La catastrófica crisis humanitaria que vive Sudán contada por una psicóloga argentina de Médicos Sin Fronteras
Delfina Bonorino, de 34 años, brindó ayuda humanitaria a otros países sumidos en el caos, pero nada iguala a la situación de este país en el noreste de África, sumido en una guerra civil que disparó la mayor oleada de desplazados internos del mundo
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Mientras la comunidad internacional busca encontrar un acuerdo que logre una paz duradera en la guerra en la Franja de Gaza e intenta mantener en pie a Ucrania en su lucha contra la invasión rusa, en el noreste de África se prolonga la crisis en Sudán, un conflicto en gran medida ignorado que ha provocado consecuencias devastadoras, con una cuarta parte de la población obligada a escapar de sus hogares por la violencia y más de 28 millones de personas en necesidad de asistencia humanitaria.
Como consecuencia de los mortales combates entre las Fuerzas Armadas Sudanesas y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido, que estallaron el 15 de abril de 2023, 2 millones de personas tuvieron que buscar refugio fuera de sus fronteras en países vecinos como Chad, Egipto y Sudán del Sur, y otras 10,8 millones fueron forzadas a desplazarse dentro del país para huir de los combates, en lo que implicó la mayor crisis de desplazamiento interno del mundo, según reportaron organismos internacionales.
Además, la violencia condujo a que el sistema de salud, de por si deficiente, se vea al borde del colapso con apenas entre el 20 y el 30% de los centros de salud funcionando correctamente dejando a dos tercios de la población sin acceso a la salud, de acuerdo a la información del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), mientras la población enfrenta escasez de agua, alimentos y servicios básicos. Para fines de 2023, el 37% padecía inseguridad alimentaria aguda, una consecuencia directa de una disrupción en los mercados, la agricultura y las cadenas de suministros de alimentos.
“La situación humanitaria es catastrófica y no solo por las víctimas directas de la violencia”, estimadas en más de 15.000, dijo a LA NACION Helena Cardellach, directora de operaciones de Médicos Sin Fronteras en Sudán. “Esta guerra tiene un impacto regional: en los países de acogida como Chad y Sudán del Sur con crisis internas propias ahora llegan millones de desplazados. Es preocupante”.
El Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos estima que a medida que el conflicto se expandió en este último año, muchos desplazados internos se vieron obligados a moverse más de una vez porque sus refugios quedaron atrapados entre los tiroteos y bombardeos.
La necesidad es evidente en los campos de refugiados, que están sobrepoblados ya que ahora se asientan tanto refugiados de Sudán del Sur, Eritrea y Etiopía como población local. En uno de estos campos, ubicado en el estado sureño de Nilo Blanco, durante tres meses trabajó con Médicos Sin Fronteras (MSF) la argentina Delfina Bonorino, psicóloga y especialista en políticas públicas para el desarrollo humano, quien llevó adelante tareas de gestión de involucramiento para generar un enlace entre la organización humanitaria y las comunidades locales.
“A causa del conflicto muchísimas nuevas familias se desplazaron a estos campos en donde desde hace muchos años hay población de Sudán del Sur, haciendo que los servicios colapsen”, explicó Bonorino en conversación telefónica a LA NACION. “Los campos de refugiados están en condiciones super críticas, las condiciones de vida son precarias, ya que hay hacinamiento e inseguridad alimentaria”.
“Al desplazarse, las familias escapan de la violencia de un día al otro, salen con sus hijos, sus familiares, prácticamente sin nada, dejando atrás sus hogares, sus trabajos. En el camino muchos pierden por la guerra a familiares, a seres queridos. Y llegan a asentarse en un campamento donde no tienen nada”, agregó.
Antes de que detonara el conflicto en este país que está bajo una situación de seguridad inestable desde hace décadas, Sudán acogía a 1,1 millones de personas refugiadas, una de las mayores poblaciones de refugiados de África, de acuerdo a la Agencia de Refugiados de la ONU. Ahora, la llegada masiva de personas hizo que la demanda de asistencia creciera exponencialmente. “Si las condiciones ya eran frágiles, ahora la necesidad se profundiza mucho más”, aseveró esta argentina de 34 años. “El agua y la comida empieza a ser insuficiente, no hay acceso a saneamiento, y los servicios de salud no dan abasto. Vemos casos de malnutrición en niños, en especial menores a 5 años, y mujeres embarazadas”.
Bajo estas condiciones de hacinamiento y falta de recursos, se dan escenarios más propicios para el brote de enfermedades altamente contagiosas, tales como sarampión, meningitis o cólera. “Es una situación que tiene muchos factores de riesgo para la vida de toda esta población”, dijo Bonorino.
La psicóloga destacó el trauma de la guerra que padece la población. “Son familias que viene de sufrir niveles de violencia muy extremos, de estar atravesando situaciones muy complejas. Dejando sus vidas atrás y sufriendo cuestiones que atraviesan la salud mental”, indicó, y agregó que “son muy frecuentes los eventos de violencia sexual en este tipo de conflictos”, por lo que intentan hacer llegar servicios de salud mental para las víctimas.
Bonorino lleva algo más de dos años trabajando en Médicos Sin Fronteras, organización a la que se inscribió motivada por el deseo de “aportar a contextos diferentes” y “aprender más” después de haber trabajado durante años en el ámbito social y de la salud en la Argentina. Brindó asistencia a desplazados en Mozambique y caravanas de migrantes de Colombia. Pero la experiencia de trabajar en Sudán es totalmente diferente.
“Trabajar acá fue particularmente difícil. A mí se me hace muy injusto. Lidiamos mucho con la frustración de que se necesita hacer mucho más ya que las necesidades son infinitas. Como mujer me identifico e intento empatizar y entender a las mujeres en esta situación: embarazadas, madres, viviendo en este contexto y todo lo que esto implica. Siento la impotencia de querer hacer algo más y mejor, que al final eso es lo que te moviliza a la acción. La crisis que se está viviendo en Sudán es muy fuerte”, contó a este medio.
El hecho de brindar asistencia humanitaria en un conflicto armado que aparentemente está lejos de encontrar un final es en sí mismo un desafío, ya que, según el relato de Bonorino, los trabajadores humanitarios lidian con las restricciones que imponen los beligerantes para movilizar personal, equipamiento médico, medicamentos y suministros.
Y la seguridad juega un rol primordial. El pasado domingo, Médicos Sin Fronteras suspendió todas sus actividades en el Hospital del Sur, en El Fasher, capital del estado de Darfur del Norte, después de que soldados de las Fuerzas de Apoyo Rápido irrumpieran en las instalaciones, abrieran fuego y saquearan su equipamiento, incluido el robo de una ambulancia.
“Este no es un incidente aislado: el personal y los pacientes han soportado ataques en las instalaciones durante semanas desde todos los lados, pero abrir fuego dentro de un hospital cruza una línea. Las partes en conflicto deben dejar de atacar hospitales. Uno a uno, los hospitales resultan dañados y cerrados”, denunció en un comunicado Michel Lacharite, Jefe de Operaciones de Emergencia de MSF.
🚨Breaking #Sudan🇸🇩: On Saturday, @MSF and the Ministry of Health suspended all activities in South Hospital, Al Fasher, North Darfur, after RSF soldiers stormed the facility, opened fire, and looted it, including stealing an MSF ambulance.
— MSF East Africa (@MSF_EastAfrica) June 9, 2024
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La organización La Media Luna Roja, también operando en distintas partes de Sudán, perdió a cuatro trabajadores después de ser asesinados en balaceras.
“Es importante que el personal humanitario y las organizaciones de salud podamos trabajar de forma segura para poder garantizar la ayuda que la población necesita”, precisó Bonorino, antes de enfatizar en la necesidad de visibilizar este conflicto “no es un tema muy mediático y otros conflictos se llevan toda la atención”.
“Está claro que la ayuda que hoy se está brindando es insuficiente. Las necesidades son mucho más grandes y hace falta movilizar mayores recursos para poder garantizar una ayuda humanitaria que pueda llegar a donde está la mayor necesidad, de manera coordinada y segura”, concluyó.
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