La crisis en Perú se regionaliza con López Obrador como protagonista
Tras el comunicado conjunto con la Argentina, Colombia y Bolivia, el mandatario mexicano dijo que “Castillo sigue siendo el presidente”, afirmó que la relación con Lima está “en pausa” y rechazó las acusaciones de “injerencismo”
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LIMA.– “Quisiera exhortar a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional para que depongan las armas y dejen de matar a este pueblo sediento de justicia”. La proclama de Pedro Castillo este martes ante la Corte Suprema evidenció que el expresidente destituido ha recuperado el brío perdido durante su fallido golpe de Estado, gracias al doble desafío que en estos momentos enfrenta Perú: la presión internacional de cuatro mandatarios izquierdistas y la ola de violencia en las calles.
La Patria Grande rompió barreras diplomáticas y límites históricos para apoyar al golpista y para, de forma sorprendente, desconocer a la presidenta peruana, Dina Boluarte. A través de un comunicado conjunto, los gobiernos de México, la Argentina, Colombia y Bolivia manifestaron el lunes que su aliado peruano “fue víctima de un antidemocrático hostigamiento para luego ser objeto de un tratamiento judicial violatorio”.
Castillo cuenta desde hace meses con el apadrinamiento político del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, que asegura que su amigo es víctima del racismo. Fue el propio líder mexicano quien lideró la respuesta conjunta de los gobiernos izquierdistas de la región, con la excepción de Chile y con la ausencia estratégica de Venezuela y Cuba.
“Lo que está haciendo nuestra diplomacia es analizar los acontecimientos que se están presentando y unirse con otros países para una salida democrática”, explicó López Obrador, que además volvió a la carga para rechazar las acusaciones de “injerencismo” lanzadas desde Lima por la nueva Cancillería, dirigida por la viceministra de Exteriores del último gabinete Castillo, Ana Cecilia Gervasi.
López Obrador exige reconocer a Castillo con el argumento de que el abanderado del partido marxista leninista Perú Libre (PL) ganó las elecciones “y no se lo puede sustituir”. Y si esto ocurre es que hay una “falla antidemocrática de origen”
De esta forma, las relaciones entres ambos países se han puesto “en pausa” por orden del mexicano, lo que conlleva que su embajador se mantenga en Lima, al menos de momento. Al líder populista mexicano no parece importarle que el destituido presidente ordenara sin éxito la disolución del Congreso, la instauración de un gobierno de emergencia, la puesta en marcha de un toque de queda, la detención de la fiscal general y la intervención de tribunales y poderes públicos.
Boluarte, ignorada por los cuatro gobiernos de la región, ha presentado una propuesta para adelantar las elecciones generales (presidenciales y parlamentarias) a abril de 2024, aunque en el Parlamento también se baraja una hoja de ruta para que éstas se lleven a cabo el año que viene. En sus últimas declaraciones, la sucesora de Castillo ha insinuado que sería necesario acortar aún más los plazos.
“Lamentable que estos gobiernos respondan a la grave crisis en Perú victimizando a Castillo, que intentó disolver el Congreso en medio de investigaciones de corrupción. América Latina debe apoyar a Perú defendiendo el Estado de derecho”, criticó Juanita Goebertus, directora para las Américas de Human Rights Watch (HRW).
Boluarte sí cuenta con el apoyo renovado de Estados Unidos, tal y como le confirmó este martes la embajadora Lisa Kenna. “Instamos a la calma entre todas las partes”, señaló la legación estadounidense el pasado lunes.
Medida extrema
“Es un comunicado francamente chocante y sin precedentes”, advirtió a LA NACION el internacionalista Alonso Gurmendi. “En América Latina, tierra de la Doctrina Estrada, el no reconocimiento de gobiernos es una medida extrema. El caso de Juan Guaidó [presidente encargado de Venezuela] así lo demostró, empujando los límites de la región al extremo porque había un presidente cometiendo delitos de lesa humanidad y que carecía de toda legitimidad democrática, como Nicolás Maduro. El reconocimiento de Guaidó fue una medida desesperada para encontrar a alguien con legitimidad democrática y hacerlo, incluso en esas circunstancias, casi partió en dos a la región. Imagina ahora en esencia hacer lo mismo: decir que Boluarte no es la presidenta correcta para Perú, pero no porque sea una dictadora, sino la sucesora legítima de la democracia peruana. Más bien al que se quiere reconocer es a quien hizo un golpe de Estado y perdió legitimidad democrática”, redondea Gurmendi.
El mandatario mexicano olvida que los peruanos también eligieron en las urnas al Congreso y que otros parlamentos peruanos forzaron la vacancia o dimisión de los presidentes Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra y Manuel Merino.
“Al menos estaríamos ante un manejo flexible de la ‘soberanía’ y la ‘no injerencia’: cuando son aliados la no injerencia se amplía, como con Cuba, y cuando no son aliados se restringe, como con Perú. Es evidente que aplican de una forma acomodaticia los conceptos”, concluye para este diario Johanna Cilano, profesora e investigadora de la Red de Politólogas.
El apoyo internacional de los cuatro gobiernos tuvo repercusiones inmediatas, ya que llegó en el mejor momento para los protestantes, incluso dio alas a quienes se concentran frente a la División Nacional de Operaciones Especiales (Dinoes), el cuartel limeño donde está detenido Castillo, y a los radicales que enfrentan a la Policía en las inmediaciones del Congreso y la Fiscalía.
“Perú sufre un doble desafío al Estado, pero internamente habrá respuestas institucionales y las Fuerzas Armadas están con el nuevo gobierno. También se producirá una respuesta diplomática”, adelanta para LA NACION la analista Maite Vizcarra.
Una respuesta diplomática muy comedida de momento, pese a que “el comunicado de los cuatro países solo exacerba las protestas. Los Estados amigos normalmente llaman a la calma y piden diálogo, no echan leña al fuego de otro país, mientras este se quema”, concluye Gurmendi.
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