La carrera por los arsenales supersónicos: la feroz competencia entre Rusia, China y Estados Unidos
Muchos sistemas de armas convencionales súpersofisticados están siendo desplegados en torno a Ucrania; a ese arsenal se agregan ahora misiles hipersónicos de cabeza nuclear
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PARÍS.– Con Ucrania transformada en el epicentro del mundo, la pulseada geopolítica que se produce actualmente en las fronteras del Donbas constituye para Vladimir Putin la ocasión de instalar un nuevo orden internacional, más favorable a Moscú y al eje iliberal. Para conseguirlo está decidido a todo: en particular a desarrollar sus fuerzas armadas al límite de lo imaginable. Pero el jefe del Kremlin no es el único.
Mientras el mundo de la astronomía festejaba el 25 de diciembre la puesta en órbita del telescopio James-Webb, instrumento esperado hacía diez años para conocer un poco más sobre el nacimiento del universo, Moscú recibía la Navidad probando varios misiles hipersónicos.
“Esta madrugada fue realizada con éxito una salva de disparos del sistema hipersónico Zircón”, anunció la televisión rusa. “Es un gran acontecimiento para nuestro país y una etapa significativa para reforzar la seguridad de Rusia y sus capacidades de defensa”, se congratuló un alto responsable militar sin dar detalles.
En el resto del mundo, los especialistas en armamento reconocieron que, por primera vez, Putin no se contentaba con anunciar “un tiro” de su nuevo misil, sino “una salva”, lo que pareció confirmar que Moscú había franqueado un nuevo capítulo de su vertiginoso proceso de rearmamento.
Según los expertos, en diez años las fuerzas armadas rusas recibieron mil aviones de combate suplementarios y tanques T-72B3 lanzadores de misiles de un alcance inigualable. Muchos de esos sistemas de armas convencionales súpersofisticados están siendo desplegados en torno a Ucrania. A ese arsenal se agregan ahora esos misiles hipersónicos de cabeza nuclear, que podrían dar la vuelta al globo y evitar el escudo antimisil norteamericano con una facilidad desconcertante.
“Cuando Vladimir Putin los presentó a los altos mandos militares rusos, les dijo sin un gesto en la cara: ‘Ahora me van a escuchar’”, asegura la sovietóloga Françoise Thom.
Zircón, que volaría a ocho veces la velocidad del sonido, es decir a 9878 km/h, debe equipar a partir de este año los navíos y los submarinos de guerra rusos. Otros ensayos se realizaron en el Ártico ruso, sobre todo desde la fragata “Amiral Gorchkov” y desde un submarino nuclear en inmersión.
En pleno periodo de tensiones crecientes entre grandes potencias, la “salva” rusa fue el broche final de un año (2021) marcado por un retorno reivindicado de la carrera armamentista. En ese lapso, no hubo mes en el cual rusos, chinos o estadounidenses no hayan anunciado disparos de ensayo de nuevas armas “invencibles” como el Zircón.
Putin ya había mostrado sus intenciones en 2018, cuando anunció el lanzamiento de media docena de programas de armamentos futuristas, hipersónicos en su mayoría, con el objetivo de “dotar a Rusia del mejor sistema de defensa del mundo” y esquivar los sistemas antimisiles de Estados Unidos.
En diciembre de 2019, Moscú presentó así Avangard, una nueva generación de misiles hipersónicos capaces de volar a Match 27, cambiando de orientación y de altitud con la facilidad de un rayo. Propulsado por un misil intercontinental RS-18/SS-19, Avangard “planea” en las altas capas de la atmósfera, capacidad que le permite adquirir una trayectoria potencialmente menos previsible que un misil tradicional. Y en caso de que la comunidad internacional tuviera aún dudas sobre sus capacidades militares, el Kremlin procedió a una demostración de fuerza pulverizando en noviembre uno de sus viejos satélites, a riesgo de poner en peligro la Estación Espacial Internacional (ISS) y causando una nube de fragmentos.
Pero la sorpresa de Washington no llegó desde Moscú, sino de Pekín. El 27 de octubre pasado, el jefe de estado mayor de las fuerzas armadas de Estados Unidos, general Mark Milley, confirmó públicamente un ensayo de misil hipersónico realizado por China dos meses antes. El disparo habría dado la vuelta al globo, volando fuera del alcance de los sistemas antimisiles norteamericanos en el hemisferio norte, antes de estrellarse cerca de su blanco en el mar de China. Comentando el episodio, Milley lo calificó de “momento Sputnik”, en referencia al avance que había registrado Rusia en 1957 en su carrera espacial. Pekín negó haber ensayado un nuevo sistema de armas y solo confirmó el lanzamiento de “un artefacto espacial de rutina”.
Inquieto ante todos esos disparos orbitales que obstaculizan sus capacidades a interceptar misiles balísticos, el Pentágono reclama mayores presupuestos para sus programas de armas hipersónicas. El mismo presidente del gigante de la defensa Raytheon confirmó recientemente un atraso tecnológico de Estados Unidos en relación a China, que estimó del orden de cinco años.
“Todo el mundo invierte en la hipervelocidad, pero los que realmente se sienten atrasados son los norteamericanos”, reconocen fuentes del ministerio de Defensa francés. Según las mismas, en ese terreno Rusia se encuentra en “pole position”, seguida muy de cerca por China.
En todo caso, todas las potencias sueñan con sistemas hiperveloces, que vuelen a más de mach 5 y puedan ser maniobrables, para poder engañar las líneas enemigas.
“El objetivo es la trayectoria imprevisible”, reconocen en ArianeGroup, constructor de los misiles balísticos franceses M51, advirtiendo, sin embargo, sobre los espejismos de una desenfrenada propaganda.
“Hablar de misiles hipersónicos responde más a la propaganda militar que a una ruptura tecnológica, ya que algunos cohetes, por ejemplo Ariane, ya superan 25 veces la velocidad del sonido”, afirman en ArianneGroup.
En esa carrera al arma hipersónica absoluta, dos vías tecnológicas son exploradas: los superstatoreactores y los planeadores hipersónicos. En el primer caso, se trata de poner a punto un misil maniobrable que vuele suficientemente bajo gracias a statoreactores cada vez más potentes, capaces de alcanzar velocidades de mach 10. En el otro, un planeador no propulsado es transportado por un cohete y liberado a gran altitud para planear a gran velocidad alrededor del globo rebotando en las capas atmosféricas entre 50 y 100 kilómetros de altitud antes de caer sobre su blanco.
“Los desafíos son enormes”, reconocen los especialistas.
¿Quién controla en verdad esas tecnologías aterradoras y revolucionarias? En ese juego de póker, muchas afirmaciones son inverificables. Como cuando Rusia afirma que su planeador Avangard vuela a mach 27 (absolutamente imparable). Pero, ¿por cuánto tiempo es capaz de volar a esa velocidad: dos minutos, cinco, más?
“Nadie dice la verdad y todos tratan de impresionar al otro”, aseguran en ArianneGroup.
Una cosa es cierta: la carrera a la hipervelocidad costará cara. El Pentágono la estimó en 106.000 millones de dólares para su ejército y 96.000 millones para la marina, con una primera etapa de financiación de 28.500 millones de dólares en los próximos años para ponerse a nivel.
Frente a semejantes amenazas tecnológicas, con la humanidad acercándose otra vez al borde del abismo, queda la esperanza de que las grandes potencias sean capaces de definir un nuevo acuerdo mundial de control de armamentos, y decidan dejar de apostar al aterrador juego de la posible hecatombe.
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