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En una sala muy iluminada en un complejo industrial hay filas de sillas vacías colocadas frente a un sencillo atril de madera. Los Testigos de Jehová de Hamburgo, en Alemania, cancelaron todos los servicios tras el tiroteo del jueves en otro salón de reuniones de la ciudad donde murieron siete personas, incluido un bebé por nacer.
El ataque tuvo lugar poco después de que los fieles terminaran su servicio. La policía les dijo que no pueden descartar la posibilidad de otro ataque de imitación, señala Michael Tsifidaris, que habla en nombre de la comunidad aquí.
Está elegantemente vestido con un traje de negocios, pero parece exhausto. Es claro que todavía está profundamente conmocionado. Dos de sus amigos murieron en el ataque. Nos dice que pasó la noche del jueves con sobrevivientes en el hospital y en la comisaría. Pero también consoló a los familiares mientras esperaban noticias de sus seres queridos en un centro de emergencia arreglado apresuradamente.
“Es difícil de imaginar: un grupo de personas se sientan juntas durante una noche en la iglesia, leen la Biblia, cantan, oran juntas. Luego pasan un par de minutos para hablar entre ellas después de la reunión”, cuenta. “Luego, de repente, una escena de amor se convierte en una escena de odio y muerte”, agrega.
El hecho de que el asesino haya sido miembro de la comunidad de Testigos de Jehová aquí hace que la tragedia sea particularmente difícil de sobrellevar. Hay alrededor de 4000 Testigos de Jehová en Hamburgo y sus alrededores. La comunidad está dividida en congregaciones más pequeñas, cada una con su propio lugar de reunión, conocido como Salón del Reino.
Los detectives que investigan el tiroteo dijeron que el atacante dejó a los Testigos de Jehová en términos que “no eran buenos”. Tsifidaris señala que no sabe por qué el hombre se fue, que no lo conocía personalmente. Parece renuente a hablar de él.
Los que dejan a los Testigos de Jehová a menudo son “desasociados” o distanciados por la mayoría de los miembros de la comunidad; una práctica a la que a veces se hace referencia como “evitar”.
“Rezamos juntos, lloramos juntos”
La policía reveló que recientemente recibió una carta anónima en la que el autor advertía que el atacante tenía un arma, era mentalmente inestable y albergaba ira contra los grupos religiosos, incluidos los Testigos de Jehová. “Dejó la comunidad hace dos años y ahora, de repente, aparece y actúa en contra de todos los principios que defendemos”, dice Tsifidaris.
“Lo que sabemos es que en el contexto religioso hay una comunidad que él conoce, hay una comunidad de la que era parte, así que esta es una comunidad en la que enfocó su odio. Conocía las premisas, conocía los arreglos”, agrega.
Por ahora, la comunidad se reúne en internet. Tsifidaris, que se refiere a sus compañeros como hermanos y hermanas, habla a menudo del consuelo que encuentran al apoyarse unos a otros. “Rezamos juntos, lloramos juntos”, afirma.
Piensa principalmente en aquellos que permanecen gravemente heridos en el hospital. Está convencido de que su tratamiento no se ve comprometido por la negativa a aceptar transfusiones de sangre; los testigos de Jehová creen que Dios lo prohíbe.
Todavía no están fuera de peligro, asegura, pero los médicos dicen que hay muchas posibilidades de que la mayoría sobreviva. Por ahora, la atención se centra en apoyar a los afligidos y traumatizados. Nadie, dice, se queda solo en su dolor. Este ataque dejó a una ciudad de luto y a una comunidad conmocionada y horrorizada. Según Tsifidaris, sanar tomará años.
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