La contraofensiva agudiza la vulnerabilidad de Vladimir Putin y despierta las intrigas en el Kremlin
Funcionarios del gobierno aseguran que no se están cumpliendo los objetivos de la “operación especial”; los rusos empiezan a cuestionar la guerra
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LONDRES.- El arranque de la tan anunciada contraofensiva ucraniana para recuperar el territorio ocupado ilegalmente por Rusia el año pasado agudiza la vulnerabilidad política de Vladimir Putin, que hasta tuvo que reconocer el “potencial ofensivo” de las fuerzas militares de Kiev.
Fuentes internas aseguran que en la dirigencia rusa hay profunda inquietud por el poder de fuego del armamento aportado por Occidente y temor ante la posibilidad de que los ucranianos logren cortar el “puente terrestre” que los rusos abrieron a través del sudeste de Ucrania hasta la península de Crimea, asestándole al Kremlin un duro revés anímico y militar.
Además, las luchas intestinas entre los comandantes rusos en el frente de batalla, los ataques con drones sobre Moscú, y una inédita oleada de incursiones de grupos paramilitares en la región occidental de Rusia que bordea con Ucrania suscitan dudas sobre el verdadero poder de control que tiene Putin sobre la actual situación, según varios dirigentes e integrantes de la élite rusa que preservaron su anonimato por temor a represalias.
“El gobierno enfrenta un grave desafío”, dice un muy informado miembro de los círculos diplomáticos rusos con llegada al poder.
La señal del recrudecimiento de esas tensiones internas salió a la superficie hace pocos días durante una conferencia sobre el futuro de Ucrania, cuando Konstantin Zatulin, un influyente parlamentario muy cercano a la cúpula del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la agencia de inteligencia rusa, manifestó que hasta ahora Rusia había fracasado en todos sus objetivos bélicos, y que algunos de esos objetivos, de hecho, “ya no tienen el menor sentido”.
“Cuáles son los objetivos que nos fijamos al iniciar esta operación militar especial?”, se preguntó Zatulin, usando el término del Kremlin para referirse a la guerra. “Todos los recordarán: desnazificar y desmilitarizar Ucrania, lograr su neutralidad, y defender a los habitantes del Donetsk y Lugansk. ¿Logramos resultados en alguno de ellos? En ninguno”.
Para Tatiana Stanovaya, fundadora de la consultora R-Politik, “en la élite rusa hay un clima muy sombrío, porque no entiente los planes de Putin y dudan de que esté manejando bien la situación. Esto se viene cocinando desde hace tiempo, pero la preocupación es cada vez mayor.”
El diplomático antes mencionado dice que el clima en el gobierno se terminó de ensombrecer la semana pasada, cuando Occidente propuso acuerdos de seguridad a largo plazo con Ucrania. De concretarse, Kiev tendría garantizado el flujo de armas durante un periodo de muchas años, como alternativa de su incorporación inmediata a la OTAN.
“Y esa es la principal preocupación de la dirigencia rusa”, dice el diplomático. “Aunque no ingrese a la OTAN, con un arsenal de última generación y un ejército modernizado Ucrania se convertiría en una amenaza existencial para Rusia”.
“En mi opinión, todo esto termina siendo un incentivo para que Rusia siga con su operación militar”, señala el diplomático.
Putin parecía dar por descontado que el apoyo de Occidente a Ucrania terminaría flaqueando, sobre todo en vísperas de las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, donde algunos republicanos se resisten a seguir brindando estos altos niveles de ayuda a Ucrania. Pero esa convicción se está erosionando, apuntan desde el interior del Kremlin.
Según el diplomático, “hay señales incipientes” de que Rusia estaría dispuesta a hacer algunas concesiones. Margarita Simonyan, jefa de canal estatal de propaganda rusa RT y un verdadero “halcón” del Kremlin, dijo este mes que el conflicto está “congelado” en las actuales líneas de frente y que se debe llamar a referéndum para saber si los habitantes de los territorios ocupados quieren ser parte de Rusia o de Ucrania. Caso contrario, advirtió Simonyan, Ucrania seguramente empezaría a usar las armas de largo alcance suministradas por Occidente para atacar el territorio ruso.
“De por sí, eso ya implica una revisión de la posición oficial de Rusia”, apunta el diplomático.
Pero otros advierten que las palabras de Simonyan son otra jugarreta propagandística del Kremlin, porque cualquier intento de congelar el conflicto en las actuales líneas de frente solo apunta a ganar tiempo para que el ejército ruso se rearme y contrataque.
“En el Kremlin, todos son conscientes del peligro que entraña la contraofensiva ucraniana”, dice Stanovaya, la analistas política. “Y nada les conviene más que congelar el conflicto en su punto actual, porque eso daría tiempo para que se quiebre la unidad militar de Ucrania con Occidente”.
Ni siquiera los bombardeos y ataques con drones sobre regiones fronterizas de Rusia, como Belgorod, movieron al Kremlin de su posición oficial, y sus voceros minimizaron la gravedad de esas incursiones y redujeron al mínimo la cobertura de los hechos en los medios estatales. Pero el resentimiento entre los rusos va en aumento…
“¡Hasta cuándo! Primero las zonas fronterizas, ahora los alrededores de Belgorod”, disparó en las redes sociales uno de los residentes de la zona. “Nosotros apoyamos la Operación Militar Especial porque creíamos que alejaría esa amenaza de nuestras fronteras, pero ocurrió todo lo contrario”.
Y otro usuario se preguntó: “¿En qué está pensando Putin? ¿Qué decisiones está tomando?”
El Kremlin les resta trascendencia a los ataques transfronterizos porque los considera otro intento de Kiev por desviar a las tropas rusas de la defensa de la primera línea de frente, apunta Sergei Markov, un consultor político con llegada al Kremlin. Por el contrario, Rusia está enfocada en derrotar la contraofensiva ucraniana y luego aprovechar la oportunidad que le presenta un adversario debilitado para ocupar más territorio, señala Markov.
Los ataques con drones sobre Moscú apuntan contra los lujosos complejos residenciales donde viven los miembros de la élite rusa, y empiezan a tener “un grave impacto psicológico en la gente”, advierte un empresario ruso, sobre todo porque hasta hace poco tiempo, en Moscú la guerra era apenas un lejano ruido de fondo. El empresario dice que la oleada de ataques en territorio ruso podría fortalecer la posición de los halcones, que le reclaman al Kremlin la instauración de ley marcial y el cierre de las fronteras, y agrega que también podrían recrudecer las disputas entre quienes buscan asegurar su posición y su fortuna.
Las provocaciones públicas del jefe del grupo mercenario Wagner y estrecho aliado de Putin, Yevgeniy Prigozhin, contra la cúpula militar rusa por el descalabro de la guerra sirven como “canal de desahogo” y se dan con total anuencia de Putin, porque son críticas que vienen de alguien que presenta a sí mismo como un patriota, apunta la analista política Stanovaya.
“Pero en determinado momento”, dice Markov, el analista político con llegada al Kremlin, “esa lucha intestina entre las facciones de la élite que rodean a Putin puede espiralizar y salirse de control”.
Por Catherine Belton y Francesca Ebel
(Traducción de Jaime Arrambide)
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