La cultura del espionaje deja a Obama en las sombras
Washington
El jueves pasado, cuando el presidente Barack Obama llamó a la canciller alemana, Angela Merkel, tenía varios temas importantes que tratar: debía consultar con su estrecho aliado y convencer a los dubitativos europeos de presionar más a Rusia para que ponga fin a sus incursiones encubiertas en Ucrania.
Lo que Obama no sabía era que el día anterior un joven agente de inteligencia alemán había sido arrestado y había admitido estar pasando secretos alemanes a la CIA.
Aunque Merkel optó por no sacar el tema durante la conversación telefónica, el hecho de que nadie informara al presidente sobre el operativo de espionaje que había quedado expuesto, y en momentos en que las relaciones bilaterales atraviesan un momento particularmente difícil, llevó a los funcionarios de la Casa Blanca a preguntarse quién -dentro de la cadena de mando de la CIA- estaba al tanto del caso y por qué esa información no llegó a la Oficina Oval antes de la llamada.
Los detalles de este caso de espionaje aún son oscuros. Los funcionarios de inteligencia se negaron a hacer comentarios, y sigue sin quedar claro lo que el agente alemán les dijo a las autoridades.
Pero el episodio arroja luz sobre las tensiones que surgen del choque de la cultura del espionaje y la cultura de la gobernanza, la primera impulsada por la necesidad de extraer la mayor cantidad posible de información secreta, y la segunda, de priorizar los objetivos diplomáticos.
También profundiza el problema que emergió hace un año, cuando se supo de las prácticas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) a través de las revelaciones del "topo" Edward Snowden: ¿los costos de espiar a los aliados no superan los beneficios?
A los altos funcionarios de la Casa Blanca los preocupa que estas recientes acusaciones traben las relaciones con Alemania justo cuando Obama y Merkel se esfuerzan por dejar atrás la desconfianza que se generó tras las revelaciones de Snowden, incluida la de las escuchas al celular de Merkel por parte de la NSA.
Para estos funcionarios, lo más desconcertante es que la CIA no haya informado a la Casa Blanca sobre que su agente -un empleado de 31 años del BND- había quedado expuesto, ya que había sido arrestado el día anterior a la llamada entre los mandatarios. Según los informes de la prensa alemana, la CIA habría estado al tanto desde hace tres semanas de que el agente era monitoreado por las autoridades alemanas.
Preocupación
Una cuestión central, dijo un funcionario norteamericano, es hasta dónde llegó la información en la cadena de mando de la CIA: ¿quedó bloqueada al nivel del jefe de operaciones en Berlín o fue transmitida a los altos mandos, incluido el director, John Brennan, responsable de informar a la Casa Blanca?
Más allá de su preocupación, Obama no tiene planeado hacer ningún gesto de acercamiento hacia Merkel, según un funcionario norteamericano, que agregó que algunos miembros del gobierno sienten que Alemania no debería sobreactuar una respuesta.
Durante el último año, el gobierno alemán trató de utilizar las revelaciones de Snowden como una herramienta de presión para negociar un pacto de no espionaje entre Washington y Berlín. Estados Unidos tiene pactos similares con otros países. Pero la Casa Blanca se resiste a avanzar con el acuerdo, por miedo a que otros países empiecen a pedir pactos semejantes.
Algunos también cuestionan el valor que pueda tener espiar a Alemania. Esas operaciones amenazan la estrecha relación de cooperación que forjaron los espías alemanes y norteamericanos en los últimos años.
"Espiar a los alemanas finalmente se te vuelve en contra", señaló un ex agente de la CIA en Europa.
Las revelaciones de la semana pasada llegaron, además, en un momento delicado: Obama necesita del apoyo de Merkel para imponer sanciones adicionales contra Rusia por su participación en la crisis ucraniana. Alemania, con fuertes lazos energéticos con Rusia, tiene más de una razón para resistirse, a pesar de que Merkel ya demostró que su paciencia con Putin está llegando a su límite.
Las autoridades norteamericanas también pretenden fuertes sanciones financieras para los bancos alemanes, incluidos el Commerzbank y el Deutsche Bank, por tener tratos con Irán y otros países de la lista negra de Estados Unidos. El Estado alemán es dueño del 17% de Commerzbank, un prenuncio de mayores tensiones.
Traducción de Jaime Arrambide
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