La catástrofe climática ya está entre nosotros, por más que los gobiernos miren para otro lado
Para frenar el calentamiento global, las grandes economías y corporaciones deben dar pasos realmente drásticos
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WASHINGTON.- Falta menos de una semana para la importante Conferencia sobre Cambio Climático de 2021 (COP26) que se realizará en Glasgow, Escocia. Y los casi 25.000 delegados y funcionarios de alto nivel de más de 100 países que asistirán a la convocatoria de Naciones Unidas y sus eventos paralelos no la tienen nada fácil.
Para empezar, hay enormes disparidades en el nivel de compromiso para reducir de emisiones de gases, y muchos gobiernos todavía no movieron un dedo para cumplir sus viejas promesas de dejar de depender de los combustibles fósiles, y menos aún para enfrentar las fluctuantes exigencias del presente. Los ambientalistas y los científicos advierten que para frenar el calentamiento global, las grandes economías y corporaciones del mundo deben dar pasos realmente drásticos.
El gobierno de Joe Biden dejó muy en claro esa urgencia el jueves pasado, cuando difundió una serie de informes de agencias estatales sobre los efectos del cambio climático en tanto nueva amenaza para la seguridad de Estados Unidos. En ese sentido, la Estimación de Inteligencia Nacional (NIE) marca un hito y hace tres “evaluaciones claves” sobre el impacto del cambio climático en las políticas públicas norteamericanas durante las próximas dos décadas.
Para empezar, el informe anticipa una profundización de las tensiones geopolíticas, cuando en su camino para lograr economías más sustentables, los países compitan por las nuevas tecnologías y los recursos naturales. “La discusión seguramente girará en torno a quién es más responsable y quién tiene que pagar, y los países competirán por el control de los recursos y por el dominio de las nuevas tecnologías necesarias para la transición hacia energías limpias”, señala el NIE.
En segundo lugar, el informe advierte que crecerá “la inflamabilidad de los puntos geopolíticos transfronterizos” debido al cambio climático y sus desajustes. El informe apunta particularmente al Ártico como una de las regiones que probablemente desate más competencia internacional a medida que el manto de hielo se sigua derritiendo. También menciona las incipientes batallas por el control del agua y la posibilidad de oleadas de “migrantes climáticos”, forzados a dejar sus hogares por sequías, inundaciones y otros eventos de clima extremo.
Por último, el informe concluyó que “la intensificación de los efectos físicos del cambio climático se sentirá más agudamente en los países emergentes, que a su vez tienen menor capacidad para adaptarse a esos cambios”. Y eso probablemente obligue a Estados Unidos a comprometer más recursos diplomáticos, económicos y militares en los años por venir.
Negacionismo
Ninguna de esas conclusiones debería sorprendernos, pero llegan tras cuatro años de negacionismo climático del gobierno de Donald Trump, que operó activamente para acallar las evaluaciones ambientales de las agencias estatales. Ahora, el gobierno de Biden intenta dar una señal tanto interna como externa sobre la seriedad con que Estados Unidos se toma la amenaza que entraña en calentamiento de nuestro planeta.
“El cambio climático altera el paisaje estratégico y reformula el panorama de la seguridad, ya que planeta una amenaza muy completa para Estados Unidos y los demás países del mundo”, dijo el secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, en declaraciones que acompañaron la difusión del informe del Pentágono. “Para desalentar las guerras y proteger a nuestro país, el Departamento de Defensa tiene que comprender a fondo el modo en que el clima afecta sus misiones, sus planes y sus capacidades.”
El diario The New York Times, por su parte, destacó que “El Departamento de Seguridad Interior, que incluye a la Guardia Costera de Estados Unidos, ha advertido que a medida que se derritan los hielos del océano Ártico, crecerá la competencia por la pesca, los minerales y demás recursos de esa región.”
“Y hay otro informe que advierte que antes de 2050, decenas de millones de personas se verán probablemente desplazadas de sus hogares por efecto del cambio climático”, señaló el periódico. “La cifra podría alcanzar a 143 millones de personas del Sudeste Asiático, el África subsahariana y América Latina.”
Por contundentes que sean las advertencias, el verdadero alcance de medidas a tomar sigue siendo poco claro. De hecho, Biden y sus aliados en el Congreso no están logrando la aprobación de las leyes que Estados Unidos necesita para cumplir con el compromiso del gobierno de reducir la emisión de gases. En la previa de la cumbre de Glasgow, muchos países hicieron grandes promesas de lograr emisiones “netas cero” de gases de efecto invernadero para mediados de siglo o algunos años después; pocos gobiernos, sin embargo, han mostrado cuál es la hoja de ruta que piensan seguir para lograrlo, mientras siguen invirtiendo en la expansión de los combustibles fósiles.
Es el caso de Australia, que al parecer se comprometerá con el objetivo de emisiones netas cero, después de un largo retraso. Durante el fin de semana, el petroestado de Arabia Saudita también declaró su adhesión al mismo objetivo para 2060, “aunque en el anuncio del sábado no hubo indicio alguno de que Arabia Saudita pretenda ralentizar sus inversiones en nuevos desarrollos de petróleo y gas”, señaló la periodista Sarah Dadouch.
“La economía saudita sigue dependiendo en gran medida de los ingresos por exportación de combustibles fósiles, a pesar de intensa campaña encabezada por el príncipe heredero para diversificar los intercambios comerciales de ese país”, escribió Dadouch.
Los idealistas organizadores de la cumbre de la ONU tenían la esperanza de que la COP26 fuera un punto de inflexión para la eliminación gradual de la combustión de carbón como fuente de energía. Pero el carbón es una materia prima relativamente barata que sigue siendo vital en gran parte del mundo en desarrollo, incluidos los principales emisores de gases, como China e India, donde el carbón es un pilar de la producción de energía eléctrica que abastece a la vasta población.
“Aunque el mundo desarrollado es históricamente responsable de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, la capacidad de evitar un mayor calentamiento dependerá en gran medida de lo que hagan los países donde las emisiones siguen aumentando”, escribió el periodista Christian Shepherd. Según una proyección del peor de los escenarios posibles, para el año 2050, los países situados a lo largo de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, casi todos emergentes, pueden llegar a representar dos tercios de las emisiones globales, frente al 26% que representaban en 2019.
Pero no solo ocurre en el mundo emergente. Alemania, que es la economía más grande de Europa y marca tendencia en materia industrial, no logra desprenderse de su adicción al carbón.
“Queremos ser pioneros en materia climática. Esa es la imagen que queremos vender”, le dijo a los periodistas alemanes el profesor Pao-Yu Oei, que enseña dconomía de la transición energética sustentable en la Universidad Europea de Flensburg. “Pero por un par de razones muy sencillas y fáciles, no estamos dispuestos a aceptar el sacrificio y hacerles frente a nuestros propios grupos de poder concentrado.”
(Traducción de Jaime Arrambide)
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