La ambición ideológica de Xi Jinping opaca las perspectivas económicas de China
Muchos economistas predicen una desaceleración del crecimiento, debido, entre otras cosas, a la insistencia de Xi en reforzar el control del Partido Comunista
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PEKÍN.- Hace dos años, Xi Jinping presentó un ambicioso plan para expandir la riqueza china y duplicar el tamaño de la economía del país para 2035.
Según cálculos de funcionarios de políticas públicas, el objetivo requiere que la economía china crezca a un promedio anual de casi el 5% durante 15 años. Muchos economistas dentro y fuera de China ahora creen que ese 5% es inalcanzable, no solo para este año, sino también a largo plazo.
Un escollo clave es el programa político de Xi. Desde que llegó al poder en 2021, Xi puso la rectitud ideológica, la seguridad nacional y el control del Partido Comunista en el centro de la política. Y ha insistido una y otra vez en darle mayor control al Estado sobre la economía, un enfoque que según muchos economistas afectó al dinámico sector privado que impulsó el extraordinario crecimiento chino.
Economistas del sector privado, el Banco Mundial y otras instituciones esperan que el crecimiento de China llegue a cerca del 4,5% el año próximo, tras un 2022 con un crecimiento estimado del 3%, siempre y cuando Pekín relaje su política de cero covid. Muchos especialistas predicen que el crecimiento seguirá siendo menor que antes de la pandemia, en parte debido a una contracción de la población activa y al aumento de los niveles de endeudamiento.
Gran parte de la reciente desaceleración del crecimiento del PIB chino está relacionado con las estrictas políticas del país para contener la propagación del covid. La insistencia de Xi en decretar confinamientos incluso para brotes menores vino a respaldar su visión de que el sistema de control centralizado chino es mejor que el occidental y ayudó a mantener baja la cantidad de casos reportados. Pero también obligó a cerrar empresas y disparó el desempleo entre los jóvenes.
Xi ahora se dispone a extender su mandato como líder de la nación por otros cinco años en el congreso del Partido Comunista de esta semana, rompiendo con el precedente último de apartarse tras 10 años en el poder. Y da pocas señales de cambio en las prioridades. En el discurso de apertura del congreso del partido, Xi defendió su política de cero covid, que “protegió la salud y la vida de las personas en la mayor medida posible”.
El lunes, sin dar ningún tipo de explicaciones, China retrasó la publicación de datos del PBI del tercer trimestre, originalmente previstos para el día martes.
Una preocupación económica a largo plazo es que Xi priorizó a las empresas de propiedad del Estado y puso en dificultades a las privadas, un giro significativo en relación al gobierno del exlíder Deng Xiaoping, que le abrió paso a un período de “reforma y apertura” en 1978.
Xi utilizó los poderes del Estado para neutralizar a los magnates del sector privado. En medio de crecientes tensiones con Estados Unidos, intentó reducir la dependencia de tecnología extranjera y volcar más capitales a industrias que Pekín considera importantes estratégicamente, como los semiconductores y la inteligencia artificial.
El giro contribuye a desacelerar el crecimiento salarial y la productividad, debilita los mercados financieros chinos y disuade cada vez más a las empresas occidentales de invertir en China.
Algunos auguran dificultades para el potencial de crecimiento del país. Un análisis del FMI estima que el crecimiento de la productividad promedió apenas el 0,6% en la mayor parte de la década de gobierno de Xi. Eso implica una caída significativa en relación al promedio de 3,5% del quinquenio anterior.
El FMI estima que la productividad de las empresas de Estado solo representa el 80% de las privadas, y por lo general son menos rentables. La empresa estatal PetroChina, que contribuye en los esfuerzos para reducir la dependencia energética extranjera, tiene más de 400.000 empleados, seis veces más que Exxon Mobil Corp.
Según proyecciones del FMI, una reforma generalizada del sector estatal, con medidas que aseguren una competencia en igualdad de condiciones para las empresas privadas, podría más que duplicar el crecimiento de la productividad anual en China hasta cerca del 1,4%.
Xi había marcado un rumbo diferente cuando asumió el cargo, en 2012. Interesado en mejorar los niveles de vida, como parte de su “China Dream” para el rejuvenecimiento nacional, llamó a las empresas estatales a operar como las empresas comerciales, pidió que las ciudades y las provincias controlaran sus finanzas y promovió desde el gobierno el espíritu emprendedor.
Pero con el paso del tiempo, empezó a sospechar que las fuerzas del mercado podían amenazar la estabilidad política, sobre todo después de la turbulencia bursátil de 2015.
Xi también comenzó a seguir de cerca las posibles amenazas del sector privado a la supremacía del Partido Comunista, como el cofundador del Grupo Alibaba, el magnate Jack Ma.
Pekín también lanzó una represión casi generalizada contra los gigantes tecnológicos privados considerados como una amenaza para el gobierno autoritario de Xi, en particular en sectores que competían en el terreno ideológico del partido, como la enseñanza privada y el entretenimiento.
China ahora es líder mundial en algunas industrias que Pekín apoyó, como los vehículos eléctricos. Las empresas que se beneficiaron con el apoyo estatal, como Hikvision y el grupo SenseTime, están a la vanguardia en áreas como la videovigilancia y la inteligencia artificial.
El año pasado, el ingreso nacional per cápita en China llegó a 12.556 dólares. Eso lo acerca al umbral de 13.205 dólares, a partir del cual el Banco Mundial clasifica a un país como “de altos ingresos”, un objetivo al que Pekín aspira desde hace mucho tiempo. El año pasado, el PIB per cápita chino representaba el 18% del estadounidense, mientras que en 2012 apenas llegaba al 12%.
Gracias a los esfuerzos de Xi para que China dependa menos de las tecnologías extranjeras, ahora el país es capaz de producir el 26% de los semiconductores que necesita, un aumento en relación al 13% de 2017.
Pero son chips poco complejos. A pesar de los miles de millones de dólares invertidos en los últimos 10 años, China no logra producir chips de alta categoría a escala masiva, una industria vital para las economías modernas y actualmente dominada por fabricantes de Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos.
Una encuesta publicada en agosto por el Consejo de Negocios China-Estados Unidos sobre 117 empresas norteamericanas con operaciones en China demostró que el optimismo empresarial se había derrumbado a mínimos históricos. El 8% de las empresas encuestadas habían trasladado parte de su cadena de suministros de China a Estados Unidos, mientras que otro 16% había mudado algunas operaciones a otros países.
Xi retrotrajo algunas de sus políticas que distanciaban aún más a China de una economía de mercado, incluida una campaña de “prosperidad común” que llamaba a los empresarios a compartir su fortuna. Según funcionarios chinos, Xi dijo que el objetivo a corto plazo era, “en primer lugar, agrandar la torta” para luego dividirla de manera más equitativa.
“Mucha gente duda que el desarrollo económico siga siendo el objetivo central del partido”, dijo en junio Mao Zhenhua, director y fundador de la agencia de notación China Chengxin Credit, en un foro económico celebrado en Pekín. “Es necesario corregir el rumbo para volver a encarrilar la economía”.
Por Lingling Wei
Traducción de Ignacio Mackinze
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