Jung informaba a los Aliados sobre la psicología de Hitler
Vaticinó que el Führer podría suicidarse
GINEBRA (EFE).- El célebre psicoanalista suizo Carl Gustav Jung colaboró con los servicios secretos norteamericanos entre 1942 y 1945, a los que anunció que el dictador Adolf Hitler podría llegar al suicidio en un caso extremo.
Jung, explorador del inconsciente colectivo, trabajó con el espía norteamericano Allen Dulles, que se interesó por sus análisis de la reacción de los dirigentes nazis alemanes y transmitió los datos a la Oficina de Servicios Estratégicos de los Estados Unidos, antecesora de la CIA.
Una serie de documentos norteamericanos desclasificados últimamente y material suizo revelado en su último número por la revista L´Hebdo indican la colaboración entre el psicoanalista y Dulles, que llegaría en la posguerra a la cabeza de la CIA.
Según el semanario, Jung proporcionó a los norteamericanos importantes informaciones sobre el estado de salud del Führer, hizo una valoración de la propaganda aliada sobre la moral de los alemanes y análisis proféticos basados en la psicología de los líderes fascistas.
Una misión especial
Dulles llegó a Berna a fines de 1942, unas horas antes del cierre completo de las fronteras de este país neutral, con la misión de elaborar un informe sobre el movimiento secreto antinazi en Alemania, y entró en contacto con Jung, gran conocedor del alma germánica.
El espía estadounidense no se contentó con ver a Jung para recoger informaciones útiles sino que reclutó y se convirtió en amante de una de sus pacientes, una periodista norteamericana de 38 años llamada Mary Bancroft, que estaba casada con un ciudadano helvético.
Jung pudo a su vez aprovecharse de las confidencias de Bancroft y de las visitas de Dulles y observar el funcionamiento del maestro de espías y su aprendiz, que no era precisamente muy discreta, como reconoce ella misma en su "Autobiografía de una espía", libro publicado en Nueva York en 1983.
El psicoanalista se enteró, por ejemplo, de que Allen Dulles pidió a su amante escribir un libro sobre el fracasado complot contra Hitler, utilizando informaciones de uno de los conjurados que logró sobrevivir: Hans Bernd Gisevius, espía alemán con base en Suiza.
Informado de los vínculos entre Dulles, Mary Bancroft y Jung, Gisevius quiso entrevistarse también con el psicoanalista, que lo había impresionado con un artículo de 1936 consagrado a Wotan, el dios alemán de la guerra, del que aquél anunció un despertar devastador.
En uno de los telegramas secretos enviados por Allen Dulles a la central de espionaje, el agente cuenta que, según ha podido saber Jung, "Hitler se ha ocultado en el sótano de su cuartel general al este de Prusia" y explica que los jerarcas que pretenden entrevistarse con él "son despojados de sus armas y han de pasar por un detector de rayos X".
El psicoanalista dijo a Dulles que "cuando su personal se sienta a comer con él, Hitler monologa mientras que a sus oficiales se les prohíbe decir una palabra. El stress resultante de esa asociación ha hundido a varios oficiales, según Jung, que opina que los mandos del ejército están demasiado desorganizados y debilitados como para actuar contra el Führer".
Leyenda
No ha podido establecerse ahora de dónde obtenía Jung esas informaciones, y la revista suiza se pregunta si se trataba de colegas que daban clase en la Politécnica en Zurich y mantenían contactos con investigadores alemanes, o tal vez de fuentes médicas.
En su libro autobiográfico, Mary Bancroft relata que cuando le preguntó a Jung por los rumores que corrían, según los cuales él iba regularmente a Berlín para analizar a Hitler, el psicoanalista dijo que se trataba de una leyenda surgida de sus numerosas discusiones con el cirujano alemán Ferdinand Sauerbruch, que se hacía pasar por el médico de Hitler.
Pero Jung ofrecía también informaciones sobre la influencia de la propaganda aliada sobre los alemanes: un despacho dictado por Allen Dulles desde Berna y registrado por la policía suiza señalaba que "los panfletos que tienen más éxito (entre el ciudadano medio alemán) son los estrictamente militares que aseguran que los aliados entran como un torneo en la fortaleza europea".
"Apelar a la fuerza moral del enemigo -y no a su debilidad- es la mejor propaganda (...) Los llamamientos del general (Dwight) Eisenhower al pueblo alemán son los más eficaces. Formulados en un lenguaje simple, humano, comprensible para todos, dan a los alemanes algo a lo que agarrarse", escribe Jung en una carta a Dulles fechada en febrero de 1945.
Comentarios que debieron de halagar al general y comandante supremo aliado.