La académica ucraniana que le mandó una carta clave a Joe Biden en plena guerra: “Tuve algo que ver con su drástico cambio de posición”
Anastasia Piliavsky nació en Odessa, es ciudadana estadounidense y hoy vive en el Reino Unido; a través de un congresista logró enviarle una misiva al mandatario demócrata y se sumó a un grupo informal de consultores en Washington sobre la ofensiva rusa
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ODESSA.- “No soy la influencer de Biden pero sí, tuve algo que ver con el drástico cambio de posición que tuvo su administración en la guerra con Ucrania, estuve involucrada”.
Anastasia Piliavsky, antropóloga ucraniana de 41 años, doctorada en Oxford y Cambridge, el 6 de abril pasado le escribió una carta abierta a Joe Biden que probablemente ayudó a que su posición sobre la actual guerra en Ucrania cambiara en forma dramática. Si Estados Unidos al principio tuvo una actitud pasiva con Vladimir Putin, el agresor, ahora es claro que está más que metido y determinado a armar hasta los dientes a Ucrania no solo para que pueda defenderse, sino para que pueda ganar y para que Rusia, como dijo en su momento el secretario de Defensa, Lloyd Austin, “quede debilitada” para que no pueda volver a invadir a ningún otro país.
“Mi carta fue puesta sobre el escritorio de Biden el 7 de abril, sé que diez después la leyó y el cambio de idea fue dos semanas después, cuando su administración organizó la reunión militar sobre Ucrania de Ramstein [en Alemania], en la que no sólo participaron países miembros de la OTAN, sino muchos otros”, cuenta a LA NACION Piliavsky en una videollamada de Zoom desde su casa de Cambridge, Reino Unido.
Piliavsky nació en Odessa, esta legendaria ciudad portuaria del sur de Ucrania, y, siendo adolescente, junto a su familia, de origen judío, emigró como refugiada a Boston, Estados Unidos. En la carta, le advirtió a Biden que iba a renunciar a la ciudadanía estadounidense que obtuvo al vivir y estudiar allí, si no cambiaba radicalmente su posición, hasta entonces tibia y no enviaba armamento de más alcance.
“Siempre condené las intervenciones estadounidenses en guerras civiles, insurgencias y golpes alrededor del mundo: en Vietnam, Siria, Yemen o Afganistán”, le escribió. “Pero este momento no es parte de esta historia. Esta es la oportunidad de desplegar las capacidades militares de Estados Unidos para defender un bien inequívoco: una nación libre, democrática y soberana. Esta es una oportunidad para usted, señor Biden, para afianzar su posición como líder de un mundo libre”, lo desafío.
Piliavski, que antes de que estallara la guerra solía vivir entre Odessa, la ciudad que ama, donde se compró un departamento, e Inglaterra, donde enseña Antropología y Política en el King’s College de Londres, envió la carta a través del congresista norteamericano Andy Kim. Kim es amigo suyo desde sus tiempos universitarios en Oxford, que ya desde antes de la guerra la había sumado a un grupo informal de consultores de Washington DC sobre esta invasión anunciada, pero que nadie pensaba que podría darse realmente.
“Era esencial presionar para que cambiara la posición estratégica de la administración Biden, que psicológicamente no estaba preparado para volver a involucrarse de lleno en un conflicto después de la traumática retirada de Estados Unidos de Afganistán y que al principio apuntaba a una relación amistosa con Putin, con quien, de hecho, se reunió en junio del año pasado en Ginebra”, explica. “Pero mi carta no sólo fue una maniobra retórica, sino que la verdad es que no podía moralmente seguir siendo una ciudadana de un país que tenía la capacidad de dar vuelta esta guerra y que tenía que defender los valores que para mí tenía que defender”, siguió.
Historia
Piliavski también tomó esta decisión al ver cómo, después de la disolución de la Unión Soviética, Ucrania fue en cierta forma engañada. Recordó, en efecto, que en 1994 su país, que había sido el principal centro nuclear de la URSS, con 17 plantas nucleares, fue presionado por Estados Unidos (en ese momento gobernado por Bill Clinton) a firmar el denominado “memorándum de Budapest”, por el que renunció a todo su arsenal nuclear, en el marco de un acuerdo también firmado por Rusia y el Reino Unido. Este implicaba garantías de integridad territorial. “Entonces Ucrania no sólo renunció a su poderío nuclear, sino también a 175 misiles de precisión y largo alcance que fueron a Rusia y que ahora serían esenciales”, precisó la antropóloga, al destacar que Ucrania fue el único país que respetó ese memorándum, luego violado por los demás.
Evocó, además, que Estados Unidos tampoco reaccionó cuando Rusia anexó Crimea en 2014 (cuando Barack Obama era presidente y Biden, su vice), sino tan sólo se impusieron sanciones de tipo económico muy tibias que, sumadas a la cuestión de la dependencia de la UE del gas y el petróleo rusos, hicieron que Vladimir Putin sintiera una “impunidad sin límites”.
“Cualquier cosa que hiciera, nunca había serias consecuencias para Putin, alguien que está en el poder desde hace 22 años y a quien le permitieron hacer todo lo que quiso, dándole un sentido de omnipotencia increíble. Se sintió el zar del universo y creó en Rusia una estructura de poder absolutista que, aunque él se muera, por enfermedad o porque lo maten, temo que va a seguir con otra persona de su entorno, a menos de que no haya un cambio de estructura de poder enorme”, sostiene esta antropóloga. Ella también vivió un tiempo en Rusia, cuenta, donde cree que a largo plazo habrá una guerra civil y una disolución de este enorme país “en ocho o nueve partes”.
“Lo que más le molestó a Putin es que hubiera un gran país vecino de Rusia, Ucrania, que estuviera luchando por una vida política y social libre, que nunca existió en Rusia. De hecho, esta guerra es la culminación de una larga lucha que Ucrania ha tenido para no ser parte de un régimen autoritario pro-soviético. Y Ucrania es la única exrepública soviética que lo ha hecho exitosamente, ya que todas las demás fracasaron”, explica.
Ayuda
Madre de una hija de cuatro años con quien estuvo en Odessa justo antes de que estallara la guerra, al margen de influenciar a Biden para que su posición tuviera un giro en esta guerra, Piliavsky desde el 24 de febrero está al frente de “Ukraine-Direct Aid”, organización que creó de la nada para darle ayuda directa y rápida a los ucranianos.
“Creé una cuenta bancaria y gracias a donaciones de amigos, conocidos, parlamentarios, periodistas, editores, escritores e incluso personas de la Casa Real Británica, hasta ahora logré recolectar 600.000 dólares. Se trata de dinero que voy, con dos clics, transfiriendo en forma directa a cuentas bancarias de personas que así reciben efectivo y se compran lo que necesitan, comida, pañales, lo que quieran”, cuenta.
“Me parece mucho más concreto y rápido que lo que hacen los grandes organismos de ayuda, que son lentos y engorrosos. En los primeros dos meses lloraba al comunicarme con personas bajo las sirenas y bombardeos, que perdieron el trabajo, asustadas.... Ayer hablé con una mujer que no comió por cuatro días, que está embarazada, que se encuentra en la región de Lugansk, en el Donbass. Me contaba que solo puede conseguir comida haciendo largas colas en lugares que son muy peligrosos porque los rusos siguen bombardeando”, detalla.
Piliavsky no oculta, finalmente, que quedó desilusionada con la reacción que buena parte del mundo académico-intelectual tuvo ante esta guerra que ella define, vista la cantidad de países involucrados en el envío de ayuda y armas, una “Tercera Guerra Mundial”. “Fue un shock moral e intelectual ver que en muchos ámbitos no había un apoyo a la lucha de Ucrania por no ser un gulag soviético, sino cierto ‘whataboutism’: es decir, muchos reaccionaban diciendo ‘¿y qué pasa con Siria, y qué pasa con Yemen?’, sin distinguir los contextos entre guerras civiles en Medio Oriente y un caso muy distinto como este, de un país soberano agredido por otro”, dice.
“Entiendo que todo esto viene de los movimientos intelectuales estadounidenses surgidos luego de la guerra de Vietnam, pero me sorprendió mucho ver a 400 intelectuales alemanes cuestionando en una carta el envío de armas de su país a Ucrania o ver a algunos franceses hablando de ‘insurgencia’... Cuando un Estado grande ataca a un Estado pequeño, hablar de insurgencia es como un insulto para los ucranianos”. “Y -concluye- es muy duro para mí todo esto, más allá del dolor por esta guerra en mi país”.
La carta completa
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