La Argentina ante la variante delta: ¿Cuándo apretar el botón de alarma?
El linaje originado en la India expuso las fortalezas y debilidades de distintos países tras un año y medio de pandemia
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La irrupción del coronavirus en 2020 unió a todos los países en un improvisado juego de ensayo y error para contener la pandemia. Ahora el surgimiento de la variante delta del coronavirus desnuda las fortalezas y las debilidades que cada uno de esos países acumuló a lo largo de un año y medio de pandemia.
Con la capacidad de contagio potenciada, el linaje surgido en octubre de 2020 en India expone, sobre todo, los talones de Aquiles de las naciones que se retrasaron o se confiaron en la carrera contra el tiempo para construir la suficiente inmunidad y detener el virus.
La delta no es la primera variante del Covid-19 que desconcierta al mundo y, por el lento y desparejo avance de la vacunación, probablemente tampoco sea la última. Sí es la que más alarma a los gobiernos de todos los países, en especial por dos razones. Por un lado, es más contagiosa que otras variantes y duplica su incidencia cada siete días. Por el otro, atraviesa el mundo justo cuando parte de él empezaba a ilusionarse con el regreso triunfal y total de la normalidad.
1. Tres tipos de países
Luego de causar estragos, entre mediados de marzo y fines de mayo, en una India que ya creía superada la pandemia, la variante delta fue detectada en 80 países hace 15 días. Hoy son 96 las naciones que confirmaron su presencia, señal de la potencia de su transmisión.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) monitorea otras tres variantes de preocupación. La alfa surgió en Kent, Inglaterra, en septiembre pasado y hoy está en 166 países mientras que la beta, originada en Sudáfrica, en mayo de 2020, circula en 120 naciones.
La variante alfa y la gamma, nacida en Manaos en noviembre pasado y registrada ya en 72 países, son las de mayor presencia en América Latina. Pero la delta empieza a insinuarse y en poco más de un mes ya fue detectada en México, Brasil, la Argentina, Perú y Chile. Por ahora, sin circulación comunitaria, es una amenaza que golpea, con fuerza, la puerta de la región.
¿Cuándo entrará? ¿Será su impacto tan feroz como en la propia India o estará atenuado, como empieza a verse en Israel? ¿Cómo deben reaccionar los gobiernos y las sociedades, desgastadas por meses y meses de muerte, confinamiento, recesión y falta de futuro?
El impacto de la variante delta recién comienza a sentirse más allá de India. Una radiografía de las naciones más afectadas, en incidencia y número de hospitalizaciones y muertes, permite dividirlas en tres grupos: las más sacudidas que apelan a todo tipo de medidas, las que sienten cercana su llegada y contienen el aliento, y las que tienen circulación comunitaria pero mantienen la cautela sin desesperarse.
La línea de división, la variable determinante es la porción de población vacunada más que las restricciones a la entrada al país; después de todo, la variante Delta vulneró las defensas tanto de “países fortalezas” como Australia como las de naciones abiertas casi por completo, como Rusia.
2. De un lado, Rusia; del otro, Israel
Entre los países que ya sienten el rigor de la variante delta está Rusia. Alimentada por la variante delta, la tercera ola comenzó con junio y en solo un mes los casos se multiplicaron por 2,5; las muertes, por su lado, ya llevan tres días seguidos de récords y orillan los 700 decesos diarios.
La presencia de la variante agobia particularmente a Moscú y colma sus hospitales, ya dedicados a atender pacientes Covid-19 casi con exclusividad. Corriendo con desesperación por detrás de la pandemia, las autoridades recortaron los movimientos, reinstauraron restricciones y tomaron una medida que no quería tomar: la obligatoriedad de la vacuna.
Históricamente desconfiados de su sistema de salud y de su gobierno, los rusos se mantienen alejados del proceso de vacunación y solo el 12% de la población recibió las dos dosis y un 4%, apenas una.
La prevalencia de la variante delta es casi total en Rusia y lo mismo sucede en Gran Bretaña, donde el 95% de las nuevas infecciones responden a ese linaje. Pero un país está agobiado, y el otro, no.
La diferencia es que el segundo ya tiene al 50% de su población inoculado con dos dosis y al 17% con una y, según advierten con cautela los especialistas, la inmunización parece haber cortado la cadena entre el contagio y la hospitalizaciones y muertes.
Pese a que los contagios crecieron un 76% en junio, especialmente entre los jóvenes -franja aún sin vacunar-, las muertes se mantuvieron estables. Hubo 4 decesos el 6 de junio, día en que los contagios empezaron a despegar, y 23, el último día del mes. Con el mismo nivel de contagios, en la segunda ola se registraron diez veces más de muertos.
Otros dos países registran una situación similar a la de Gran Bretaña. En Portugal, los contagios se multiplicaron por 33% en la última semana; la mitad de ellos fueron producidos por la variante Delta. En Israel, después de caer durante cuatro meses seguidos, las infecciones empezaron a subir, alentadas por el linaje.
Pero como en Gran Bretaña, en ambos países las internaciones en la terapia intensiva y las muertes se mantienen casi inmutables; en ambos también, la población que recibió dos dosis es alta (35% en Portugal y 62% en Israel).
“La amenaza [de la variante delta] es bastante grande, se propaga muy rápidamente aunque todavía tenemos números pequeños de infectados. De todos modos, ni la sociedad, ni el gobierno ni la comunidad médica entraron en pánico porque verdaderamente esperamos que las vacunas prevendrán las hospitalizaciones y muertes”, explicó a LA NACION Ronit Calderon, epidemióloga de la Universidad Hebrea, desde Israel.
3. Cautela vs. pánico; bisturí vs martillo.
Calderon advierte, de todas maneras, que los números de contagio aún son demasiado pequeños para apurar conclusiones sobre el impacto de hospitalización y muerte de la variante delta. Sin embargo el gobierno israelí ya anunció que no tiene pensado dar marcha atrás con el regreso a la normalidad, a lo sumo volverán los barbijos, desechados a fines de mayo.
“Podemos derrotar esta nueva ola de coronavirus sin nuevas medidas. Habrá vacunas en lugar de confinamientos y barbijos en lugar de restricciones”, dijo el flamante premier, Naftali Bennett, hace una semana.
También bajo la atenta mirada del mundo por llevar la delantera con la variante delta, Gran Bretaña apela a la misma fórmula de “normalidad más vacunas más vigilancia”. Por su lado, el gobierno de Boris Johnson confirmó ayer que el 19 de julio levantará todas las medidas de distanciamiento social, una decisión que tenía fecha para el 20 de junio pero fue postergada para monitorear la evolución del nuevo linaje.
Por su lado, Portugal, un poco más atrás en la vacunación, decidió no apretar el botón de pánico aún pero sí reestableció los toques de queda en lugares turísticos y, como Israel y Gran Bretaña, duplicó en la última semana su ritmo de vacunación, según muestra la base OurWorldinData.
Un segundo grupo de países, menos aventajado en vacunación que Gran Bretaña o Israel pero con escenarios epidemiológicos más aliviados que Rusia, sí apretaron el botón de pánico ante la primera señal de la variante delta y aplicaron el martillo más que el bisturí.
La Argentina selló prácticamente su frontera aérea al reducir aún más el cupo de entrada al país mientras que Australia, una de las naciones que mejor transcurrió la pandemia gracias a un sofisticado sistema de rastreo de contactos, confinó a 20 de sus 25 millones de habitantes por tener 200 casos diarios.
Ni la Argentina ni Australia registran aún circulación comunitaria pero sus curvas empiezan a subir. Y miran con susto y anticipación las muertes de Rusia y los contagios incluso de vacunados de Gran Bretaña. Ambas medidas llegaron con polémica, cuestionamientos y enojos tanto entre argentinos como entre australianos.
Todos los países impusieron restricciones de ingreso apenas iniciada la pandemia y las mantienen (de hecho, la Argentina está entre las “destinos prohibidos” para los israelíes). Sin embargo, el cierre casi total a la manera argentina no garantiza que un virus o su nueva variante sea bloqueado o demorado.
“¿Qué países de Europa cerró más? Gran Bretaña ¡¿Y pudo detener la variante?! Los virus siempre se filtran. Cerramos todo y al final vamos a tener nuestra propia variante”, advirtió, en diálogo con LA NACION, un virólogo argentino que trabaja en Estados Unidos.
En Gran Bretaña, las restricciones de ingreso son rigurosas e incluyen cuarentena de 14 días para quienes lleguen de “zonas rojas”. En el icónico Heathrow, epicentro del contacto británico con el mundo, el tránsito fue diezmado por la pandemia: agosto de 2019 fue el mes con más pasajeros, unos 7.700.000; en mayo de este año ese número fue de 6750.000, de acuerdo con las estadísticas de tráfico del aeropuerto. Gran Bretaña fue, de todas maneras, el primer país en detectar la variante.
Australia no se queda atrás. Solo pueden entra 7000 viajeros por semana, las restricciones son tales que los propios australianos dicen que viven en una “jaula de oro”. Y lo mismo la variante se filtró. ¿Entonces cómo demorarla o evitar que, al llegar, cause los mismos estragos que en Rusia?
4. Otra deficiencia argentina
Pese a que Europa, Asia y las zonas menos vacunadas de Estados Unidos empiezan a registrar un aumento de casos por el linaje delta, América Latina, donde la “transmisión comunitaria por ahora es limitada, según la OPS, está a tiempo incluso contener la variante.
“Una variante no tiene por qué volverse prevalente en todos los países”, explicó el virólogo argentino.
Eso sucedió, con el linaje alfa, que fue “predominante solo de manera transitoria”, según advirtió Jairo Méndez Rico, director de Enfermedades Virales, de la OPS, en la conferencia de prensa semanal del organismo, el miércoles pasado.
Para contener, en este caso a la variante delta, hay que acelerar la vacunación y “enfocarse en medidas de control y de vigilancia genómica”, dijo Méndez Rico.
La Argentina aplicó, hasta ahora, la estrategia de una dosis y de la segunda dosis demorada. Esta semana el Ministerio de Salud y las provincias acordaron revertirla y acelerar el esquema completo.
Estudios realizados con AstraZeneca y Sputnik demuestran que esas vacunas son efectivas contra las hospitalizaciones por variante delta, pero sobre todo cuando las dos dosis han sido inoculadas.
Especialistas que trabajan con el gobierno de la Ciudad estimaron, en diálogo con LA NACION, que tienen entre “unos 30 o 40 días” para avanzar en esa estrategia hasta que empiece a sentirse la variante.
Si en la inmunización, los gobiernos nacionales y provinciales parecen haberse decidido a apretar el acelerador con la habilitación y compra de más y nuevas vacunas, en el otro puntal crítico para contener al nuevo linaje -la vigilancia genómica- las deficiencias se acumulan.
“Por la cantidad de muestreo que se hace en la Argentina, hasta que pescás la variante, ya está circulando con envión”, dijo a LA NACION un médico involucrado en la gestión sanitaria pública.
Entre enero y mediados de junio, la Argentina secuenció 1325 muestras, de acuerdo con números oficiales. En un período similar (de diciembre a principios de junio), Chile -con menos de la mitad de población- estudió genómicamente 2811 muestras, según el Informe Epidemiológico de Circulación de Variantes del ministerio de Salud de ese país.
El contraste se magnifica incluso más ante otro dato. Con un costo de casi un millón de dólares, el Anlis Malbrán compró, a comienzos de años, el CovidSeq, un secuenciador capaz de analizar 6000 muestras semanales, según detalla la comunicación oficial.
Lejísimos está la Argentina de ese número, que le permitiría monitorear la irrupción de la variable, mapear su avance y, en definitiva, acotar su impacto. Pero a falta de vigilancia y un detalle claro del escenario epidemiológico, siempre se puede entrar en pánico y cerrar un aeropuerto.
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