La actitud hooligan, un reflejo del germen que inspiró el Brexit
MADRID.-¿Cómo es posible, se pregunta medio mundo, que los ingleses hayan hecho semejante burrada, poniendo en riesgo el bienestar de su país y del continente europeo? Los hooligans que siguen a la selección inglesa de fútbol ofrecen una buena pista de cuáles han sido los procesos mentales de aquella mayoría que votó a favor del Brexit.
Los conozco. Como periodista los he visto de cerca. Su actividad más reciente durante la Eurocopa en Francia siguió los patrones habituales. Se congregan en el centro de una ciudad y se emborrachan, el deporte nacional inglés por encima del fútbol. Se quitan sus remeras blancas con la cruz roja de San Jorge, gritan obscenidades sobre las selecciones rivales y se ponen a cantar "Britannia rules the waves" ("Britania domina las olas"), una alusión al glorioso pasado imperial de los súbditos de su majestad. No cantan bien, pero sí en tono agresivo y desafiante. A ver, ¿alguien va a cuestionar que nos comportemos como nos dé la santa gana en este país de mierda? ¿Alguien duda que somos los elegidos, la raza dominante del mundo?
Algunos van a un rincón o a una fuente en el centro de una plaza y orinan. Los nativos se ofenden o se asustan. A las mujeres les dicen de todo. Llega la policía, los hooligans responden con más cánticos, esta vez más virulentos. Últimamente, en Francia añadieron a su repertorio consignas antieuropeas. Al rato empiezan a romper vasos y a tirar sillas. Hay choques, algunos hooligans acaban chorreando sangre y después acusan a los policías locales de ser unos salvajes.
No. No vamos a acusar a todos los ingleses que votaron por salir de la Unión Europea (UE) de pertenecer a esta tribu. Ni a una minoría de ellos. Pero en la actitud que demuestran cuando invaden tierras ajenas se detecta el germen de la mentalidad que inspiró la decisión de la mayoría de los ingleses a votar por el Brexit.
Los hooligans ofrecen una caricatura grotesca de cómo más de la mitad de sus compatriotas, gente seguramente respetable que quiere a sus mascotas y disfruta tomando el té, se relacionan con el resto del mundo (en el caso concreto del referéndum, con desconfianza, con ignorancia y con una absurda nostalgia imperial).
Los políticos que hicieron campaña por el Brexit no dudaron en apelar a las tendencias xenófobas que, gracias a un antiguo proceso de ósmosis cultural, laten en las mentes y corazones de los ingleses desde la infancia. Mintieron sobre el costo económico de seguir en la UE, pero fue mucho más efectiva su insistencia en que la inmigración (código para "los malditos extranjeros") representaba una amenaza para su país. Y la inmigración, seguía el argumento, es fruto del movimiento libre de trabajadores que exige la UE, una organización que por el mero hecho de existir representa, a su vez, un peligro existencial para la soberanía británica.
Boris Johnson, posible futuro primer ministro y líder de la campaña por el Brexit, llegó al extremo de asociar a la UE con la Alemania nazi. No es de extrañar que, según una historia publicada en el Daily Mail el lunes pasado, el último acto de un veterano de la Segunda Guerra Mundial antes de morir a los 91 años fuese votar a favor de la salida. Sus familiares explicaron que "luchó por su país hasta el final".
El populismo barato de Johnson y de Nigel Farage (líder del derechista UKIP) fue para este anciano, y muchos más de los que votaron por el Brexit, lo que la cerveza es para los hooligans. Les idiotizó, les envalentonó y les sacó lo peor de sí.
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