Kaja Kallas, la “dama de hierro” de Europa contra Putin, en la cuerda floja por los vínculos de su marido con Rusia
La primera ministra de Estonia se erigió como una de las voces más firmes en la UE y la OTAN en defensa del suministro de armas a Kiev y el endurecimiento de las sanciones económicas contra Rusia
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MADRID.- Se ha permitido sermonear públicamente a líderes europeos como el presidente francés, Emmanuel Macron, por atender por teléfono a su homólogo ruso, Vladímir Putin. Mantiene una posición maximalista sobre la solución a la invasión de Ucrania: la retirada incondicional de las tropas del Kremlin de todo su territorio antes de cualquier conato de conversación. La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, es una de las voces más firmes en la UE y la OTAN en defensa del suministro de armas a Kiev y el endurecimiento de las sanciones económicas contra Rusia, hasta el punto de prohibir la entrada de turistas. Su insistencia le ha valido el apodo de “la nueva dama de hierro de Europa” en parte de la prensa internacional.
Sin embargo, a finales de agosto, una investigación periodística informó de que una empresa vinculada a su marido ha mantenido negocios en el país invasor durante la guerra. Las revelaciones han sacudido su coalición de Gobierno. Kallas, cuyo Partido de la Reforma (centroderecha) ganó las elecciones el pasado marzo y gobierna junto a los socialdemócratas y los liberales de Estonia 200, ha tenido que comparecer ante el Parlamento para dar explicaciones.
La oposición amenaza con una moción de censura que no termina de cuajar y hasta el presidente del país, el independiente Alan Karis, que carece de poderes para destituirla, ha pedido públicamente su dimisión. También se lo ha dicho en privado ―a la cara― a la propia Kallas, según ha admitido ella misma, que se niega a marcharse.
La noticia la dio la radiotelevisión pública estonia (ERR) el pasado 23 de agosto. El marido de Kallas, Arvo Hallik, mantuvo negocios en Rusia a través de su empresa de transporte Stark Logistics incluso tras la invasión de Ucrania, pese a la posición inequívoca de su esposa, la primera ministra, de ahogar económicamente a Moscú mediante sanciones y de cortar cualquier vínculo comercial con ese país.
Hallik se defendió de las acusaciones asegurando que su compañía solo intentaba auxiliar a otra empresa estonia (Metaprint, perteneciente a su socio) a concluir sus actividades en Rusia. Pero el socio de Hallik, Martti Lemendik, admitió en medios locales que, entre el 24 de febrero de 2022, fecha de la invasión, y el 24 de agosto de 2023, su empresa vendió mercancías en el mercado ruso por un valor de casi 30 millones de euros.
La frutilla del postre estuvo en la declaración de intereses que la propia Kallas tuvo que presentar al acceder al cargo de primera ministra. En ella aparece un préstamo de 350.000 euros concedido por Kallas a Novaria Consult, una sociedad propiedad exclusiva de su marido. Es a través de esta última con la que Hallik controla una cuarta parte de Stark Logistics, la empresa de transportes que, pese a las sanciones, no dejó de operar en Rusia. La pregunta que se hacen en la oposición y en su propia coalición de Gobierno es obvia: ¿sirvió el dinero de la primera ministra para saltarse las sanciones que tanto defiende? La respuesta de Kallas: ella y su esposo no hablan de negocios en casa.
El principal partido de la oposición, el ultraderechista EKRE, ha pedido abiertamente la celebración de nuevas elecciones generales debido al escándalo. Isamaa, el partido conservador que fue parte de la anterior coalición y gobernó con Kallas hasta marzo, también exige su dimisión. Los socialdemócratas, con tres ministros en el Gobierno, están divididos sobre si debe irse, aunque por el momento mantienen su apoyo. Los críticos de esa formación recuerdan que muchas empresas estonias han presentado pérdidas y han enfrentado despidos tras cortar relaciones con Rusia.
Mientras, la popularidad de la primera ministra cae en picada. Según una encuesta publicada el jueves por Norstat Estonia, el 67% de los estonios consideran que debe dimitir, pero Kallas muestra la misma firmeza para conservar su cargo que para reclamar más dureza contra Moscú y se muestra retadora. “La oposición tiene una vía constitucional para echarme, presentar una moción de censura. Intimidarme hasta que mis nervios fallen no es constitucional”.
Se enteró por la prensa
Dos semanas después de que estallara el escándalo y pese a los nuevos detalles que aparecen en la prensa; Kallas se aferra al cargo y defiende a su marido. “Mi esposo no tiene un negocio ruso. Antes de la guerra, [su empresa] tuvo un volumen de transporte de mercancías muy pequeño [con Rusia], el cual se acabó un mes después de que empezara”, defendió la primera ministra el lunes durante su comparecencia en la comisión anticorrupción del Parlamento.
“Si no tienes clientes rusos, no obtienes un solo euro, rublo o dólar allí, no compras ni vendes nada allí, ¿cómo se puede hablar de un negocio ruso?”, añadió. Después, aseguró que tuvo noticia de los vínculos comerciales rusos de su marido cuando los publicó la prensa.
Al ser preguntada sobre el préstamo a la sociedad de su pareja, Kallas confirmó su existencia, pero negó que el dinero pudiera ir a parar a negocios en Rusia ya, que, dijo, esa firma —Novaria Consult— no realiza ninguna otra actividad más que la de “grupo financiero”. También declaró que el dinero prestado procedía de los ingresos que percibía como abogada, antes de acceder a su cargo, y agregó que el crédito y los correspondientes intereses habían sido devueltos durante los meses de junio, julio y agosto de este año.
Lo que Kallas no pudo concretar en el Parlamento es la fecha exacta de concesión del préstamo: si fue antes o después del inicio de la guerra. Una incógnita que desató nuevas especulaciones. Kallas reaccionó horas después de su comparecencia con un post en Facebook. “Hoy, en la comisión del Riigikogu, la oposición me sorprendió con la pregunta de qué día firmé el préstamo con mi marido (…) Para demostrar que no tengo nada que ocultar, he enviado a los miembros de la comisión el contrato y dos anexos”, decía el mensaje, en el que añadía: “La caza de brujas contra mí, debido a las actividades del socio de mi marido, ha traspasado los límites de la tolerancia”.
Alar Karis, el presidente de la República ―un cargo más representativo que político, pero cuyos pronunciamientos tienen un gran peso―, tiene claro lo que Kallas debe hacer ahora. Tras reunirse el pasado lunes con los líderes de todos los partidos del Riigikogu, el parlamento unicameral estonio, aseguró: “Mi preferencia personal habría sido que la jefa de Gobierno hubiera dimitido al comienzo de la serie de acontecimientos que la llevaron al centro de esta crisis”, recogió Europa Press. De haber actuado así, según el jefe de Estado, la primera ministra no habría dañado “la capacidad de trabajo del Gobierno” y “la credibilidad de los mensajes de Estonia” en el exterior.
El miércoles, en una entrevista en el primer canal de la televisión pública del país báltico, ETV, se explayó en su relato. “La primera ministra ha dado explicaciones, pero quizá no hayamos recibido las respuestas que buscamos”, señaló Karis. “La cuestión no es exactamente dónde y cuándo se trasladó algo a Rusia. La conclusión es que esta conexión con Rusia existe”, añadió el presidente. “Es una cuestión de ética y moralidad”, zanjó.
Por Manuel Altozano
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