La Catedral de Notre Dame volvió a abrir sus puertas al mundo: las presencias, los discursos y lo que dejó la ceremonia en París
El presidente Emmanuel Macron encabezó la reinauguración con la presencia de 1500 invitados luego de cinco años de trabajos de restauración
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PARÍS.– El corazón espiritual de París volvió a latir este sábado cuando la Catedral de Notre-Dame fue oficialmente reinaugurada cinco años después de haber sido prácticamente devastada por las llamas. La ceremonia oficial se realizó en presencia del presidente francés, Emmanuel Macron, que expresó “el agradecimiento de la nación”, y de medio centenar de jefes de Estado extranjeros. Tras casi dos horas, los 8000 tubos del célebre órgano volvieron a invadir de música el edificio, como un símbolo de retorno de la vida, tras 2058 días de silencio.
Donald Trump, Jill Biden acompañada por su hija, Volodimir Zelensky con su mujer, el príncipe Guillermo de Inglaterra, el príncipe Alberto de Mónaco, el presidente de Italia Sergio Mattarella, los reyes de Bélgica, el presidente de LVMH, Bernard Arnaud con su esposa, Elon Musk, la primera ministra italiana Georgia Meloni, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier, el gran duque de Luxemburgo y su esposa, el presidente de Congo Denis Sassou Nguesso… Cerca de 50 jefes de Estado y decenas de potentados —en su mayoría donantes para la reconstrucción—, respondieron positivamente a la invitación de Macron de asistir a la ceremonia.
Inaugurada por primera vez en 1345, Notre-Dame de París es el resumen de la historia de Francia. En 800 años, el inigualable edificio construido en el corazón de la Ile de la Cité, en medio del Sena, fue escenario de la coronación de Napoleón Bonaparte en 1804, la beatificación de Juana de Arco en 1909, la celebración de la Liberación de París en 1944. Sin contar con San Luis, que depositó en 1239 la corona de espinas de Cristo o la boda de Maria Estuardo, reina de Escocia, con Francisco II, hijo de Enrique II.
Una vez más, la ceremonia de este sábado estuvo cargada de simbolismo y de emoción. Y fue iniciada con el antiquísimo rito de la apertura de la Puerta del Juicio Final cuando, exactamente a las 19:10, el arzobispo de la capital, monseñor Laurent Ulrich, golpeó con su cayado tres veces consecutivas la hoja de la izquierda, recibiendo cada vez del interior la respuesta del coro angélico y solo logrando su objetivo la tercera vez.
Detrás suyo, en una jornada lluviosa y tristemente fría, como suelen ser los días de diciembre en París, esperaban de pie el presidente Macron, su esposa Brigitte y la alcaldesa de la capital, Anne Hidalgo. Cuando las puertas se abrieron por fin, las 16 campanas de la catedral —entre ellas la principal, denominada “Emmanuel”, desde el año 1600—, comenzaron a sonar.
Fueron la lluvia y los vientos huracanados de la tormenta Darragh que obligaron a cambiar el programa. Previsto para desarrollarse en la plaza exterior de la catedral, los organizadores tuvieron que modificarlo a último momento. Un cambio que no debe haber disgustado al presidente francés, cuya intención primera había sido pronunciar su discurso al interior del edificio, resplandeciente de luz y belleza, y que cambió de idea ante la oposición de la diócesis de la capital.
Al interior, ubicado en primera fila, en una de las 1500 sillas de roble fabricadas para la ocasión, se hallaba un Donald Trump visiblemente aburrido durante toda la ceremonia. Pocas horas antes, el presidente electo de Estados Unidos había sido recibido en el Palacio del Elíseo por Macron, quien enseguida se dijo en X “orgulloso de la amistad entre ambos países” y se declaró “dispuesto a enfrentar juntos los desafíos” que los esperan.
Pocos minutos después, Trump y el presidente ucraniano Volodimir Zelesnky dejaron el Elíseo tras haber mantenido una reunión trilateral de unos 30 minutos en presencia de Macron. A su llegada a Notre-Dame, el jefe del Estado ucraniano —que calificó el encuentro con Trump de “muy positivo”— fue aplaudido por los asistentes.
“Todos queremos que esta guerra termine lo más rápido posible y en forma justa”, había declarado poco antes a la prensa.
Una de las sorpresas de la ceremonia fue la presencia inesperada del multimillonario Elon Musk. El futuro ministro de la Eficacia Gubernamental de Estados Unidos, propietario de Tesla y de X, no había anunciado que viajaría a París para la ocasión.
Tras la difusión de un corto filme sobre el incendio del lunes 15 de abril de 2019 y la reconstrucción de Notre-Dame, decidida tres días después por Macron, los servicios de bomberos, así como los 2000 artesanos de la nueva catedral fueron ovacionados por los presentes.
Uno es un célebre violinista, el otro un virtuoso del violoncelo. Los hermanos Renaud y Gautier Capuçon tocaron la “Passacaille” de Georg Friedrich Haendel frente a un público visiblemente fascinado por la magia de las cuerdas en la renovada Notre-Dame.
“Hemos venido aquí para expresar la gratitud de la nación a todos aquellos que salvaron a Notre-Dame de París”, así como a “todos los presentes en el momento en que nos aprestamos a devolverla a los católicos, a París, a Francia y al mundo”, dijo Macron en su discurso.
Visiblemente emocionado, el jefe del Estado francés, que no dejó pasar una semana sin visitar la obra en estos cinco años, recordó que “bien podríamos haber dejado de oír las campanas para siempre”. Recordando ese luctuoso 15 de abril de 2019, agregó: “La piedra, la madera, los vitrales… podrían haber desaparecido”.
“Aquella noche, miedo y desgracia se habían reunido. El encadenamiento de la mala suerte y el viento del este que se levantó en el peor momento elevando las llamas hacia la torre norte”, recordó, destacando “el coraje” de los bomberos “escalando la fachada, sumergiéndose en el fuego para evitar que las 16 campanas cayeran a tierra derrumbando todo el edificio”.
Por fin, dando un sesgo mucho más político a su alocución, el presidente señaló que “nuestras catedrales también son mortales”. Sin embargo, “optamos por la voluntad, pusimos rumbo a la esperanza, dándonos el objetivo de reconstruir Notre-Dame todavía más bella que antes”.
“La catedral es una metáfora feliz de lo que debe ser una nación y el mundo. Notre-Dame nos dice que nuestros sueños, incluso los más audaces, solo son posibles gracias a la voluntad de cada uno y el compromiso de todos. Nos dice hasta qué punto el sentido de la trascendencia nos ayuda a vivir en el mundo”, dijo.
“Las campanas de Notre-Dame acaban de sonar nuevamente, el órgano se despertará en pocos minutos, los fieles vendrán a orar, el mundo recuperará la catedral reconstruida y todavía más bella. Y nosotros deberemos conservar como un tesoro esta lección de fragilidad, de humildad y de voluntad. Y nunca olvidar cuánto cuenta cada uno y cómo esta catedral es inseparable del trabajo de todos”, agregó el presidente francés, en un mensaje no solo dirigido a la clase política francesa, que acaba de sumergir al país en una de las peores crisis del siglo XXI, sino también a los dirigentes extranjeros presentes que, a partir del 20 de enero, con la toma de poder de Trump, tendrán que tomar difíciles decisiones.
Gran ausente de esta celebración, el papa Francisco hizo llegar un mensaje a los fieles de París a través de una misiva leída por su nuncio apostólico. En ella, el jefe de la Iglesia católica pareció confirmar su percepción de la Iglesia de Francia, afirmando “esperar un signo profético de su renovación”.
Informado del debate que agitaron hace semanas algunos medios de la cultura, después que la ministra del sector, Rachida Dati, sugirió la posibilidad de hacer pagar la entrada a la catedral, Francisco pidió “acoger generosa y gratuitamente” a los visitantes de Notre-Dame. “Yo sé, que las puertas les serán ampliamente abiertas”, escribió.
Por fin, bendecido por monseñor Ulrich, el gran órgano de Notre-Dame comenzó a sonar por primera vez después de una extraordinaria restauración. Ese instrumento de 13 metros de altura y de tres siglos de vida, el más grande de Francia, no había sido directamente afectado por el fuego. Pero sus 8000 tubos, llenos de polvo de plomo, tuvieron que ser desmontados uno a uno y limpiados lejos de la catedral. Afinarlo y devolverle su armonía llevó meses a los artesanos.
Terminada la ceremonia, los jefes de Estado y de gobierno se trasladaron al Palacio del Elíseo donde los esperaba una cena oficial. En el patio de la catedral, esta primera jornada de inauguración concluyó con un concierto con la participación de artistas como Vianney, Clara Luciani, Angélique Kidjo o la orquesta filarmónica de Radio France.
Más de 4000 policías y gendarmes garantizaron la seguridad en los alrededores de la catedral, donde la circulación fue interrumpida a partir de las siete de la mañana. A pesar del mal tiempo, cerca de 40.000 personas se trasladaron hasta las inmediaciones del edificio, donde se instalaron pantallas gigantes para seguir la ceremonia.
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