivada
Líderes mundiales y miles de expertos y diplomáticos se reúnen desde este domingo en Glasgow, Escocia, para la COP26; “es posible que no logremos los acuerdos que necesitamos”, reconoció el premier británico, Boris Johnson
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PARÍS.- Es una bomba de tiempo cuyo ensordecedor tic-tac resuena en todo el planeta y que los Estados, reunidos en Glasgow a partir de este domingo en el marco de la COP26, tienen escasas posibilidades de desactivar. Superar el límite de 1,5°C de calentamiento, más allá del cual la Tierra se convertirá en un medio hostil para quienes la habitan, se ha vuelto una cuestión de años y no más de décadas, después del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (GIEC).
Salvo -hipótesis altamente improbable- que los negociadores de los 196 Estados que aprobaron en 2015 el Acuerdo de París sobre el clima, que fijó esa línea roja para fines de siglo, consigan ahora decidir otra cosa. Tienen dos semanas a partir de ahora para desmentir a los científicos imponiendo la credibilidad de los compromisos de sus gobiernos.
Unos 30.000 expertos, diplomáticos, lobbistas y militantes medioambientales son esperados estas dos semanas en la ciudad escocesa, para asistir a esta conferencia sobre el clima de Naciones Unidas, la mayor cumbre internacional jamás recibida por Gran Bretaña.
“Estoy muy inquieto. Es posible que no logremos los acuerdos que necesitamos”, estimaba el lunes el primer ministro británico, Boris Johnson, anfitrión de la conferencia, que habitualmente manifiesta un inoxidable optimismo. De hecho, raramente la avalancha de informes que preceden cada COP habrá traído tan sombrías previsiones.
Según uno de los más recientes, el Emissions Gap Report 2021, puesto en línea en el sitio del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), “el objetivo 1,5°C″ en 2100 solo podría ser alcanzado al precio de una reducción a la mitad en ocho años de las emisiones mundiales de gas a efecto invernadero (GEI). Pero lo que se anuncia es todo lo contrario: un nivel de calentamiento esperado de 2,7°C de aquí a fines de siglo. Es decir, el doble.
Esta previsión se apoya esencialmente en los compromisos voluntarios que cada Estado debe tomar para reducir sus emisiones de GEI, según lo estipula el Acuerdo de París; compromisos que deben ser actualizados cada cinco años. La hora del primer balance llegó justamente en vísperas de la COP26, postergada de 2020 a 2021. Y será en ese marco que los Estados deberán acordarse sobre los esfuerzos suplementarios que tendrán que hacer para recuperar la trayectoria “1,5″.
Ausencia de China y Rusia
El trabajo será titánico. El 25 de octubre, 143 Estados de los 191 que deben plegarse a ese ejercicio (61% de las emisiones de GEI del planeta) habían asumido nuevos compromisos. China, primer emisor mundial (27% del total) transmitió oficialmente los suyos a Naciones Unidas el jueves pasado, tres días antes del inicio de la conferencia. Pekín retoma los objetivos de su hoja de ruta: alcanzar su pico de emisiones “antes de 2030″ y la neutralidad carbono “antes de 2060″. Su presidente, Xi Jinping no estará en Glasgow. Signo tal vez de que Pekín no tiene intensiones de ir mucho más lejos. Con el mismo objetivo de neutralidad carbono, Rusia tampoco estará representada por el líder del Kremlin, el presidente Vladimir Putin.
Por el contrario, después de haber dejado planear el suspenso, el primer ministro indio, Narendra Modi, hará el viaje, manteniendo así la esperanza de que su inmenso país asuma nuevos compromisos. Hasta hoy, la India, segundo contaminador del planeta, no ha publicado un nuevo NDC. Los otros países que más emiten, como los del Golfo y Australia, volvieron a comprometerse, aunque en forma bastante aleatoria.
En cuanto a Estados Unidos, donde la actitud de Washington cambió sensiblemente tras la llegada del demócrata Joe Biden, la Casa Blanca promete una reducción de 50 a 52% de sus GEI antes de 2030. El resto del planeta espera ver para creer.
Para mantener la trayectoria hacia un calentamiento limitado a 1,5°C, “el mundo necesitaría siete veces más de ambición”, alertó Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas. A su juicio, también serían necesarias cuatro veces más de ambición para tan siquiera no ir más allá de los +2°C, objetivo alternativo del Acuerdo de París.
A esto habría que agregar que los compromisos de reducción nunca estarán a salvo de la coyuntura. La producción mundial de combustibles fósiles, que debería comenzar a disminuir inmediatamente, volvió a dispararse, según otro informe del PNUMA. Hoy, las previsiones de los gobiernos para 2030 son dos veces superiores a una producción compatible con los acuerdos de París.
China, que dice querer limitar a menos de 20% el uso de sus recursos energéticos antes de 2060, volvió a importar hulla de Australia. En cuanto al número de centrales a carbón que construye o proyecta, aun reducido, sigue representando más de la mitad (55%) de todas las que deben ser construidas en el mundo.
El otro gran desafío de la COP26 que comienza este domingo será mantener en su seno a los países del Sur, cuya confianza en el Norte se erosiona. Los 100.000 millones de dólares anuales que estos les prometieron en la COP de Copenhague para 2020 para ayudarlos a enfrentar el impacto del cambio climático no deberían llegar en su totalidad -en el mejor de los casos- antes de 2023.
Motivo suficiente para alimentar un sentimiento de exclusión a los que se sumaron las condiciones de organización de esta COP26. Las medidas de seguridad sanitaria ligadas al Covid-19 recortaron sensiblemente los efectivos de las delegaciones de numerosos países del Sur, impidiéndoles participar en las negociaciones en un pie de igualdad con los Estados más ricos.
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