La caída de Afganistán. Rusia y China festejaron, pero ahora se alarman por el giro estratégico de Estados Unidos
La retirada le deja a Washington las manos libres para destinar recursos para contener las ambiciones de Moscú y Pekín, que también recibirán el impacto de la implosión afgana
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NUEVA YORK.- Tras el colapso del gobierno afgano apoyado por Estados Unidos, el 15 de agosto, Pekín no pudo ocultar su satisfacción por lo que consideró una humillación para su mayor adversario global, por más que una de las principales razones del derrumbe en Afganistán es la decisión de Washington de apuntar con todos sus recursos a China.
En una ronda de prensa, la vocera de la cancillería china, Hua Chunying, se refirió puntualmente a la muerte de Zaki Anwari, el futbolista afgano de 17 años que cayó del tren de aterrizaje de un avión C-17 norteamericano cuando despegaba del aeropuerto de Kabul. “Se acabó el mito norteamericano”, dijo Chunying. “La gente se va dando cuenta.”
También en Rusia los medios estatales desbordaban de alegría malsana, aunque atemperada por el temor de que la debacle afgana se derrame a través de la frontera sobre los frágiles aliados del Kremlin en Asia Central. “Moraleja de esta historia: no ayuden al Tío Sam”, tuiteó Margarita Simonyan, editora en jefe de la cadena de noticias rusa RT. “Ellos son: toco y me voy”.
Pero ahora que los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán llegaron a su fin, el regodeo va dejando paso a consideraciones más sobrias de los efectos de la retirada sobre el equilibrio de poder global.
La impactante implosión del Estado-cliente afgano de Estados Unidos dejó claras las limitaciones que tiene el poder duro norteamericano. Las escenas de desesperación que se vivieron en Kabul causaron frustración y enojo entre los aliados internacionales de Estados Unidos, sobre todo en Europa, y el daño para la reputación norteamericana es palpable.
Sin embargo, y a pesar de la maquinaria de propaganda que agita la decadencia norteamericana, Pekín y Moscú saben perfectamente que Estados Unidos no es el único que sale perdiendo con todo esto.
En términos de potencia militar y recursos económicos brutos, Estados Unidos sigue dominando. Su alejamiento de Afganistán implica que la Casa Blanca no tendrá distracciones en su rivalidad estratégica con China y Rusia, dos países que quieren redibujar un orden internacional que desde hace décadas beneficia los intereses de Estados Unidos y sus aliados.
Además, a diferencia de Rusia y China, vecinos geográficos de Afganistán, Estados Unidos está mucho menos expuesto a las consecuencias directas de la toma de poder de los talibanes, desde el flujo de refugiados hasta los actos terroristas y el tráfico de opio. En los hechos, a partir de ahora la gestión de Kabul será más un problema para Moscú y Pekín que para Washington.
“La retirada caótica y repentina de las fuerzas estadounidenses no es una buena noticia para China”, señala Ma Xiaolin, académico de la Universidad de Estudios Internacionales de Zhejiang en Hangzhou, China, y agrega que Estados Unidos sigue siendo más fuerte en tecnología, industria y poderío militar. “China no está lista para poder reemplazar a Estados Unidos en la región.”
Durante la conversación telefónica que mantuvieron el domingo, el canciller chino Wang Yi le dijo a su contraparte norteamericano, Antony Blinken, que Estados Unidos tenía que seguir involucrado en Afganistán, y hasta colaborar con ese país para preservar la estabilidad regional y combatir el terrorismo y la violencia, según un comunicado publicado en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de China.
Moscú también instó a Estados Unidos y sus aliados a no darle la espalda a Afganistán. Zamir Kabulov, enviado especial del gobierno de Vladimir Putin para Afganistán, dijo que los países occidentales deberían reabrir sus embajadas en Kabul y entablar conversaciones con los talibanes sobre la reconstrucción de la economía de ese país. “Y eso empieza por los países que estuvieron ahí con sus ejércitos durante 20 años y dejaron el desastre que estamos viendo ahora”, dijo Kabulov en declaraciones a la televisión rusa.
Los asesores del gobierno norteamericano en asuntos con China esperan que Estados Unidos redirija sus recursos militares para contrarrestar al avance de Pekín, especialmente en el Pacífico Occidental, y que se muestre más enérgico en un área cuya importancia estratégica se ha convertido en un inusual punto de consenso entre demócratas y republicanos.
En su discurso de abril donde anunció el fin de la presencia norteamericana en Afganistán -que costó cientos de miles de millones de dólares y se cobró 2465 vidas estadounidenses-, Biden justificó su decisión en este imperativo: “En vez de volver a la guerra contra los talibanes, tenemos que concentrarnos en los desafíos que están frente a nosotros”, dijo. “Hay que fortalecer la competitividad de Estados Unidos para hacer frente a la dura rivalidad de una China cada vez más enérgica”.
Desde Moscú hasta Londres
“En Moscú todos entienden que la idea de no seguir involucrado en esa guerra eterna era correcta”, dice Alexander Gabuev, del Centro Carnegie de Moscú. “La ejecución fue efectivamente desastrosa, pero la decisión de Washington de concentrar sus recursos en áreas prioritarias, especialmente en el este de Asia y China, está provocando cierto malestar, en Rusia, porque entienden la lógica estratégica que está detrás.”
La gran apuesta de Moscú, agrega Gabuev, es que la caótica retirada de Kabul polarice aún más la política interna de Estados Unidos, con los republicanos cuestionando al gobierno de Biden y nuevas tensiones con los países aliados.
De hecho, esas tensiones ya existen, sobre todo desde que Biden rechazó los pedidos europeos de extender el plazo de retiro del 31 de agosto para que los aliados pudieran sacar por aire de Kabul al resto de sus ciudadanos y sus colaboradores afganos. Decenas de miles de esas personas en situación de ser evacuadas siguen varadas en Afganistán.
Hasta el Reino Unido y los aliados más estrechos de Estados Unidos han criticado sin medias tintas la retirada de Estados Unidos. Tom Tugendhat, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes del Reino Unido y veterano de la guerra de Afganistán, comparó la debacle de Kabul con la crisis de Suez de 1956, que dejó al descubierto las limitaciones del poder británico y precipitó la retirada estratégica de ese país.
“En 1956, todos sabíamos que el Imperio Británico había terminado, pero la crisis de Suez lo dejó absolutamente claro. Y lo mismo pasa ahora con Estados Unidos”, dice Tugendhat.
Pero agrega que para Rusia para China esa no es necesariamente una buena noticia.
“La realidad es que el mal comportamiento chino y ruso solo es posible en un mundo organizado por Estados Unidos”, dice Tugendhat. “Es muy fácil jugar al adolescente rebelde cuando sabemos que al día siguiente papá nos vuelve a llenar el tanque del auto.”
The Wall Street Journal
(Traducción de Jaime Arrambide)
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