La bronca de una generación sin esperanzas
LONDRES.- Jóvenes, sin oportunidades, furiosos con el sistema y fabulosamente organizados a través de las redes sociales: los vándalos londinenses exhiben algunas de las características de los manifestantes prodemocráticos de la "primavera árabe".
Pero mientras que en Medio Oriente los jóvenes salieron a las calles con la esperanza de generar un cambio positivo, la violencia de Gran Bretaña parece casi nihilista, enfocada en el saqueo y en un rápido estallido de publicidad y poder que los jóvenes del centro pobre de la ciudad sienten que se les niega desde hace mucho.
Es probable que la crisis financiera despoje de oportunidades a una generación de jóvenes de todo el mundo que no podrán satisfacer sus aspiraciones, quizás hasta el punto de abandonar cualquier esperanza en el futuro.
Para los jóvenes del mundo desarrollado, la crisis implica que, casi invariablemente, tendrán que aceptar primeros empleos peor pagos y más escasos, ya sean profesionales recién graduados u obreros de fábricas. Los beneficios y subsidios educativos también están siendo recortados. En el mundo en desarrollo, es posible que las oportunidades económicas sigan floreciendo, pero las expectativas pueden haber crecido aún a mayor velocidad. Ahora, la recesión también dejará allí sueños sin cumplir. Donde haya envejecimiento poblacional, los jóvenes deberán además ayudar a pagar las cuentas del seguro social.
No importa si ese desencanto alimenta protestas políticas, el extremismo o el crimen indiscriminado y el menosprecio por la ley: lo cierto es que la destrucción y el fuego en Londres sugieren que tanto la política como las protestas pueden volverse más cruentas en los próximos años.
"Es muy triste de ver. Pero los jóvenes no consiguen trabajo, no tienen un futuro, y con el ajuste va a ser peor", dijo Adrian Anthony Burns, un electricista de 39 años de Hackney. "Estos chicos son de otra generación que la nuestra y nada les importa. Ya van a ver: esto recién empieza."
Esa especie de amotinamiento casi espontáneo que se generó el sábado en Tottenham no tiene nada de nuevo. Situaciones similares ayudaron a encender la mecha de los enfrentamientos en los suburbios pobres de París en 2005, disturbios "de entrega inmediata" en barrios pobres de Sudáfrica y alguna que otra protesta urbana ocasional desde China hasta América latina.
Pero es posible que la situación actual se potencie por la acción de dos poderosos factores: el auge de las redes sociales, que permite organizarse para llevarle la delantera al poder, y los trastornos económicos, que agravan las penurias.
A principios de este año, en el norte de Africa, los disparadores fueron el rápido aumento del precio de los alimentos y luego la bronca contra la autoridad, cristalizada en la inmolación de un verdulero tunecino.
Cuando el gobierno intentó aplastar la protesta y controlar Internet, sólo logró avivar las llamas.
En Gran Bretaña, a los problemas sociales se sumaron las nuevas medidas de austeridad -como el cierre de servicios públicos "no esenciales"-, a los que luego se agregó la furia por el intento de encubrir un aparente caso de gatillo fácil. Un temporal de incitación a través de las redes sociales y luego la cobertura minuto a minuto de los medios parecen haber desencadenado réplicas de los disturbios, del mismo modo en que seguramente la televisión satelital y Twitter encendieron protestas similares en otros lugares. "Es como si los medios de comunicación estuvieran cambiando el equilibrio de poder entre el Estado y el individuo, se manifieste como un cambio de régimen en El Cairo o como vandalismo en Tottenham", dijo John Bassett, ex alto funcionario de la agencia de comunicaciones británica GCHQ.
En las décadas del boom económico, los gobiernos solían responder a las protestas con aumentos en el gasto en fuerzas de seguridad o volcando dinero en las áreas afectadas.
Para muchos países, esa ya no es una opción, ya que a su vez intentan satisfacer las demandas de austeridad de los mercados. En Grecia, España, Italia y otros países, los jóvenes estuvieron en la primera línea de la protesta, aunque en ningún caso con los niveles de violencia y destrucción vistos en Londres. Algunos señalan que incluso se trataría de una escalada de resentimiento generacional.
"Lo que subyace a todos estos eventos es un mismo sentimiento de descontento, particularmente entre los jóvenes, que son los que tienen energía para salir a la calle y amotinarse. No ocurre sólo en Gran Bretaña", dijo Louise Taggart, de la consultora AKE. "El riesgo de que esto se repita es muy grande."
Opciones
Los funcionarios británicos todavía tienen opciones. La policía de Londres apeló a los padres de los jóvenes sublevados para que pongan freno a sus hijos. Algunos expertos dicen que la opción más esperanzadora sería trabajar con las estructuras familiares y comunitarias preexistentes, pero que, de todos modos, es mucho más que eso lo que hay que hacer.
Una de las lecciones que dejó la "primavera árabe", al parecer, es que reprimir la protesta social no funciona. Ni la matanza de civiles a manos de las fuerzas de seguridad pudo sofocar el levantamiento en Siria.
"El gobierno debe enviar un mensaje de esperanza y compromiso. Gran parte de los problemas actuales son reflejo de la falta de una genuina integración socioeconómica y cultural, que ha llevado a una situación de privación y aislamiento", dijo el psicólogo social Peter Buzzi.
En lo inmediato, será mejor que la policía, los comerciantes y los políticos se preparen para un crecimiento de la violencia urbana. Incluso eventos como los Juegos Olímpicos de 2012 deberán tomar en cuenta el riesgo de una súbita ola de disturbios.
"Esto tiene razones políticas y económicas, pero no puede decirse que sea realmente un problema político", dijo Carina O’Reilly, experta en seguridad europea de IHS Jane’s. "Se trata de nihilismo criminal. Son jóvenes enojados y pobres, que descubrieron que pueden salirse con la suya."
Traducción de Jaime Arrambide
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