La construcción del Estado profundo del chavismo
MADRID.- Se denomina Estado profundo una serie de rodamientos internos de un país, encarnados en personalidades o entidades que ejercen un poder manifiesto sin que desempeñen por ello cargo o función oficial.
El término suele referirse despectivamente al Tercer Mundo, pero en las democracias occidentales existe también, sólo que injertado tan genéticamente en la médula estatal que cabe olvidar que existe o aún considerarlo plenamente legítimo.
En la Venezuela chavista también hay un Estado profundo, pero, quizá, porque no ha tenido tiempo de biologizarse con el poder, aparece a la vista de todos con su inagotable capacidad de acción. Y ello hace particularmente enigmático que el presidente Nicolás Maduro, con motivo de las masivas marchas de la oposición, la acuse de intenciones golpistas como si no tuviera la situación perfectamente controlada.
En sus 14 años de mandato, el gobierno chavista construyó un armazón-coraza del sistema, aparentemente invulnerable. Hay una milicia bolivariana, de 120.000 voluntarios, a los que se da instrucción paramilitar con armamento moderno, que podría parecer un ejército bis, por si a éste le diera por desmandarse.
En una versión más de barrio están los llamados colectivos, bandas de militantes extremos que patrullan e intimidan.
Pero como es mejor prevenir que curar, el presidente Maduro se ha volcado en hacer partícipes y garantes del sistema a las fuerzas armadas, a las que llama bolivarianas para subrayar que ésta es otra Venezuela.
Para disfrute del estamento armado existen Bancofanb, institución financiera al servicio del ejército; Construfanb, otro tanto en el campo de la construcción; salió recientemente al aire un canal militar, y completa la galería de sinecuras la Unefa, Universidad Nacional Experimental de las fuerzas armadas bolivarianas.
En menos de un año, Maduro nombró a casi 400 oficiales a cargos de alta responsabilidad fuera del ámbito castrense; 11 ministros y 10 viceministros son militares no sólo en seguridad y defensa, sino en todos los sectores de la economía, más industria, energía eléctrica y alimentación.
Esta militarización del Estado sólo puede responder a una inquietud: únicamente el ejército podría derrocar al chavismo, y no en vano el Nuevo Herald, de Miami, publicó en octubre pasado un manifiesto de 45 altos jefes retirados que pedían impúdicamente el golpe de Estado.
A este bastión central se añaden ya, más en la periferia, 30.000 o 40.000 cubanos, asesores y profesionales, e instituciones como el Frente Francisco Miranda, también con miles de afiliados, que actúa en tiempo electoral informando y redoblando su presión sobre el público.
Idénticos resultados persigue la democracia occidental, pero con un sigilo y una capacidad de convencimiento más sutiles.
Nicolás Maduro no es un gran orador, pero se le entiende todo cuando dice que su gobierno "va más allá de la legitimidad política, electoral, constitucional, pues abarca varias dimensiones". Todas aquellas que mantengan, dentro de un pluralismo acotado, al chavismo en el poder.
Un reclamo a "los vecinos"
Es hora de que "los vecinos de Venezuela usen su influencia, antes de que el caos se vuelva incontenible", sostuvo ayer The Washington Post en un editorial. "El desmoronamiento de Venezuela de bería ser una visión aterradora para vecinos como Brasil, que apoya tercamente a Maduro y a Hugo Chávez, incluso cuando éstos hundían lo que una vez era el país más rico de América latina". "Lo que se necesita ahora es presionar al gobierno para que detenga su uso de la fuerza", agregó el Post.."
© El País SL
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