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El capitán Robin Rowland tenía 22 años cuando su regimiento se desplegó en la ciudad de Kohima, en el noreste de India. Era mayo de 1944, y un pequeño grupo de soldados anglo-indios estaba bajo el asalto de toda una división de fuerzas japonesas.
Rowland, quien tiene ahora 99 años, recuerda vívidamente el acercamiento a la ciudad, siguiendo un rastro de devastación hasta la línea del frente. “Vimos trincheras abandonadas y pueblos destruidos, y mientras avanzábamos, el olor a muerte estaba por todas partes”, dijo.
El joven capitán era miembro del regimiento de Punjab del ejército británico de India y se dirigía a ayudar a relevar a 1500 de sus compañeros soldados que habían pasado semanas resistiendo diez veces su número en las fuerzas japonesas.
Aisladas por los japoneses, las fuerzas aliadas dependían únicamente de los suministros que llegaban por vía aérea, y muy pocos creían que podrían resistir el implacable ataque. Los soldados japoneses habían marchado a Kohima a través de lo que entonces era Birmania (hoy Myanmar), y su objetivo era invadir India.
Los japoneses ya habían derrotado a los británicos en Birmania, pero nadie esperaba que lograran sortear con éxito las colinas selváticas infestadas de mosquitos y los rápidos de los ríos en ruta a Kohima, la capital de Nagaland; e Imfal, la capital del estado de Manipur en India. Cuando lo hicieron, las tropas anglo-indias encargadas de defender las dos ciudades estaban rodeadas por más de 15.000 soldados japoneses.
Lucharon durante semanas para evitar que los japoneses avanzaran y capturaran la ciudad estratégica de Dimapur, que podría haber abierto las rutas a las llanuras de Assam. Pocos creían que los defensores podrían prevalecer.
Los soldados japoneses llegaron “ola tras ola, noche tras noche”, recordó el capitán Rowland. La lucha fue brutal y las fuerzas anglo-indias quedaron confinadas en Garrison Hill, desde donde se veía Kohima. En un momento dado, la lucha se convirtió en un combate cuerpo a cuerpo, con solo una cancha de tenis separando los dos lados.
Los soldados anglo-indios sitiados aguantaron hasta que llegaron los refuerzos. Tras tres meses, en junio de 1944, con más de 7000 bajas y casi ningún suministro de alimentos, la división japonesa se retiró y regresó a Birmania, a pesar de las órdenes de arriba de quedarse y luchar.
“Fue una tremenda resistencia de 1500 soldados indios-británicos”, dijo el capitán Rowland. “Si los japoneses hubieran tomado Garrison Hill, habrían ido a Dimapur”.
Se ordenó a las fuerzas anglo-indias que persiguieran a los japoneses en retirada y Robin Rowland estaba entre los perseguidores. Algunos de los soldados japoneses murieron de cólera, fiebre tifoidea y paludismo, pero, con mucho, la mayor parte murió debido al hambre pues se quedaron sin suministros.
Según el historiador militar Robert Lyman, la batalla “cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial en Asia”.
“La invasión japonesa de India, de la cual la batalla de Kohima fue una parte significativa, fue [su] primera gran derrota en el Lejano Oriente”, le dijo a la BBC. Pero, aunque fue un punto de inflexión, la batalla en el noreste de India nunca capturó la imaginación del público de la forma en que lo hicieron el Día D, Waterloo u otras batallas en Europa y el Norte de África. A menudo se la ha descrito como “la guerra olvidada”.
La gente en Reino Unido estaba simplemente demasiado lejos para registrarlo, según Bob Cook, el director del Museo Kohima en la ciudad de York. “Los alemanes estaban a sólo 35 kilómetros de Reino Unido”, dijo. “Lo que más preocupaba a la gente de este país era la inminente amenaza de una invasión alemana”.
Pero ha habido algunos intentos de enseñarle a la gente sobre la batalla de Kohima e Imphal. En 2013, fue votada como la batalla británica más grandiosa tras un debate en el Museo Nacional del Ejército en Londres, un triunfo sorpresa sobre las famosas del Día D y Waterloo.
Robert Lyman defendió a Kohima. “Grandes cosas estaban en juego en una guerra con el enemigo más duro que cualquier ejército británico había tenido que combatir”, dijo en su discurso.
Pero en el subcontinente apenas ha habido intentos de resaltar la importancia de la batalla, en la que miles de soldados indios y de la Commonwealth, incluidos hombres de la actual India, Pakistán y Bangladesh, perdieron la vida.
“Una de las razones creo que fue el que los líderes de India estaban demasiado ocupados lidiando con los efectos de la transición y la partición inicialmente”, dijo Charles Chasie, un historiador con sede en Kohima, Nagaland. “Los británicos habían decidido irse a toda prisa antes de que las cosas se complicaran demasiado y se salieran de control en el subcontinente”.
La batalla de Kohima fue vista más como una guerra colonial, mientras que el discurso de la posguerra se centró más en la lucha por la independencia india dirigida por el líder indio, Mahatma Gandhi.
Además del ejército regular británico-indio, miles de personas de la comunidad étnica Naga lucharon junto a los británicos y proporcionaron inteligencia valiosa en el conflicto. Su profundo conocimiento del territorio montañoso fue de gran ayuda para los británicos.
Hoy en día, solo una docena de nagas que sobrevivieron a la batalla de Kohima siguen con vida. Sosangtemba Ao es uno de ellos. Estaba entre los reclutados por el ejército británico para cortar la carretera de Birmania.
“Los bombarderos japoneses volaban todos los días lanzando explosivos”, recuerda Ao. “El sonido era ensordecedor y había humo después de cada ataque. Era angustioso”.
Trabajó junto a los británicos durante dos meses por el pago de una rupia por día. Todavía siente mucha admiración por la capacidad de combate de los soldados japoneses, señaló. “El ejército japonés estaba muy motivado. Sus soldados no temían a la muerte. Para ellos, luchar por el emperador era divino. Cuando les pedían que se rindieran, se convertirían en atacantes suicidas”.
Para coincidir con el 75 aniversario de la rendición japonesa, un documental sobre la batalla, Memories of a Forgotten War (“Memorias de una guerra olvidada”, en inglés), fue lanzado en línea recientemente. El productor Subimal Bhattacharjee y su equipo viajaron a Japón hace unos años para una conmemoración.
“Cuando los veteranos japoneses y británicos de Kohima se conocieron, se abrazaron y empezaron a llorar”, contó. “Se habían disparado entre sí, pero aun así mostraron un vínculo especial. Fue espontáneo y no lo esperábamos”.
Para los japoneses, fue una derrota humillante, y los veteranos japoneses rara vez hablan de su experiencia en Kohima. “No quedó nada de la comida japonesa”, dijo uno, Wajima Koichiro, quien fue entrevistado para el documental. “Fue un partido perdido y luego nos retiramos”.
Los nagas étnicos, que ayudaron a los británicos y sufrieron enormes bajas, también continuaron sufriendo. Tenían la esperanza de que los británicos los reconocerían como una nación naga separada durante el traspaso del poder, y no como parte de India. Pero fueron “profundamente decepcionados”, dijo el historiador Charles Chasie, y muchos los culparon por los miles de nagas que murieron en conflictos posteriores con el gobierno y el ejército indios.
A lo largo de los años, las familias de los muertos en Kohima e Imphal, especialmente de Reino Unido y Japón, han viajado a los dos cementerios de guerra allí para presentar sus respetos a sus antepasados. El capitán Rowland regresó a Kohima con su hijo en 2002 por invitación del regimiento indio de Punjab. Se paró frente a Garrison Hill, donde él y sus compañeros soldados habían resistido las oleadas de combatientes japoneses 58 años antes.
“Me trajo muchos recuerdos”, dijo el capitán Rowland, recordando cómo un grupo de 1500 hombres se había enfrentado al poder de toda la 31ª división japonesa. “Fue un gran logro militar”.
Antes de salir de Kohima, el capitán Rowland y su hijo se detuvieron para colocar una corona de flores en la base del monumento de guerra de piedra en bruto en Garrison Hill. Mientras lo hacía, recordó a ocho compañeros soldados que había conocido que estaban perdidos.
Sabía que la batalla no era parte del imaginario público como otras más famosas, pero quienes estuvieron allí nunca lo olvidarían.
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