Protagonista de históricas batallas contra los ingleses, permaneció abandonada y olvidada durante varias décadas
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En octubre de 1687, una canoa llegó a las costas de San Agustín (St. Agustine hoy), entonces un asentamiento en la Florida española y actualmente la ciudad continuamente habitada más antigua en los Estados Unidos continentales.
En la canoa viajaban ocho hombres y dos mujeres, una de las cuales llevaba a un niño pequeño en brazos. Los viajeros eran negros fugitivos que habían escapado de la esclavitud en la que vivían en una plantación propiedad de británicos en las Carolinas, al norte. Tras desembarcar, se dirigieron al centro de la ciudad en busca de libertad.
“Fueron a presentarse ante el gobernador de San Agustín”, dijo Jane Landers, profesora de historia en la Universidad de Vanderbilt y directora del Archivo Digital de Sociedades de Esclavos, que documenta la historia de los africanos esclavizados y sus descendientes. “Le explicaron que le pedían su protección y que querían hacerse católicos”, relató.
El grupo de viajeros había oído que este asentamiento español era un santuario religioso y ofrecía libertad a cualquier persona previamente esclavizada que quisiera convertirse al catolicismo. Pronto, otros negros esclavizados de las entonces colonias británicas de Georgia y de las Carolinas, en el norte, comenzaron a escapar hacia el sur, hacia St. Agustine.
Peligros por mar y tierra
El viaje hacia la libertad podía durar una semana o más y era peligroso. Los fugitivos navegaban por pantanos y aguas costeras llenas de peligros. En el desierto los aguardaban caimanes, panteras y serpientes venenosas. En las ciudades y pueblos, los cazadores de esclavos merodeaban por las calles.
El sol era implacable, al igual que los mosquitos, y muchas veces era difícil encontrar comida y agua. Aún así, para muchos, la promesa de libertad valía el riesgo. A veces, los nativos americanos locales Yamassee que vivían en Georgia y las Carolinas ayudaron a los fugitivos, esencialmente creando un antecedente del “ferrocarril subterráneo” (la red clandestina que organizada en el siglo XIX para ayudar a escapar esclavos de las plantacones del sur) que corría hacia el sur en lugar de hacia el norte.
Estos 10 viajeros originales en canoa fueron los primeros solicitantes de asilo religioso documentados en St. Agustine y, sin que ellos lo supieran en ese momento, sentaron las bases de una sociedad más justa e igualitaria.
Durante los siguientes 76 años, una pequeña comunidad de afroamericanos anteriormente esclavizados vivió en St. Agustine como gente libre, transformándola en una ciudad dramáticamente diferente a cualquier otro lugar del sur de EE.UU.
La fe por encima del color de piel
A diferencia del sistema de esclavitud basado en la raza empleado en las colonias británicas, España veía la institución de la esclavitud de manera diferente. Seguía la antigua ley romana, según la cual cualquier persona, independientemente del color de su piel, podía ser esclavizada si había sido condenada o capturada en guerras.
Sin embargo, según este código castellano, las personas esclavizadas tenían ciertos derechos y protecciones, como el derecho a ser tratados humanamente y poder recuperar su libertad ya sea mediante el servicio militar o convirtiéndose al catolicismo. A los dueños de esclavos españoles tampoco se les permitía separar familias ni vender niños lejos de sus padres.
“No se trata de color de piel ni de raza. Según el derecho romano, tienes derechos. Puedes denunciar a los malos propietarios que te maltratan y puedes pedir un cambio de propietario”, explicó Landers.
Además de la religión, la política también jugó un papel en la diferente visión de la esclavitud en España, ya que los españoles necesitaban más gente para defender su territorio contra los británicos, que seguían atacando sus asentamientos desde el norte.
El gobernador de St. Agustine escuchó a los 10 solicitantes de asilo y les permitió quedarse. A medida que en los años siguientes llegaron más negros anteriormente esclavizados, el rey de España emitió una proclama en 1693. “Si alguien huye de una colonia protestante y viene a una colonia católica solicitando la ‘verdadera fe’, como la llamaban, hay que recibirlos y protegerlos”, dijo Landers, que estudió los registros de archivos en España para su tesis. “Para los británicos, todo giraba en torno a la raza y el color de la piel. Los españoles decían: ‘¿eres católico o no?’”, explicó.
Protegiendo su nuevo hogar
En 1693, St. Agustine era una pequeña ciudad fronteriza atacada frecuentemente por piratas y tropas británicas. En la época en que estos primeros buscadores de libertad escaparon al asentamiento, el gobierno local decidió tener un lugar en el norte para monitorear a sus vecinos británicos y alertar a los residentes en caso de que tuvieran que buscar refugio.
En marzo de 1738, el gobernador Manuel Joaquín de Montiano construyó un puesto de avanzada justo al norte de San Agustín llamado García Real de Santa Teresa de Mose (pronunciado “Mo-say”). En ese momento, aproximadamente 100 negros libres vivían en St. Agustine y disfrutaban de los mismos derechos que sus vecinos europeos. Ayudaron a los españoles a construir las pocas chozas con techo de paja rodeadas por muros de tierra que se convertirían en Fort Mose.
El fuerte albergaba a 38 hombres y sus familias, la mayoría de los cuales eran negros. Los hombres sirvieron en la milicia de Fort Mose explorando los alrededores: algunos a caballo, otros en canoas y otros a pie. Aunque nominalmente un oficial español estaba a cargo del fuerte, un hombre negro llamado Francisco Menéndez, que había escapado de una plantación de Carolina del Sur, era su capitán y líder militar de facto.
Hoy en día, el fuerte y la ciudad de Fort Mose se consideran el primer asentamiento negro libre legalmente autorizado en lo que más tarde se convertiría en EE.UU. Un museo interactivo ahora destaca la historia del fuerte y muestra artefactos descubiertos durante la excavación del sitio.
Dos años después de la construcción de Fort Mose, las tropas británicas atacaron y tomaron el fuerte, y, finalmente, lo destruyeron. Pero sólo 16 días después, miembros de la milicia de Fort Mose -liderada por negros y guerreros Yamasee- se unieron en un ataque sorpresa temprano en la mañana para derrotar a los británicos en lo que ahora se conoce como la Batalla de Bloody Mose.
Estos soldados negros y nativos se sintieron obligados a defender su territorio, pero también sus derechos, que sabían que estarían mejor protegidos bajo el dominio español que bajo el británico.
El fin del sueño
Mientras Fort Mose estaba en ruinas, sus antiguos residentes negros regresaron a San Agustín, donde se casaron entre sí y se integraron en la sociedad. “Era una comunidad muy diversa, cultural y étnicamente, en todos los sentidos”, explicó Regina Gayle Phillips, directora ejecutiva del Museo y Centro Cultural de Lincolnville, en St. Augustine. Ubicado en la primera escuela secundaria negra pública de la zona, las exhibiciones del museo abarcan 450 años, desde los imperios de África occidental hasta la temprana presencia negra en la Florida colonial hasta la actualidad.
En 1752, Fort Mose fue reconstruido en una ubicación ligeramente diferente y el gobierno español volvió a pedir a algunos de los residentes negros de San Agustín que protegieran el puesto de avanzada. Cuando no vigilaban a los británicos, los residentes también cultivaban, cazaban, pescaban y tenían los mismos derechos que los blancos.
Pero 11 años después, en 1763, los españoles vendieron Florida a los británicos en un tratado de paz, extinguiendo efectivamente esta pequeña isla de libertad en lo que se convertiría en el sur de EE.UU. “Todos tuvieron que hacer las valijas e irse porque sabían que los ingleses iban a venir y establecer el mismo tipo duro de esclavitud, donde no se les considera más que una propiedad”, relató Landers.
Y lo hicieron; empacaron y se fueron, y se trasladaron hasta Cuba, que se mantuvo bajo el dominio español en el tratado. “Todos en San Agustín se fueron, incluso los nativos americanos”, dijo Kathleen Deagan, arqueóloga y profesora adjunta de antropología e historia en la Universidad de Florida, que pasó casi medio siglo desenterrando el pasado de San Agustín.
“De los documentos tenemos la sensación de que lo que realmente no querían hacer era vivir bajo el dominio protestante, pero ciertamente no querían vivir con los británicos, sus antiguos esclavizadores”, agregó. Como resultado, Fort Mose pronto fue abandonado y olvidado.
Un renacimiento no exento de problemas
Cuando terminó la esclavitud después del final de la Guerra Civil estadounidense en 1865, los negros que habían sido llevados a St. Agustine bajo el dominio británico formaron una comunidad libre. El vecindario inicialmente se llamó Pequeña África, pero pronto fue rebautizado como Lincolnville, en honor al presidente asesinado, Abraham Lincoln. Los hombres y mujeres libres alquilaron tierras a lo largo de las orillas pantanosas del arroyo María Sánchez, convirtiéndolas en su hogar.
“Antes había campos de naranjos, que se dividían y alquilaban a personas a partir de 1 dólar al año. Algunos de los descendientes de las familias todavía viven aquí”, dijo Phillips.
Lincolnville fue incluido en el Registro Nacional de Lugares Históricos en 1991 y hoy, el vecindario de 45 cuadras alberga muchas casas y negocios victorianos que datan de su fundación por personas negras liberadas.
St. Agustine y sus residentes también desempeñaron un papel fundamental en el movimiento de derechos civiles. En 1964, el activista local, Robert B. Hayling, invitó a Martin Luther King Jr. a unir fuerzas con los pobladores de la zona. El 9 de junio de 1964, King fue arrestado después de negarse a abandonar un restaurante segregado en uno de los moteles de la ciudad, lo que fue noticia a nivel nacional.
Más tarde, su ayudante, Andrew Young, encabezó una marcha nocturna desde Lincolnville hasta la Plaza de la Constitución de la ciudad (el espacio público más antiguo de EE.UU.), donde fueron atacados por una turba enojada, lo que también fue ampliamente cubierto por los medios de comunicación.
Una escultura de bronce en el extremo oriental de la plaza muestra con orgullo los rostros de quienes protestaron pacíficamente durante el movimiento por los derechos civiles en St. Agustine, mientras que en el extremo occidental, los visitantes pueden recorrer la marcha de Young por los derechos civiles siguiendo las pisadas de bronce en el pavimento.
Un faro de la libertad
Pocos días después, el gerente del motel fue fotografiado vertiendo ácido en una piscina donde personas blancas y negras nadaban juntas para protestar contra la segregación. El incidente provocó protestas que se prolongaron durante días, las cuales fueron transmitidas por televisión y ocuparon las portadas de los periódicos de todo el mundo.
Finalmente, el 2 de julio, el presidente Lyndon Johnson promulgó la Ley de Derechos Civiles, que prohibía la discriminación por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional y marcó el comienzo de la integración de las escuelas y otros lugares públicos. “Los acontecimientos de St. Agustine fueron fundamentales (para la aprobación de la ley)”, dijo Phillips.
Hoy en día, el histórico Fort Mose fue reconstruido en su segunda ubicación. Los visitantes pueden ver representaciones del fuerte original en el Museo Fort Mose y también rastrear la historia del primer asentamiento africano libre legalmente autorizado en las exhibiciones interactivas.
A lo largo de febrero, durante el Mes de la Historia Afroamericana, y en junio (el mes en que los británicos atacaron el fuerte), los actores locales recrean la Batalla de Bloody Mose. El Museo y Centro Cultural de Lincolnville también tienen exhibiciones sobre los orígenes de la comunidad y la era de los derechos civiles de la localidad.
Con cientos de artefactos y fotografías se destacan las historias de los residentes y manifestantes locales de Lincolnville, incluida una tarjeta de huellas dactilares de la policía que documenta el arresto de Martin Luther King. “Sólo estamos tratando de asegurarnos de que la gente comprenda la riqueza de la historia que comenzó aquí hace más de 450 años”, explicó Phillips.
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