En la actualidad, solo hay tres países con esta política económica: ademáss del asiático, Dinamarca y Suiza van por este sendero
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Cuando un país tiene una tasa de interés baja, es el peor momento para ahorrar. Y esa es precisamente la idea: hacer que los consumidores gasten y que las empresas inviertan para estimular el crecimiento económico.
Tras la crisis financiera de 2008, muchos países llevaron sus tasas a mínimos históricos inaugurando una era de “dinero barato” en las economías desarrolladas.
Algunos fueron incluso más allá y optaron por fijar tasas de interés negativas. El primero en adoptar esta política monetaria no convencional fue Dinamarca en 2012. Luego lo hicieron Japón, Suiza, Suecia. Ahora, con la peor crisis económica global de las últimas décadas por la pandemia de covid-19, los tipos de interés bordean el 0% en Estados Unidos y Europa.
Y hay tres países que aún mantienen una tasa de interés bajo cero: Dinamarca, Suiza y Japón. El país asiático, que fijó una tasa de interés de -0,1% desde hace cinco años, no tiene planes de cambiarla. Así lo sugirió el responsable de la política monetaria japonesa, Haruhiko Kuroda, gobernador del Banco de Japón (BOJ), quien hace unas semanas declaró que las tasas se mantendrían “establemente bajas” para proteger a la economía de los efectos de la pandemia.
“La bazuca de Kuroda”
Poco después de asumir el mando del banco central en 2013, Kuroda anunció un programa masivo de compra de bonos (flexibilización cuantitativa) para combatir la deflación, una baja generalizada del nivel de precios de bienes y servicios.
La medida se hizo conocida como “la bazuka de Kuroda”. Como no produjo los efectos que se esperaban, en 2016 el banco central tomó una decisión más radical: bajar la tasa de interés referencial a -0,1%.
Esa tasa permitió que el BOJ le cobrara a los bancos comerciales por algunas de las reservas depositadas en la institución. El objetivo era alentar a los bancos comerciales a utilizar esas reservas para dar préstamos a empresarios y consumidores, en un esfuerzo por reactivar la economía y salir de la deflación.
La introducción de la tasa negativa en la economía japonesa fue bautizada como la segunda bazuka de Kuroda por algunos analistas, aunque muchos utilizan la expresión indistintamente para referirse a todas las municiones desplegadas por el BOJ en aquellos años.
“La tres flechas”
La visión monetaria de Kuroda estuvo alineada con los planes del entonces primer ministro, Shinzo Abe, quien desde que llegó al poder en 2012, impulsó una política conocida como “Abenomics”.
Abenomics pasa por tres pilares, o “tres flechas”: un aumento del gasto fiscal, reformas estructurales y una política monetaria expansiva con el objetivo de dejar atrás años de estancamiento económico. “La política de dinero fácil de Japón fue posiblemente la flecha más importante de Abenomics”, le dijo a BBC Mundo Matthew Goodman, vicepresidente de Economía del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales CSIS, de Washington.
Los otros dos pilares, estímulo fiscal y reforma estructural, “nunca se aplicaron de manera consistente”, agregó. El economista argumentó que el gobernador Kuroda hizo un esfuerzo agresivo para aliviar las condiciones monetarias pero agregó que, incluso antes de la pandemia, el banco “había fracasado al no llegar a la meta de inflación del 2% que se propuso”.
A pesar de lo anterior, “mantuvo un piso bajo la economía y en general contuvo las presiones deflacionarias”, apuntó Goodman.
“Un crecimiento económico moderado”
Otros expertos consideran que los resultados económicos fueron más favorables. “En la última década Japón ha logrado un crecimiento económico moderado”, sostuvo Takeshi Tashiro, investigador del Instituto Peterson de Economía Internacional. Pese a las dificultades, el envejecimiento de la población en edad de trabajar “no impidió una recuperación sostenida”, señaló.
Algunos expertos consideran que las principales medidas tomadas por el banco central como la tasa de interés negativa, la masiva compra de bonos y el control de la “curva de rendimientos”, fueron acciones necesarias frente a los desafíos del país. Y aunque hasta ahora no dieron todos los resultados que se esperaban, sí mejoraron la situación económica en la última década.
“No ha funcionado”
Paul Sheard, investigador del Centro de Negocios y Gobierno Mossavar-Rahmani de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, advirtió que el desafío monetario fue complejo. “La política de tasas bajas en Japón no ha funcionado en el sentido de permitir que el banco central logre su meta de provocar inflación en un período razonable”. Randall Kroszner, vicedecano de Programas Ejecutivos y profesor de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, concordó en que “no logró llevar la inflación hacia la meta del 2% del Banco de Japón”, pero recordó que “fue útil para evitar la deflación”.
“Aunque los precios estuvieron cayendo durante aproximadamente los últimos seis meses a medida que el impacto de la pandemia se siente en Japón”.
Los grandes desafíos
En el corto plazo, Japón tiene que lidiar con los desafíos económicos que le impuso la pandemia de covid-19. En el largo plazo, dijo Matthew Goodman, “Japón enfrenta el desafío de las 3 D: deflación, deuda y demografía”, este último referido al envejecimiento poblacional. “Uno podría agregar una cuarta letra D, por la descarbonización”, considerando que el primer ministro Yoshihide Suga se fijó un ambicioso objetivo de emisiones cero para 2050.
De la experiencia que dejó la política monetaria japonesa en los últimos años, Paul Sheard señaló que durante el período de tasas bajas en Japón, el gobierno promovió la consolidación fiscal y endureció la política fiscal en varios períodos. Desde esa perspectiva, es importante que “la política monetaria y fiscal deban unir fuerzas para llevar la economía al pleno empleo y evitar que la inflación baje demasiado”, apuntó.
Una lección clave de todo el proceso, dijo Randall Kroszner, es que “el Banco de Japón no fue agresivo al principio para combatir la deflación”.
“Una vez que las expectativas de deflación se afianzan, la experiencia de Japón muestra que puede ser extremadamente difícil para un banco central subir las expectativas y el nivel de precios”, agregó.
Por lo pronto el país tendrá que seguir buscando maneras para aumentar el consumo y la inversión en medio de una pandemia que provocó altos niveles de incertidumbre y con una población joven en edad de trabajar cada vez más reducida.
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