La final contra Francia en el Mundial: la Argentina, acosada por problemas internos, ve la salvación en Qatar
Mientras la economía está asediada por la alta inflación y una pobreza en ascenso, en el país crece la ilusión por ver al seleccionado campeón
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A principios de septiembre, me senté con el ministro de Economía argentino, Sergio Massa, durante una visita a Washington. Massa, apodado “súper” ministro por el conjunto de carteras bajo su ala mientras dirige la economía asediada de su país, estaba en la capital de Estados Unidos como parte de un esfuerzo más amplio para estabilizar una situación compleja. La Argentina, agobiada por la deuda, con sus reservas de divisas agotadas, estaba al borde de la hiperinflación. Había que cerrar acuerdos comerciales y negociar con el Fondo Monetario Internacional.
En ese momento, las presiones inflacionarias también se arremolinaban en torno a Washington, y le pregunté a Massa si había alguna lección que los estadounidenses pudieran aprender de la experiencia crónica de crisis fiscales en Argentina. “Siempre estamos aprendiendo”, me dijo Massa sin rodeos. “No podemos enseñarle nada a nadie”.
Desde entonces, Massa se ha mantenido firme, evitando los peores temores de los analistas económicos. Ahora es uno de los favoritos para tomar el relevo del maltrecho y dividido peronismo en las elecciones del próximo año. Pero las condiciones siguen siendo sombrías: la inflación no parece estar desacelerándose y casi el 40 por ciento de la población del país ahora vive por debajo del umbral de la pobreza.
“Hoy, la economía se mantiene unida por una batería de controles de precios y cambios”, señaló The Economist. “Aún así, la inflación estará cerca del 100 por ciento este año, y en el mercado negro (tolerado) el peso vale menos de la cuarta parte de lo que tenía hace tres años. El gobierno vive de semana en semana”.
El Mundial
Durante el último mes, los propios argentinos han vivido semana a semana, día a día, de la suerte de su amada selección nacional de fútbol en Qatar. El domingo, Argentina enfrenta una cita con el destino, al enfrentarse a Francia en la final de la Copa del Mundo. La victoria marcaría un tercer título de Mundial para la nación sudamericana loca por el fútbol y el triunfo supremo en la carrera ya incomparable del delantero argentino Lionel Messi, posiblemente el más grande en este deporte.
La perspectiva de esa victoria ha disparado el imaginario nacional. Aunque viven a miles de kilómetros del emirato del Golfo, los argentinos constituyen uno de los bloques más grandes de fanáticos que han viajado a Qatar, una realidad que es audible para cualquiera que asista o vea los partidos de Argentina durante la Copa del Mundo.
“El Mundial es una oportunidad para recuperar el entusiasmo en un país que está enormemente frustrado y lleno de una abrumadora sensación de fracaso”, dijo José Abadi, psiquiatra en Buenos Aires, a The Washington Post antes de que comenzara la Copa del Mundo. “Es una oportunidad de ganar por una vez y obtener reconocimiento mundial por lo bueno que es nuestro fútbol en lugar de por cuánto dinero debemos”.
Tan grande fue la manía por el torneo que, en las semanas previas a su inicio, la escasez de figuritas generó una verdadera crisis política. “El gobierno tuvo que hacer una reunión especial sobre cómo lidiar con la escasez de figuritas porque estaba afectando el estado de ánimo de la gente”, dijo el periodista argentino Martín Mazur en un podcast reciente. “Y ahora, incluso con la alta inflación, miles de personas están tratando de estar [en Qatar] para la semifinal y la final, literalmente poniendo todo su dinero que han ahorrado durante muchos años solo para estar aquí y celebrar”.
Para Massa y sus aliados, hay un claro resquicio de esperanza. “En la Argentina la gente no habla de otra cosa”, escribió Federico Rivas Molina en el diario español El País. “La victoria sobre Croacia el pasado martes en semifinales ha marcado el discurso público. Las familias discuten dónde verán la final contra Francia el domingo y los políticos mantienen la cabeza gacha para evitar llamar la atención”.
El fútbol, probablemente más que cualquier otro deporte, tiene la capacidad de brindar momentos de trascendencia. La carrera de Marruecos hasta las semifinales de este torneo desencadenó una asombrosa efusión de amor y solidaridad de todo Medio Oriente, el mundo árabe y África, y será recordada con cariño en los años venideros.
Argentina todavía se sienta bajo la voluminosa sombra de su difunta leyenda del fútbol Diego Maradona, quien impulsó a su nación al triunfo en el Mundial de 1986 y, a fuerza de su fama e incontenible personalidad, construyó una legión de simpatizantes argentinos en todo el mundo. A los ojos de los fanáticos en países tan lejanos como India y Bangladesh, Messi solo sigue los pasos de Maradona.
De hecho, Messi ha sido perseguido por el legado de Maradona. A pesar de todos los trofeos y elogios que ganó a nivel de clubes en Europa, Messi nunca generó el mismo cariño en casa que Maradona, quien logró algo que aún elude al delantero de sublime talento. Messi enfrentó derrotas aplastantes, incluso en la final del Mundial en 2014 y una salida ignominiosa en Rusia en 2018. Atormentado por el fracaso, Messi incluso se retiró brevemente de la selección nacional.
Pero a medida que Messi, de 35 años, se acerca al ocaso de su carrera (admitió a los periodistas esta semana que este es casi con certeza su último Mundial), el fervor y el amor por él se han intensificado. En los estadios de Qatar, los fanáticos argentinos cantan a su país como la “tierra de Diego y Leo” y casi parecen desearlo hacia la victoria final.
En la cabina de prensa del partido de la fase de grupos entre Argentina y Polonia, un periodista argentino me comentó que, durante años, su país esperó a que Messi les ganara el Mundial. Ahora, dijo, es la nación la que quiere ganarlo para Messi.
En este contexto, la derrota contra Francia, los actuales campeones del mundo, podría ser bastante difícil de digerir. Algunos en Argentina están tratando de mantener la perspectiva. La ministra de Trabajo del país, Kelly Olmos, recordó a los periodistas lo poco que cambió cuando ganaron la Copa del Mundo de 1978, organizada de manera controvertida en la Argentina por la dictadura militar del país.
“Estábamos bajo dictadura, perseguidos, no sabíamos qué nos deparaba el día de mañana, pero Argentina salió campeona y salimos a festejar a las calles”, dijo Olmos. “Y luego volvimos a la realidad, que era implacable”.
Los fanáticos de la Argentina pueden estar esperando un mayor respiro. La magia del fútbol es que “nos da la posibilidad de una felicidad que es a la vez transitoria y eterna”, dijo el escritor argentino Ariel Scher a la Agence France-Presse. “Ningún problema será resuelto o eliminado pero al mismo tiempo, aunque sea brevemente, nos deslumbra con algo que deja un recuerdo imborrable”.
Cómo manejar ese fugaz momento de gracia, la emoción de una gloria abrumadora, puede ser una lección que los argentinos quieran enseñar al mundo.
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