Julio María Sanguinetti: “El presidente populista se instala como un redentor”
El expresidente uruguayo calificó como un “fenómeno inesperado y extraordinario” el avance de esa clase de líderes en el continente
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Una institucionalidad fuerte y ciudadanos comprometidos son, en opinión de Julio María Sanguinetti, dos de las principales armas que hay contra los populismos. “La democracia es un sistema institucional que requiere de un ciudadano participativo y racional”, dice Sanguinetti, y alerta que las redes sociales “han debilitado el sistema de representación política”. Las redes, sostiene, han generado un ciudadano que “vive la falsa ilusión de un debate que es un coro desafinado y contradictorio de mensajes por millones”. Lo que sigue es un resumen de la entrevista con el abogado, periodista y dos veces presidente uruguayo (1985-1990 y 1995-2000) con motivo del 30 aniversario del Grupo de Diarios América (GDA).
-Hace 30 años en América Latina se vivía lo que podríamos definir como un “renacer democrático” tras las dictaduras de las décadas anteriores. Además, nacía el Mercosur con la ilusión de una efectiva integración económica. Mirando la región con la perspectiva de estos años, ¿hemos avanzado o retrocedido en términos de libertades políticas y desarrollo económico?
-En el año 91, cuando nace el Grupo de Diarios América, acababan de ocurrir algunos hechos muy trascendentales. Uno universal, que es la caída del Muro de Berlín. Porque en nombre de la ideología marxista y de la revolución cubana, América Latina se había incendiado de guerrillas, y luego de golpes de Estado para combatir esas guerrillas. Por eso los años 60, 70 fueron épocas de guerrillas y golpes de Estado. Los años 80 pasaron a ser emblemáticamente restauradores. En ese clima de optimismo democrático, es que por un lado nace el Mercosur, y por otro lado se asumía ya que democracia política y economía de mercado habían llegado para siempre. Universalmente no hay duda de que la economía de mercado triunfó. Por eso mismo la mayor potencia que todavía se sigue diciendo comunista, fue hacia la economía de mercado, como China. La democracia política, en cambio, no ha tenido la misma suerte. Desgraciadamente no hemos tenido la estabilidad deseada. Presidentes que se han tenido que ir antes, juicios políticos que han tirado abajo presidentes, una muy fuerte judicialización de la política, y crisis muy duras aún en nuestra región cercana. La Argentina a fines de 2001 y principios de 2002 tuvo una tremenda crisis económica y política que llevó a que en un mes tuviera cinco presidentes. Brasil tuvo un juicio político y la caída de un presidente. En Bolivia pasó algo parecido.
-¿Qué revelaron esas crisis?
-Que la democracia no había alcanzado la madurez política necesaria. Y ahí se inscribe otro fenómeno político que aparece más o menos en los años 90 con Hugo Chávez, que es el populista latinoamericano. Es un fenómeno extraordinario e inesperado.
-¿Cómo define al populismo?
-El populismo es una categoría que ha sido difícil de definir, pero que la podemos sí caracterizar. Nace dentro de la estructura democrática, normalmente llega al poder por la vía de una elección, luego abusa del poder constitucional, normalmente pone el presupuesto al servicio de su causa, y el presidente se instala como una figura de salvador, de redentor, más allá del rol de ese presidente que se elige para un mandato. Y ahí comienza el desborde. Las características del líder populista se dieron también en Estados Unidos. Donald Trump es un populista. Y yo diría que el desborde grotesco de la ocupación del Congreso es la expresión típica de un populista. Trump, sin embargo, no pudo transformar el régimen norteamericano porque la fuerte institucionalidad se lo impidió. Chávez, en cambio, en la frágil institucionalidad venezolana, se instaló en el poder luego de haber tenido un intento golpista y haber sido amnistiado. Catorce años ejerce el poder. Luego deja a Maduro que pasa a ser cada día un gobernante más autoritario y cuya legitimidad de origen no existe más. Porque Chávez tenía una legitimidad de origen, aunque no tuviera luego legitimidad de ejercicio. Maduro no tuvo nunca una legitimidad de origen.
-Hay populistas de derecha y de izquierda.
-Sí. Yo creo que Jair Bolsonaro es un líder de características populistas, porque ha jugado muy al margen del parlamento, porque ha jugado muy al margen de la constitucionalidad. Sin embargo, el régimen institucional brasileño resiste, y eso me parce muy importante. Algo parecido con las características del populismo argentino, porque el kirchnerismo es una deriva peronista.
-Usted estaba hablando de la importancia de que la institucionalidad resista al embate del populismo.
-Ahí es donde viene el gran tema: si la institucionalidad resiste o no resiste. En Estados Unidos resistió, en Venezuela no resistió. En Brasil ha resistido, y en la Argentina ha resistido también. Ahora, con dificultades enormes. La prueba está en las crisis que ha habido. La crisis de 2001, los intentos de juicio político; la judicialización abierta de la vida política argentina, cosa que dicen los unos y los otros. Porque que la justicia es un factor político que no ofrece garantía, lo dice [Mauricio] Macri y lo dice la señora [Cristina] Kirchner.
-A fines de septiembre pasado, en una entrevista con la agencia EFE, le preguntaron a Mario Vargas Llosa si en América Latina no existen más opciones que “el populismo de izquierda o el neoliberalismo de derecha”. El Nobel de Literatura respondió: “Sí hay más opciones”, pero “en América Latina no hay una tierra fértil para esas posibilidades”. ¿Comparte usted esta opinión?
-América Latina ha tenido momentos y gobiernos de mucha calidad democrática. Cuando uno piensa en Venezuela, que ha caído en el populismo, sin embargo en la época de nuestras dictaduras era un símbolo democrático. O sea que el tema es que la democracia es una planta frágil. Hoy miramos a la docta Europa desde la perspectiva magnífica de la restauración democrática post Segunda Guerra Mundial, y de la construcción luego de la maravillosa Comunidad Europea. Pero no nos olvidemos de que esa docta Europa, que nos inspiraba y nos sigue inspirando en muchas cosas, generó nada menos que el falangismo español, el corporativismo portugués, el fascismo italiano y el nazismo alemán. Y hoy hay en Europa movimientos de extrema derecha que empiezan a reivindicar ese pasado totalitario. Quiere decir que el problema somos los humanos, más allá de tierra fértil y tierra infértil. Europa fue tierra fértil para los populismos más peligrosos de la historia. Porque a Hitler también lo votaron, nació de una elección. Con eso estoy diciendo que América Latina ha tenido grandes momentos de democracia, y también graves eclipses.
-Usted ha insistido mucho en la participación del ciudadano. ¿Por qué?
-La democracia es un sistema institucional que requiere de un ciudadano participativo y racional. La democracia es aritmética, decía Aristóteles, y tiene una forma degradada que es la demagogia. Y la demagogia depende de que sea premiada o combatida por el ciudadano. Ese sí es un mal latinoamericano. Porque uno recorre América Latina y habla con ciudadanos que parecen descomprometidos. El tema es la racionalidad ciudadana. Por eso es muy importante que la ciudadanía tenga una gran participación en los partidos políticos. Porque los partidos son los grandes canales estabilizadores. Y ahí viene otro tema que es muy de nuestro tiempo, que son las redes sociales. Las redes sociales han debilitado el sistema de representación política. Las redes sociales han generado un ciudadano que se representa a sí mismo, que pone algo en su Facebook y cree que ha sacudido al gobierno, que ni se enteró de su Facebook. Vive la falsa ilusión de un debate que es un coro desafinado y contradictorio de mensajes por millones. Y que como consecuencia se ha ido descomprometiendo, siente que no precisa de un partido como no precisa de un sindicato o de una parroquia. Porque antes el ciudadano iba a una corporación que de algún modo podía representarlo, y que intermediaba con el poder.
-¿Cómo se actúa ante el fenómenos de las redes sociales?
-El dirigente político cuidando de los partidos, el periodista cuidando del ejercicio pleno de su libertad, el empresario tratando de estar dentro de las reglas del juego y no cuestionando a la política por sus errores, los jueces ejerciendo una magistratura responsable y prestigiosa alejada del mundo de los partidos, y el ciudadano sintiendo que tiene un deber a cumplir. El sistema democrático es todo ese conjunto. Cuando el ciudadano cree que no precisa de un partido, estamos en el camino, a veces sin advertirlo, de la tentación autoritaria.
-¿Usted es partidario de regular las redes sociales?
-Yo diría que es muy difícil regularlas. Porque quién regula al regulador. Ya lo decían los romanos, quién custodia al custodio. Y ese es el gran problema. Uno puede imaginar regímenes de custodia. En nuestra vida interna de los países tenemos un custodio de la libertad de opinión que es la Justicia. Todas las leyes de libertad de prensa tratan de preservar la libertad más plena posible y tener al juez como garante. ¿Hay un juez universal que pueda custodiar estas redes? Todavía no lo hemos logrado imaginar.
-¿Cuáles son hoy en América Latina los mayores riesgos para la libertad de expresión?
-Los riesgos son, como siempre, los gobiernos autoritarios y no tener una justicia independiente; y ahora además un ciudadano que no entienda que las redes sociales no son periodismo porque no hay editor responsable.
El País/GDA
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