La arquitectura del orden en un mundo en crisis: la Argentina en la conformación de un nuevo orden multipolar
Guerra Fría y amenaza nuclear, bases sobre las cuales nace la Conferencia de Seguridad de Múnich
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Un mundo bipolar da origen a la Conferencia de Seguridad de Múnich, iniciativa que hoy celebra 60 años. En otoño de 1962, la Crisis de Cuba llevó al mundo al borde de una catástrofe nuclear. Un año antes un muro cae sobre Berlín, representando con toda brutalidad la división de Alemania, de Europa -y el mundo sin exclusiones- en dos esferas de poder durante los siguientes 30 años.
Este fue el telón de fondo estratégico frente al cual Ewald-Heinrich von Kleist, quien como joven oficial formó parte del círculo de conspiradores de Stauffenberg contra Hitler en el ‘44, decidió establecer un diálogo anual de alto nivel entre Alemania y Estados Unidos en Múnich. El objetivo era claro: ¿Qué debía hacerse para disuadir eficazmente a Moscú y prevenir otra guerra en Europa?
Así nace en 1963 la Conferencia de Seguridad de Múnich, evento que este febrero celebra su 60ma. edición convocando a los principales líderes internacionales a un debate estratégico y con un foco que extiende su alcance al Sur Global como actor inexorable de la nueva configuración global. Bavaria se prepara una vez más para mostrarse como indicador y sismógrafo de la situación actual de las policrisis que experimentamos en simultáneo a nivel mundial.
Hoy como ayer, el “Riesgo Geopolítico” como denominador común
De 1963 a hoy el riesgo geopolítico continúa siendo el denominador común frente al cual las democracias liberales analizan los desafíos que plantea un escenario multiactoral, en el que conviven elementos autocráticos -que sin necesariamente tener intereses o estrategias convergentes-, se unen en la amenaza al orden internacional multilateral.
La insatisfacción con el orden mundial, sus instituciones y sus normas, no es exclusiva a ningún actor o grupo de actores internacionales. Las múltiples crisis mundiales impactan sin distinciones en cada miembro de la comunidad internacional, haciéndonos protagonistas de un orden multipolar frágil y fragmentado -para algunos desgastado y anacrónico- que sufre tendencias polarizantes.
Si un mundo bipolar fue la escena de la primera Conferencia de Múnich, el panorama actual de polarización -como resultado de la competencia entre grandes potencias- amenaza la continuidad del (des)orden multipolar en el que vivimos, y marco en el cual aspiramos a encontrar nuestro lugar a partir de un acervo principios y valores rectores que hacen a una convivencia internacional superador de las asimetrías de la realpolitik. Puede que estemos asistiendo a la conformación de un bipolarismo entrópico como resultado de la competencia entre grandes potencias globales, pero no queremos quedar presos de ello. Los escenarios de esa competencia son mMunichltiples, y se desarrollan de modo simultáneo: la militarización en el Océano Pacífico, la Guerra en Ucrania, el escalamiento de la crisis en Oriente Medio como resultado del ataque de Hamas a Israel, la inseguridad de las rutas comerciales y la competencia por el acceso a recursos estratégicos. Todo ello marca una agenda de tensiones con impacto en cada uno de los cuatro puntos cardinales. Y todo en simultáneo. Una vez más Occidente se pregunta cuántas crisis más puede afrontar sin llegar al límite de su capacidad de respuesta.
Mucho más que la capacidad de reacción frente al conflicto
El mantenimiento de un orden basado en reglas como imperativo representa precisamente un ejercicio que supera conceptual y materialmente la capacidad de reacción frente a conflictos y desafíos de supremacía; se trata de encarar en conjunto una nueva visión de un orden en una era de feroz competencia sistémica; se trata de construir sobre los pilares existentes incorporando intereses de actores antes relegados a un lugar secundario como ‘rule takers’, un lugar que los ha llevado en muchos casos a frustrarse con un orden que no ha respondido a sus aspiraciones más genuinas.
Resulta evidente por ello la necesidad de incorporar al diálogo a actores globales como China, India, Japón, al igual que a otros socios del Sur Global, incluidos países de Latinoamérica, Medio Oriente, Asia y África en una clara invitación a ser parte de la mesa de trabajo, en línea con la visión del Canciller Federal alemán Olaf Scholz, quien enfatiza que para alcanzar resultados no es suficiente enfatizar valores compartidos; y que debemos ser capaces de dar respuesta a intereses e inquietudes de un universo mayor de actores en cada región del globo como requisito básico para encarar una acción común.
En esa línea, la presidencia alemana del G7 en 2022 -al igual que la del G20 en 2017- tuvo un claro componente de apertura y empoderamiento de potencias medias, integrándolas en dinámicas antes reservadas a los rectores del orden mundial. La invitación cursada a la Argentina para la Cumbre del G7 en Elmau en junio de 2022, lo mismo que a Indonesia y a Senegal, o a aquellos países que como Indonesia en 2022 o la India en 2023 que han llevado adelante la presidencia del G20 -como lo hiciera Argentina en 2018-, y que este año ha tomado Brasil-. En cada caso, ejercicios orientados al fortalecimiento del multilateralismo.
Vivimos movimientos tectónicos que hacen al ordenamiento de los términos de la economía mundial tal como la conocíamos: la competitividad abre espacio a la resiliencia; la industria replantea su dilema energético a partir de la ponderación de la huella de carbono en cada cadena productiva; avanzamos en una transición hacia una matriz libre de emisiones, y el grado de autonomía requerida supera la lógica individual o regional e implica una nueva apertura para el desarrollo de nuevos mercados y nuevas rutas comerciales integradas.
Participación en la Conferencia de Seguridad de Múnich: la Argentina en la construcción de una nueva arquitectura en tiempos turbulentos
La invitación para que la Argentina se sume a la Conferencia de Múnich, es una oportunidad de visibilizar el aporte a la consolidación de un conjunto de democracias articuladas en la conformación de un nuevo orden multipolar; se trata de sumarnos a la construcción de un orden en tiempos de (des)orden, decidiendo ser un actor orgánico asumiendo las responsabilidades con posiciones claras y acciones consecuentes. La justicia global no llegará a actores como Argentina por añadidura, si no estamos a la altura de trabajar cooperativamente por el desarrollo de una nueva arquitectura internacional, y de obrar en consecuencia.
La Argentina pertenece a la familia occidental de democracias, nuestro país nació y se desarrolló en un orden internacional de esa naturaleza, pero la marginalidad respecto de los centros de decisión internacional generó frustraciones valederas. Hoy el mundo replantea esa arquitectura internacional, y la Argentina decide asumir su lugar y ser parte de ese proceso constructivo de empoderamiento de actores medios necesarios para un nuevo orden multipolar. Argentina se suma en Múnich a un ejercicio colectivo que congrega a líderes de EE.UU., Alemania, China, Francia, Reino Unido, Italia, España, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Azerbaiyán, Bangladesh, Tailandia, Nigeria y Ghana -entre muchos otros- para (re)pensar y (re)articular un orden multipolar.
No es poco -en un mundo en crisis- ser un actor confiable y previsible, integrado a los debates globales, y haciendo un aporte constructivo a la gobernanza global, en materia de paz y seguridad, de financiamiento internacional, transición energética o en la descarbonización industrial -que ya es realidad en sectores industriales argentinos del acero, del aluminio y de la cadena agroalimentaria- en la minería de nueva generación y en la producción de combustibles limpios con el potencial real de convertir a nuestro país en un actor con proyección mundial en materia de abastecimiento de minerales críticos y nuevos combustibles. Es ahí hacia donde vamos.
Los líderes mundiales mantienen, frente al escenario de policrisis, enormes diferencias; sin embargo se unen en la percepción de que vivimos momentos críticos en la competencia por rearticular un orden global que debe encontrar en las democracias liberales un actor fundamental para recrear un orden común basado en reglas como garantía para la paz y la seguridad internacional, así como para una nueva economía definida por la integración de nuevos actores en cadenas de valor críticas a nivel global.
El autor es embajador de la República Argentina en Alemania
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