Este camino se convirtió en una ruta de riqueza para los invasores europeos que buscaban acceder al interior del continente
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La ruta sudamericana de senderos indígenas de miles de kilómetros, que conectaba el Atlántico con el Pacífico, considerada por algunas leyendas como un reflejo en La Tierra de la Vía Láctea, vuelve a salir a la luz gracias a una serie de proyectos turísticos.
Mientras salía de Peabirú, un pueblo adormecido, restos de frutas, entre otras, guayabas, se pegaban a las suelas de mis botas en una mezcla dulce y fermentada. Había viajado al estado brasileño de Paraná, no muy lejos de la frontera con Paraguay, en busca de los restos del Camino de Peabirú, una red de 4.000 km de senderos que conectan los océanos Atlántico y Pacífico, construida durante milenios por los pueblos indígenas de Sudamérica.
El Camino de Peabirú era un camino espiritual para los nativos guaraníes en busca de un paraíso mitológico. También se convirtió en una ruta de riqueza para los invasores europeos que buscaban acceder al interior del continente.
Sin embargo, la mayoría de los caminos originales desaparecieron, absorbidos por la naturaleza o transformados a lo largo de los siglos en carreteras. Sólo en los últimos años esta enigmática ruta empezó a revelar sus misterios a cada vez más personas, gracias a una creciente red de nuevos senderos turísticos.
Un enigmático camino envuelto en leyenda
Es fácil entender por qué este sendero despierta rápidamente la imaginación de la gente. Sólo hay que pensar en la historia del primer europeo conocido que recorrió todo el camino desde un océano hasta el otro. Se trata del marinero portugués Aleixo García.
García naufragó en 1516 en las costas del sur de Brasil tras fracasar una misión española para navegar por el Río de la Plata. Tras el naufragio, García y otra media docena de marineros fueron acogidos por los amables guaraníes. Ocho años más tarde, tras escuchar las historias de los guaraníes sobre un camino que conducía a un imperio en las montañas rico en oro y plata, García viajó con 2.000 guerreros guaraníes hasta los Andes, a casi 3.000 km de distancia.
Según la investigadora brasileña Rosana Bond en su libro electrónico “A Saga de Aleixo Garcia”, el marinero portugués se convirtió en el primer europeo conocido en visitar el imperio inca, en 1524, casi una década antes que el conquistador español Francisco Pizarro, de quien se cree que fue el que realizó ese “descubrimiento”.
Teorías divergentes
Si bien conectaba con la red de caminos incas y preincas, muy visitados, a través de los Andes, el Camino de Peabirú tiene pocos restos visibles. Esta falta de pruebas físicas no sólo dio lugar a teorías divergentes en los círculos académicos sobre quién lo creó y cuándo, sino también a especulaciones descabelladas sobre si fue creado por vikingos o sumerios, o incluso por Tomás el Apóstol en una misión evangelizadora desde India.
Algunas teorías sitúan la ruta en torno al año 400 o 500 de la era cristiana. Otras sugieren que se remonta a hace 10.000 años, a la época de los paleoamericanos.
“El Camino de Peabirú fue la carretera transcontinental más importante de la América precolombina. Conectaba pueblos, territorios y océanos”, afirma la doctora Claudia Parellada, arqueóloga brasileña que publicó varios trabajos académicos sobre el tema y es coordinadora del departamento de arqueología del Museo Paranaense de Curitiba, en el sur de Brasil, donde se conservan muchos de los restos de las excavaciones arqueológicas de la ruta.
Las teorías divergen no sólo sobre cuándo se creó, sino también sobre el recorrido exacto. “Siempre va a haber hipótesis”, explica Parellada. “La verdad sobre la ruta completa de Peabirú es difícil de saber, porque cambió con el tiempo”. El nombre y la leyenda, al menos, siguen vivos en Peabirú, una ciudad construida en la década de 1940, donde el gobierno local y grupos de voluntarios crearon y señalizado recientemente rutas de senderismo inspiradas en el Camino de Peabirú.
Estas rutas forman parte de un ambicioso plan turístico estatal que se puso en marcha este año, y que traza una plausible ruta de senderismo y ciclismo de 1.550 km para el Camino de Peabirú a lo largo de todo el estado de Paraná, desde la costa a través de 86 municipios hasta la frontera con Paraguay.
Yo viajé a Peabirú para probar una de ellas: un sendero forestal que recorre siete cascadas a lo largo del curso de un río. Las orillas del río formaron parte, casi con toda seguridad, del Camino de Peabirú, me explicó mi guía Arléto Rocha mientras caminábamos, trepando por debajo y por encima de los árboles caídos y luego vadeando el río con el agua fría hasta las rodillas, aprovechando así para quitar la fruta podrida de las suelas de mi calzado.
No contento con mojarse las botas, Rocha se zambulló en una cascada completamente vestido. Más adelante, señaló los lugares donde había encontrado puntas de flecha, morteros, grabados en roca y otras joyas arqueológicas durante la última década, que ahora se exponen en el recién inaugurado Museo Municipal Camino de Peabirú.
La mayor parte de la caminata por la selva, al igual que la ruta más amplia del estado, es simbólica. Se trata de una estimación, en el mejor de los casos, de dónde podría haber estado la ruta original, aunque hay más certeza en algunos tramos, especialmente donde existen mapas históricos y yacimientos arqueológicos.
Esta región del suroeste de Brasil fue un hervidero de excavaciones arqueológicas desde la década de 1970 en busca de rastros del Camino de Peabirú, ya que en su día fue una zona con una enorme población indígena (estimada en unos dos millones de personas, principalmente guaraníes, en su apogeo en el siglo XVI).
De costa a costa
Como muchos otros con los que he hablado, Rocha está obsesionado con el misterio del camino e incluso publicó su tesis de posgrado sobre el tema. Historiadores, astrónomos y arqueólogos también llevan décadas dándole vueltas al asunto, reconstruyendo mapas antiguos, registros coloniales e historias orales para intentar comprender los orígenes y la finalidad de la ruta.
El consenso general es que la ruta principal de la red conectaba las costas oriental y occidental de América del Sur: partía de tres puntos de inicio en la costa de Brasil (en los estados de Sao Paulo, Paraná y Santa Catarina) que se unían en Paraná, continuaba por Paraguay hasta Potosí, rico en plata, y el lago Titicaca, en Bolivia, seguía hasta Cuzco (la capital del Imperio inca), en Perú, y bajaba hasta la costa peruana y el norte de Chile.
“A grandes rasgos, podemos decir que el camino seguía el movimiento del sol poniente y naciente”, escribió Bond en su más reciente libro electrónico, “História do Caminho de Peabiru”, publicado el año pasado.
En él, Bond analiza una serie de hipótesis plausibles sobre el origen del camino de Peabirú, y llega a la conclusión de que la red de senderos fue probablemente creada y utilizada por varios grupos indígenas a lo largo de los siglos, pero que la característica que lo define fue el deseo de conectar el Atlántico y el Pacífico.
“No importa cuántas personas lo construyeron y de dónde eran, sino que fue un camino que en un momento determinado fue visto por los indígenas como un sendero específico y homogéneo que representaba en la Tierra el movimiento del Sol en el cielo”, escribió Bond. El pueblo indígena al que se refiere Bond es el de los guaraníes, una de las mayores poblaciones indígenas que sobreviven en Sudamérica y que viven en partes de Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia.
El Camino de Peabirú es un camino espiritual y físico en la cultura guaraní que conduce a un paraíso mitológico que llaman Yvy MarãEy, situado al otro lado del Atlántico, por donde sale el sol. Este paraíso (cuya traducción sería “la tierra sin maldad”) se menciona en la historia oral guaraní, en rituales, música, danza, simbología y nombres de lugares.
Las leyendas guaraníes dicen incluso que la red de caminos es un reflejo en la Tierra de la Vía Láctea. También se cree que el nombre del sendero procede de la palabra guaraní peabeyú, que significa “camino de hierba pisada”, entre otras traducciones.
De camino espiritual a vía rápida de los invasores europeos
El camino espiritual de los guaraníes hacia el paraíso se convirtió en una vía rápida hacia las riquezas para los invasores europeos -como el marinero portugués Aleixo García- en las expediciones al Nuevo Mundo que acabarían conduciendo al genocidio de las poblaciones indígenas de Sudamérica. Las leyendas de El Dorado y la Sierra de la Plata llevaron a los españoles y portugueses a cruzar el Atlántico, y algunos grupos indígenas les ayudaron a penetrar en el interior del continente por el Camino de Peabirú, explicó Parellada.
“Conocer las principales rutas y senderos a través de las poblaciones nativas se convirtió en una ventaja estratégica, ampliando el saqueo, la destrucción y la codicia de nuevos territorios y riquezas minerales”.
A lo largo de los siglos siguientes, sucesivas oleadas de exploradores, jesuitas evangelizadores, bandeirantes (esclavistas portugueses), comerciantes y colonizadores también utilizaron el Camino de Peabirú para acceder al interior del continente, pavimentándolo, ensanchándolo y, en ocasiones, modificando su trazado.
“Los primeros registros escritos sobre el camino datan de los siglos XVI y XVII”, añadió Padellada. “Entre ellos se encuentra el relato de Ruy Díaz de Guzmán, de 1612, sobre la muerte de García a manos de la etnia de los payaguás, a su regreso a la costa desde Perú”.
Para continuar mi búsqueda de restos del camino, viajé a la costa del vecino estado de Santa Catarina, hasta la Enseada dos Britos, una tranquila bahía donde los historiadores creen que vivió García y desde donde habría partido en su misión al imperio inca. Este es el punto de partida de otra caminata inspirada en el Camino de Peabirú, una ruta de 25 km que incluye playas, las dunas de un parque estatal y la visita a dos aldeas guaraníes.
Mientras me preparaba para la caminata de 25 km, intenté imaginarme a García y a su grupo de náufragos sin afeitar y quemados por el sol, a miles de kilómetros de su hogar, instalándose en su nuevo alojamiento guaraní tras perder su barco. Al igual que la caminata anterior, la ruta es sólo una aproximación de por dónde podría haber pasado el Camino de Peabirú.
Esta ruta surgió gracias a la investigación del empresario local Flávio Santos, que llevó a cabo este proyecto turístico tras estudiar la historia del camino y los yacimientos arqueológicos locales. Él, como muchos otros, ve el potencial de atraer turismo durante todo el año que beneficie a la comunidad local, incluidas las aldeas guaraníes cercanas, si se hace de la manera correcta.
“Tenemos este antiguo sendero, así que, ¿por qué no conectar la historia y la población indígena local? Es importante que la población local conozca esta historia y sepa cómo vivían los indígenas y cómo fueron diezmados”, afirmó Santos. Parellada está de acuerdo con él: “Recorrer el Camino de Peabirú, combinado con actividades educativas, podría ser un puente hacia una comprensión total del pasado colonial de Sudamérica, su biodiversidad y el conocimiento de los indígenas”.
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