Joanna Harper, quien asesoró al Comité Olímpico Internacional tiene una posible forma de solucionar los conflictos que tienen las deportistas que cambiaron de sexo.
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Esta historia comienza hace más de medio siglo, cuando un niño de seis años en un pequeño pueblo de Canadá le preguntó a su amigo si alguna vez había querido vivir la vida como una niña. La reacción de su amigo, de impacto y rechazo, fue suficiente para que el niño nunca le volviera a hacer esa pregunta a nadie más.
Eran los años 60 y Joanna Harper había nacido con cuerpo de hombre. Recibió el nombre de su padre, y desde muy temprano, supo que su identidad era distinta. Una niña en el cuerpo de un niño. Joanna lo describe como ser zurda en un mundo diseñado para diestros.
Solía jugar con los juguetes de su hermana, y tenía interés por la ropa femenina, pero nunca pudo articular sus pensamientos más allá de eso. Después de todo, eran los años 60, ¿quién le iba a dar consejos sobre identidad de género a Joanna en ese entonces? Quién, sobre todo en el pequeño pueblo de Parry Sound, a unos 150 kilómetros al norte de Ontario donde vivía. Así que Joanna se guardó esos pensamientos y se distrajo a sí misma con el deporte. Correr le vino de manera natural. Corría todos los días, dos veces al día.
Una atleta nata
Su padre era el director del departamento de educación física en la escuela local, y para el momento en el que ella alcanzó la adolescencia, Joanna ya era mejor que su padre en atletismo de larga distancia. También era excelente académicamente, especialmente en ciencia. Cuando se graduó de la escuela, era el mejor atleta del distrito.
En la universidad, donde estudió Ciencias, Joanna se unió al equipo de cross. Cuando alcanzó los 25 años, estaba entre los 20 principales atletas de larga distancia de Canadá. Y aunque el deporte le sirvió para evitar pensar en su identidad, siempre supo que era transgénero. “Yo siempre supe que era una niña, a pesar de haber vivido todos esos años como un niño”, dice.
Después de graduarse, Joanna comenzó a trabajar como investigadora científica en un gran centro médico en los Estados Unidos.
La transición
No fue sino hasta 2004, cuando ya estaba bien entrada en los 40 y luego de la muerte de su padre y de su hermana, cuando Joanna empezó terapia de hormonas para comenzar su transición física de género.
En pocas semanas, empezó a darse cuenta de que era notoriamente más lenta y luego de nueve meses de terapia estaba corriendo un 12% más lento que antes. Según un estudio hecho por RunRepeat, los hombres corren maratones un 11% más rápido que las mujeres. “De manera ingenua pensé que eso quería decir que sería aceptada en el atletismo femenino”, dice Joanna.
No fue el caso. Muy pocos en la comunidad del atletismo se lo dijeron en la cara, pero Joanna escuchaba cosas. Muchas mujeres sentían que aún mantenía una ventaja injusta por su anterior fisiología masculina. Durante la misma época, las discusiones sobre los atletas transgénero en los deportes en categorías profesionales estaban empezando a llegar a las conversaciones generales.
En 2005, tanto el Comité Olímpico Internacional como el cuerpo que regula el atletismo en los Estados Unidos anunciaron que iban a permitirle a los atletas competir bajo el género con el que se identifican, pero sólo después de haberse sometido a cirugía y de haber estado al menos dos años con terapia de reemplazo de hormonas.
“Esto me enganchó a nivel intelectual”, dice, “como científica, siempre quise analizar el rendimiento de los atletas transgénero”.
El estudio
A pesar de no haberse especializado en la ciencia deportiva hasta ese momento, Joanna usó su experiencia académica en física médica para recolectar datos. Empezó a buscar atletas trans (de hombre a mujer) y eventualmente logró recolectar datos de rendimiento de ocho corredoras de distancia, antes y después de la transición de género.
En 2015, Joanna publicó el primer estudio reseñado por pares sobre atletas transgénero, en el que encontró que las mujeres trans que han tenido terapia hormonal para reducir los niveles de testosterona no presentaron ninguna ventaja sobre las atletas femeninas de nacimiento en el atletismo de larga distancia.
Algunos criticaron el tamaño de la muestra del estudio, argumentando que ocho personas eran muy pocas como para llegar a una conclusión, mientras que otros, como el genetista Eric Vilain, calificaron el estudio como “un hito”.
Joanna expandió su estudió hasta convertirlo en un libro autobiográfico, Sporting Gender, y en 2019 comenzó a estudiar un doctorado en la Universidad del Deporte, el Ejercicio y las Ciencias de la Salud de Loughborough, en el Reino Unido, especializándose en atletas trans.
Su estudio más reciente, publicado por el British Journal of Sports Medicine, encontró que los niveles de hemoglobina (la proteína que transporta el oxígeno en la sangre por el cuerpo) en las mujeres transgénero alcanzan niveles equivalentes a los de las mujeres biológicas después de aproximadamente cuatro meses de terapia hormonal. Sin embargo, su estudio también concluyó que la masa corporal y la masa muscular de las mujeres trans se mantenía por encima de la de las mujeres biológicas hasta como mínimo unos 36 meses después de haber comenzado con las hormonas.
Categorías femeninas
“Estoy a favor de proteger las categorías femeninas”, dice Joanna. “Si revisas los últimos 100 años, verás que el aumento de las categorías femeninas en el deporte es uno de los componentes más importantes en la lucha de las mujeres por la igualdad con los hombres”. Agrega que el Comité Olímpico Internacional sólo incluyó mujeres a partir de los Juegos de 1928 en Ámsterdam, y en ese momento solo participaron en cinco eventos.
El ambiente de las conversaciones sobre la elegibilidad transgénero en los deportes está cargado y es altamente emotivo. En 2018, la ciclista trans Rachel McKinnon dijo haber recibido más de 100.000 mensajes de odio en Twitter después de ganar el campeonato mundial.
En 2021, cuando Laurel Hubbard se convirtió en la primera atleta transgénero en ser elegida para ir a los Juegos Olímpicos, hubo controversia. “Cualquiera que haya hecho levantamiento de pesas de alto rendimiento sabe en el fondo de su corazón que esto es verdad: esta situación en particular es injusta para el deporte y para los atletas”, se quejó la pesista belga Anna Vanbellinghen sobre Laurel Hubbard antes de los Juegos de Tokio 2020.
“Se pierden oportunidades únicas en la vida para algunos atletas (medallas y clasificaciones a los Juegos) y no podemos hacer nada”. Antes de los Juegos, Joanna creía que Hubbard no iba a tener una ventaja porque el levantamiento de pesas se divide por categorías de peso. Esto quiere decir que los atletas se dividen y compiten en subdivisiones que se determinan por su masa corporal. Hubbard terminaría no clasificando a la final de levantamiento de pesas de +87kg en Tokio.
“Sin embargo, estamos al principio de estos estudios. La verdad es que nos tomará unos 20 años lograr tener datos certeros sobre las mujeres trans en los deportes de élite”.
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