Katmandú empieza una muy lenta vuelta a la normalidad
Una semana después del sismo, reaparece algo de vida social en la capital
KATAMANDÚ.– La capital despertó semivacía. En parte porque el sábado es el único día libre de la semana y el movimiento es poco. En parte porque los más de 300.000 habitantes que la abandonaron durante la última semana por el temor a un nuevo terremoto hacen notar su ausencia.
Al mismo ritmo que perdía habitantes, la ciudad fue recuperando sus espacios de vida social, creando un contraste muy fuerte entre lo que parece una cierta normalidad y lo que sigue sucediendo en muchas partes. Mientras en algunas zonas al mediodía los restaurantes están llenos, a pocos metros hay familias que todavía viven bajo una lona o equipos de rescate trabajando en un edificio derrumbado.
Si bien Katmandú no se caracteriza por una agitada vida nocturna, en el barrio de Thamel, donde la mayoría de los mochileros se alojan y donde están los bares nocturnos, se nota que aún no todo ha vuelto a la normalidad. Hay pocos bares abiertos y los extranjeros abundan en la ciudad.
En Sam’s Place, un conocido bar de la zona, Saden Gurung, de 23 años, es uno de los pocos nepalíes en el lugar.
"La vida no está volviendo a la normalidad, llevará mucho tiempo. Hemos venido con mi amiga porque ya estábamos aburridos de estar en casa encerrados. Esta es al primera vez que salimos de casa desde el terremoto", cuenta a LA NACION Gurung.
"Los nepalíes estamos más interesados en ayudarnos unos a otros que en salir de noche. Todos mis amigos están yendo a las aldeas a ayudar", agregó Gurung.
Voluntarios
El comentario de Saden no es exagerado: además de los cuerpos militares nepalíes y las organizaciones extranjeras de rescate, en cada lugar en donde el terremoto ha golpeado se ven centenares de voluntarios nepalíes que se acercan a ayudar como pueden, en la mayoría de los casos para remover los escombros de casas y templos, motivados más por la buena voluntad que por la experiencia.
En una de las mesas vecinas en el mismo bar se encuentra Shavona Shresta, una joven empresaria de 29 años que ha decidido tomarse un descanso de las tareas de recolección de fondos.
"Necesitaba un respiro. Las cosas están mejorando, pero muy de a poco. Estoy muy impresionada como nepalí por la manera que estamos resolviendo las cosas, a pesar de la poca respuesta del gobierno."
Cuenta que hoy establecerá un campo de acogida en el pueblo de Sankhu, en donde un alto porcentaje de las casas fueron destruidas.
Un segundo recorrido por Thamel confirma que hay muy pocos nepalíes caminando en la zona. Llama la atención también lo intacto de las estructuras en este barrio turístico.
En la terraza vacía de un bar hay una pareja tomando una cerveza. Sus voces se escuchan desde la calle, insólito para un lugar que generalmente está colmado de música y ruido.
Raju Gurung, de 31 años, y Asha Gurung, de 21, también salieron por primera vez desde el terremoto. A la pregunta de si sienten que la vida está volviendo a la normalidad, Raju contesta: "Todavía es difícil. Trabajé hasta ayer como voluntario, llevando cuerpos. Este terremoto ha sido un desastre para todos".
Es casi medianoche y el dueño del bar quiere cerrar. Raju insiste en otra ronda, y ante la posibilidad de una negativa, remata: "El terremoto puede volver en cualquier momento. No sabés que es lo que está viniendo mañana".
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