La campaña para el ballottage mantiene en vilo a Egipto
Crece el clima de crispación cuando faltan sólo ocho días para el duelo entre Morsi y Shafiq
EL CAIRO.- "¿A quién vas a votar, a Morsi o a Shafiq?", le preguntó un anciano a su panadero de toda la vida, en el barrio de Dokki, en El Cairo. "Pues aún no lo sé, ¡no me gusta ninguno!", le respondió, encogiéndose de hombros.
Durante los últimos días, todas las conversaciones, ya sea en los cafés, en el subterráneo o en el mercado, parecen girar en torno al ballottage del próximo domingo 17. Esta fijación es lógica, pues en las urnas se enfrentarán dos candidatos con proyectos diametralmente opuestos: Mohammed Morsi, representante de los islamistas Hermanos Musulmanes, y Ahmed Shafiq, el último primer ministro de Hosni Mubarak.
A medida que se acerca el duelo, crece el clima de crispación. Durante la semana pasada, la sede central de la candidatura de Shafiq, en El Cairo, fue pasto de las llamas del odio. Y el controvertido veredicto del "juicio a Mubarak", por el que el ex presidente fue condenado a cadena perpetua -aunque fueron absueltos sus dos hijos y seis altos cargos de la policía-, encendió de nuevo el fervor revolucionario en la plaza Tahrir.
Unos 16 meses después de la caída de Mubarak, la mítica plaza está de nuevo ocupada por jóvenes activistas, que durante los últimos días fueron capaces de congregar a centenares de miles de personas en dos manifestaciones masivas.
Sus demandas son la repetición del "juicio a Mubarak" por parte de un tribunal revolucionario, la aplicación de la ley de "aislamiento", que permitiría descalificar a Shafiq del ballottage, y la formación de un consejo presidencial que asuma el poder el próximo 30 de junio, cuando debería terminar la transición con la entrega de poderes al nuevo presidente electo por parte de la junta militar.
Esta última demanda implicaría reescribir la hoja de ruta de la transición, un escenario inaceptable para la junta, sobre todo ahora que su candidato preferido, Shafiq, cuenta con opciones de hacerse con la presidencia. El cuestionamiento de la hoja de ruta por buena parte de la ciudadanía es un fiel reflejo de lo enmarañada que resultó la transición, por la descarnada lucha de poder entre los principales actores de la escena política egipcia.
De hecho, los electores aún no saben hoy cuáles serán las competencias del próximo presidente. En teoría, la distribución de poderes entre las diversas instituciones estatales debería haber sido definida en la nueva Constitución. Sin embargo, la Asamblea Constituyente está bloqueada desde principios de abril por las desavenencias entre islamistas y laicos, y por una sentencia de la Justicia, que ordenó su disolución.
El pasado jueves se llegó a un principio de acuerdo para que el próximo martes se elija una nueva Asamblea Constituyente, con una mayor presencia de representantes laicos.
Además, ni la celebración del ballottage es segura. El 14 de junio, cuando falten menos de 48 horas para la apertura de las urnas, el Tribunal Constitucional decidirá sobre la aplicación de la "ley de aislamiento", y la posible descalificación de Shafiq, lo que podría llevar a una repetición de todo el proceso electoral. Aunque en un sistema judicial tan politizado y plagado de fieles del antiguo régimen, la anulación de los comicios sería una auténtica sorpresa.
Impulso
Los Hermanos Musulmanes intentaron capitalizar la ira de los sectores favorables a la revolución para impulsar la candidatura de Morsi. Pero no han sido capaces de conseguir el apoyo público de los dos candidatos derrotados que mejor encarnan el espíritu de Tahrir: el nasserista Hamdin Sabahi y el islamista moderado Abdel Moneim Abulfutuh. Entre ambos lograron el 38% de los votos, mientras que Morsi y Shafiq rozaron el 25% cada uno.
En sus negociaciones con los Hermanos, y a cambio de su apoyo, varios partidos y personalidades laicas y revolucionarias pidieron compromisos claros y por escrito de que los islamistas no monopolizarán el poder ni impondrán una teocracia.
De momento, Morsi se limitó a ofrecer promesas bienintencionadas, pero vagas. Por su actitud, los Hermanos parecen dar por hecho que recibirán el apoyo del voto anti-Shafiq, que se plantea boicotear los comicios.
"Los Hermanos deben hacer concesiones ahora si quieren aumentar sus opciones de victoria", dijo a La Nacion Samir Shehata, profesor egipcio de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos.
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