La Casa Blanca está frustrada por la brutalidad de Israel, pero no encuentra opciones para frenarla
Los pedidos de un alto el fuego que hizo Washington surtieron poco efecto, y la configuración de un Medio Oriente de posguerra sigue siendo una incógnita
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WASHINGTON.- Mientras Israel redobla su invasión terrestre a la Franja de Gaza, el gobierno de Biden se descubrió a sí mismo en un atolladero: los funcionarios norteamericanos dicen que la represalia de Israel contra Hamas es desmedida, excesivamente costosa en vidas civiles, y que carece de una visión de posguerra coherente, pero al mismo tiempo reconocen que no tienen forma de ejercer demasiada influencia para que su mayor aliado en Medio Oriente modifique su accionar.
Todos los esfuerzos de Estados Unidos para que Israel modere su contraataque por la matanza de al menos 1400 israelíes el 7 de octubre han fracasado o surtieron poco efecto. El gobierno de Biden instó a Israel a no invadir por tierra, privadamente le pidió que sus ataques fueran “proporcionales”, insistió con la prioridad de evitar víctimas civiles, y reclamo una pausa humanitaria: todas esas propuestas fueron desestimadas o directamente rechazadas por el gobierno de Israel.
Por eso el gobierno de Biden tuvo que salir desesperadamente a aplacar la furia del mundo árabe y dejar en claro, en público y en privado, que Estados Unidos está profundamente angustiado por el sufrimiento en Gaza, una franja de tierra superpoblada por más de 2 millones de personas, la mitad de ellas niños. Pero los líderes árabes parecen poco convencidos, y la reconfiguración de Medio Oriente después de la guerra -y el papel que tendrá Estados Unidos- de pronto se ha transformado en una incógnita.
“Es importante que nuestro gobierno exprese claramente su preocupación por el costo humanitario de esta guerra”, dijo el senador demócrata Chris Murphy, miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano. “Entiendo que públicamente no quieran mostrar ninguna distancia entre Estados Unidos e Israel. Pero si todos queremos evitar que se abra otro frente de batalla y queremos que los Estados del Golfo tomen parte en la reconstrucción de Gaza, entonces debemos dejar lo más claro posible que Estados Unidos prioriza la vida de los civiles.”
En estos días, Murphy difundió una declaración calificando de “inaceptable” la actual tasa de bajas civiles e instando a Israel a cambiar de rumbo. “El gobierno está presionando mucho en privado”, declaró Murphy. “Y creo que en público tiene que hacer aún más ruido por el costo en vidas civiles, aunque sigan apoyando la capacidad de Israel para librar esta guerra.”
La Casa Blanca no quiso hacer comentarios para este artículo. Un vocero se remitió a comentarios anteriores del asesor de seguridad nacional, Jake Sullivan, diciendo que el uso de civiles palestinos como escudos humanos por parte de Hamas no libera a Israel de la responsabilidad de evitar a toda costa las víctimas civiles.
El secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, estuvo el viernes en Tel Aviv y presionó al primer ministro Netanyahu para que hiciera una pausa en los bombardeos sobre Gaza y así permitir que la ayuda humanitaria fluya de forma segura a través del enclave, tal vez facilitando la liberación de los más de 200 rehenes que permanecen allí cautivos. Pero en una disidencia inusualmente pública, Netanyahu pareció rechazar la iniciativa de Blinken, diciendo que no cedería en nada hasta que Hamas libere a los rehenes, en su mayoría israelíes.
Según un funcionario de la Casa Blanca al tanto de las discusiones, el gobierno norteamericano tenía la esperanza de establecer pausas regulares en los bombardeos para que los trabajadores humanitarios y de ayuda pudieran operar de manera segura. Después de la visita de Blinken, ese acuerdo pareció aún más lejano.
Los éxitos del gobierno de Biden en sus conversaciones privadas con Israel han sido modestos, reconoce un alto funcionario de la Casa Blanca que preservó su anonimato para referirse a las discusiones internas. Entre esos logros incluye haber convencido a Israel de restablecer las comunicaciones y el suministro de agua en Gaza, y de haberlo persuadido para que permitiera que un pequeño número de camiones con ayuda humanitaria ingresara a través de Rafah, el cruce fronterizo de Gaza con Egipto.
La semana pasada, cuando habló con Netanyahu, el presidente Biden y sus principales asesores le arrancaron el compromiso de permitir el paso de 100 camiones diarios por Rafah, algo que ya se está cumpliendo, según los funcionarios de la Casa Blanca.
Frustración
Sin embargo, esos logros se ven opacados por el estrepitoso fracaso de Estados Unidos a la hora de influir en el rumbo de la campaña militar israelí. Los principales asesores de Biden también están frustrados por la falta de respuestas claras de los funcionarios israelíes sobre los objetivos de la operación y cómo ven ellos el futuro en Gaza si efectivamente logran destruir a Hamas.
El equipo de Biden sostiene que Israel tiene el derecho y el deber de responder a los ataques de Hamas del 7 de octubre, pero Biden también ha instado a los israelíes a no dejarse consumir por la ira y a no repetir lo que para él fueron errores de Estados Unidos tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Varios funcionarios dicen que la manera más efectiva de hacerle llegar ese tipo de mensajes a Israel es por canales privados.
Algunas tácticas de Israel de los últimos días han puesto particularmente incómoda a la Casa Blanca. La semana pasada, Israel bombardeó durante dos días seguidos el superpoblado campo de refugiados de Jabalya, un ataque donde Israel afirma haber matado a un líder de Hamas, pero donde también mató a decenas de civiles. El viernes, un ataque aéreo israelí hizo blanco cerca de la entrada del hospital Al Shifa, en Ciudad de Gaza: según el ejército israelí, el blanco de las bombas era una ambulancia “utilizada por una célula terrorista de Hamas”. Y hace unos días las autoridades israelíes expulsaron a miles de palestinos que estaban en Israel por razones de trabajo, devolviéndolos a Gaza mientras seguía bombardeando el enclave.
Quienes critican al gobierno de Biden, incluidos muchos estadounidenses árabes y musulmanes, argumentan que Estados Unidos tiene una enorme influencia financiera sobre Israel y que si quisiera podría someter a Tel Aviv a mayores presiones.
Washington es el mayor patrocinador militar de Tel Aviv, y tras los ataques de Hamas, la Casa Blanca le ha solicitado al Congreso 14.000 millones de dólares de ayuda adicional para Israel. Pero los funcionarios y asesores de Biden dicen que las formas de influir sobre Israel que teóricamente tiene Estados Unidos, como condicionar la ayuda militar a que la campaña militar sea más selectiva, son inviables, en parte porque serían políticamente muy impopulares para cualquier gobierno, y en parte porque el propio Biden siente un apego personal por Israel, según sus asesores.
Otros funcionarios dicen que en este momento los israelíes están tan consumidos por la ira y el dolor por el ataque del 7 de octubre que ni la amenaza del retiro de la ayuda tendría efecto. Y Netanyahu, un líder que ya estaba acorralado antes del ataque y cuya posición política ahora quedó aún más comprometida, podría sentirse obligado a devolver el golpe de manera aún más devastadora.
Para colmo, los líderes de los países árabes desconfían de las protestas públicas del gobierno norteamericano por el sufrimiento de los gazatíes y creen que en realidad, más allá de sus cacareos, Estados Unidos apoya incondicionalmente a Israel.
Si bien todavía son minoría dentro del partido, cada vez son más los demócratas que piden un alto el fuego, y algunos progresistas directamente cuestionan el apoyo militar de Estados Unidos a Israel.
“Por supuesto que Estados Unidos tiene influencia sobre Israel: todos los años les regalamos 4000 millones de dólares”, dice Bruce Riedel, investigador de la Brookings Institution que trabajó en cuestiones de Medio Oriente durante la administración Clinton. “Pero todos los gobiernos norteamericanos desde la década de 1970 hasta la fecha han sido reacios a aprovechar esa influencia, porque sería una medida muy impopular.”
Y agrega: “Dicen lo que hay que decir: ‘Hay que respetar las normas del derecho internacional’, pero en la práctica, en el mundos árabe y musulmán hay cada vez más bronca y resentimiento contra Israel y contra nosotros. Y eso tiene su precio”.
Así que el gobierno de Biden ahora se encuentra con que tiene poca capacidad de influir sobre un aliado clave cuya campaña militar puede trastocar todo, desde la economía global hasta las relaciones diplomáticas de Estados Unidos en todo Medio Oriente.
“Están siendo testigos de un choque de trenes, no pueden hacer nada al respecto, y los trenes están acelerando”, dice una persona al tanto del ánimo que cunde en el gobierno y que preserva su anonimato para discutir la dinámica interna. “El choque de trenes es en Gaza, pero la explosión alcanza a la región. Además, saben que aunque hagan algo, como condicionar la ayuda económica, igual Israel no haría caso.”
Por Yasmeen Abutaleb
(Traducción de Jaime Arrambide)
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