La agresión rusa genera gran inquietud y angustia en una estratégica franja de Europa
A la OTAN le preocupa la zona fronteriza de Polonia y Lituania situada entre Kaliningrado y Bielorrusia, y la gente de la región teme por su futuro inmediato
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SUWKALKI, Polonia.- La bucólica región fronteriza entre Polonia y Lituania es famosa por sus interminables sembradíos, sus lagos y sus ciudades históricas.
Para los estrategas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), sin embargo, la zona ahora también es un foco de peligro.
La ciudad de Suwalki tiene casi 70.000 habitantes y está sobre el corredor de 70 kilómetros de territorio de la OTAN entre dos importantes bastiones militares rusos. Al sudeste está Bielorrusia, estrecha aliada de Rusia que sirvió como base para la invasión a Ucrania. Y al noroeste está Kaliningrado, un enclave portuario ruso en Europa Oriental que quedó desconectado del resto del país tras el desgajamiento de la Unión Soviética.
Los estrategas militares de Occidente la llaman “Corredor de Suwalki” (Suwalki Gap), y les preocupa que tras haberse anexado Crimea en 2014 y haber invadido Ucrania este año, Rusia recurra al uso de la fuerza para ocupar esa región fronteriza y volver a unir Kaliningrado con Bielorrusia.
Las declaraciones intimidantes de los gobiernos de Rusia y Bielorrusia también generan inquietud y angustia entre los habitantes de la región, al igual que la ley que acaba de ser presentada en el Parlamento ruso para revocar el reconocimiento que hizo Moscú de la independencia de Lituania en 1991.
La invasión a Ucrania genera una inquietud similar en otros países vecinos de Rusia que fueron sus aliados hace décadas y al menos no se sentían amenazados. Finlandia y Suecia ya se postularon para ingresar a la OTAN, mientras que Kazajistán y otras exrepúblicas soviéticas de Asia Central que seguían bajo la órbita rusa se han alejado de Moscú por desconfianza.
Amenaza latente
El Corredor de Suwalki tiene un largo historial bélico. Los Ejércitos de Napoleón emperador lo recorrieron en su invasión y retirada de Rusia. Durante ambas Guerras Mundiales, fue tierra arrasada, y cuando finalizó la Segunda, cayó bajo control de la Unión Soviética y el óblast de Kaliningrado fue asignado a los rusos.
Aunque actualmente las agencias de inteligencia militar no ven una amenaza inmediata de Rusia sobre la región, les preocupa la volatilidad y agresividad del Kremlin.
Ewa Sidorek, exvicealcaldesa de Suwalki, dice que cuando Rusia invadió Ucrania muchos lugareños se asustaron, y algunos siguen consternados. Comenta que una amiga suya tiene una valija lista y el tanque del auto siempre lleno, en caso de tener que huir de apuro. Pero lo más inquietante de todo es que en el resto de Polonia la gente cree que la región ya está bajo ataque.
“Nos llaman de todos lados para preguntar a qué distancia de acá está la guerra”, dice Sidorek, y se queja del impacto sobre la industria del turismo. “Nuestra región es bastante económica para los turistas, pero este año la cantidad de visitantes cayó mucho porque la gente que la zona está en peligro”.
El alcalde Czeslaw Renkiewicz predice que los turistas tarde o temprano volverán: lo que de veras le preocupa es que la belicosidad de Rusia ahuyente a los inversores. Hace poco, cuando el presidente polaco, Andrzej Duda, se reunió cerca de Suwalki con el presidente lituano, Gitanas Nauseda, el alcalde le dijo a Duda que las industrias locales de forestación y fabricación de muebles tal vez necesiten ayuda estatal.
En la cercana Goldap, una ciudad de edificios prusianos del siglo XIX a menos de 5 kilómetros de la frontera con Kaliningrado, los hoteles ya recibieron cancelaciones de reservas, y el centro termal ha debido responder consultas sobre restricciones a los viajes a la región, comenta Zuzanna Rozmyslowska, directora del centro turístico regional. “Hay un montón de departamentos en venta”, dice.
Cruzando la frontera con Lituania, Sandra Kvietinskaite, directora de la oficina municipal de apoyo a nuevos emprendimientos de la pequeña ciudad de Marijampole, ya tiene listo un plan de evacuación. Tras la invasión rusa a Ucrania, Sandra verificó que los pasaportes de sus padres estuvieran en regla y armó las valijas, que desde entonces siguen preparadas.
Dice que en caso de emergencia piensa llevarse a sus padres a Alemania, donde tienen parientes, y que ella se iría a Noruega, donde trabajó en el pasado. “Ojalá no pase nada, crucemos los dedos”.
Tensión en aumento
Los temores en la región recrudecieron en junio, cuando Rusia y Lituania tuvieron un enfrentamiento por una línea de tren que atraviesa Lituania y conecta Kaliningrado con la Rusia continental.
Esas vías férreas estuvieron dentro de territorio soviético durante décadas, pero tras la desintegración de la URSS en 1991 y la consiguiente independencia de Lituania se convirtieron en una ruta internacional. Cuando los estados bálticos ingresaron a la Unión Europea (UE) en 2004, Rusia y Lituania acordaron los términos para operar el ferrocarril. El año pasado, según datos de Ferrocarriles de Lituania, unos 250 trenes rusos cruzaron mensualmente el territorio lituano.
Pero desde febrero de este año las sanciones de la UE contra Moscú complicaron ese arreglo. En junio, las autoridades lituanas empezaron a cumplir con las sanciones, prohibiendo los despachos por tren de algunos productos rusos. El enfrentamiento resultante detuvo temporalmente todo el tráfico ferroviario ruso a Kaliningrado.
Moscú acusó a Lituania de imponer un bloqueo a Kaliningrado y amenazó con represalias que no especificó. En julio la tensión iba en aumento, y Lituania dijo que solo estaba haciendo cumplir las normas de la UE, mientras que Alemania y otros países del bloque pidieron bajar los decibeles de la discusión. A fines de julio, Lituania y los aliados de la UE acordaron un abordaje pensado para evitar conflictos, pero la gente sigue angustiada.
“Hay trenes rusos atravesando Lituania. ¿Cómo no vamos a estar nerviosos?”, dice Migle Onaityte, una adolescente de 19 años que vive en Pilviskiai, cerca de la vía del tren.
Muchos trenes rusos son escoltados por helicópteros lituanos para garantizar que no se detengan y que nadie suba ni baje de la formación en medio del trayecto. En comparación con 2020, según un portavoz del Ministerio del Interior, Lituania cuadruplicó los patrullajes aéreos de su frontera.
“La gente creyó que eran helicópteros rusos y se asustó”, dice la joven Migle.
“Pero la gente también le tiene miedo a Bielorrusia”, dice Davydas Jasaitis, un amigo de Migle, que recientemente pasó el día con ella y otros amigos en el lago Vistytis, por donde pasa la frontera de Lituania con el óblast de Kaliningrado. De un lado, el camino conducía a un muelle donde había familias lituanas chapotenado en el agua; del otro lado, a poca distancia y detrás de una vallado coronado por alambre de púas, una ominosa torre de vigilancia marcaba el inicio del territorio ruso.
Tadeusz Szturgulewski, nativo de Suwalki, tenía 5 años cuando las tropas soviéticas invadieron Polonia desde el este, en 1939, pocos días después de que la Alemania nazi la invadiera desde el oeste. Dos años más tarde, los alemanes volvieron a arrasar la región para invadir la Unión Soviética, y tres años después, las fuerzas soviéticas pasaron de nuevo en su camino triunfal a Berlín.
En la década de 1980, Szturgulewski militó en el movimiento anticomunista polaco Solidaridad, y hoy, a los 88 años, dice que empuñaría sin dudarlo un fusil para luchar contra las fuerzas de Moscú.
“Los alemanes eran mucho más civilizados que los rusos”, dice Szturgulewski. “Los nazis te disparaban y punto, pero los rusos te torturaban primero y después te mataban”.
Por Daniel Michaels
Traducción de Jaime Arrambide
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