Jornadas laborales eternas y hogares diminutos, detrás de la furia en Hong Kong
Además de la ira por el creciente poder de Pekín, muchos manifestantes protestan por sus condiciones de vida
HONG KONG.- Alquileres más caros que los de Nueva York, Londres o San Francisco por departamentos de la mitad del tamaño. Casi una de cada cinco personas vive en la pobreza: un salario mínimo de 4,82 dólares la hora. Hong Kong, una ciudad china semiautónoma de 7,4 millones de personas que es sacudida por multitudinarias protestas, tal vez es el lugar más desigual para vivir.
La furia sobre el creciente poder de China continental en la vida cotidiana generó las protestas, así como lo hizo el deseo de los residentes de elegir a sus propios líderes. Sin embargo, debajo de esa ira política yace una corriente subterránea de profunda ansiedad sobre su propio futuro económico (y los temores de que solo empeore).
"Uno podría pensar que si tiene mejor educación, puede tener mejor ingreso -dijo Kenneth Leung, un manifestante de 55 años que cuenta con educación universitaria-. Sin embargo, en Hong Kong, durante las últimas dos décadas, las personas pueden tener educación universitaria y no ganan más dinero".
Leung se unió a las protestas por el plan de Hong Kong de permitir las extradiciones de sospechosos de delitos a China continental, en donde el Partido Comunista controla los tribunales y las confesiones bajo coerción son comunes. Sin embargo, también está molesto por su propia situación: trabaja 12 horas diarias y seis días a la semana como guardia de seguridad y gana 5,75 dólares por hora.
Él es uno de los 210.000 residentes de Hong Kong que viven en uno de los miles de departamentos ilegalmente subdivididos de la ciudad. Algunos son tan chicos que son llamados "jaulas" o "ataúdes".
Su habitación, en comparación, es un lugar relativamente espacioso de 9 m2 para dormir, cocinar y vivir. En algunas ocasiones, tiene dificultades para reunir el dinero de su alquiler, de 512 dólares mensuales, después de pagar comida y otras necesidades básicas.
Los números son impresionantes. La brecha entre ricos y pobres en Hong Kong está en su margen más amplio en casi medio siglo, y entre los más marcados en el mundo. Puede presumir de tener la jornada laboral más prolongada y las rentas más altas. Los salarios no se actualizaron al ritmo de los alquileres, que se incrementaron casi un 25% en el mismo período. Los precios de la vivienda aumentaron más del triple en la década pasada.
El precio promedio de una casa es más de 20 veces el ingreso promedio anual de una familia.
Estos temas estaban en el centro de las demandas hace cinco años, cuando las protestas conocidas como la Revolución de los Paraguas cerraron partes de la ciudad durante semanas.
Actualmente, los manifestantes se centran en la propuesta de ley de extradición, que los líderes de Hong Kong archivaron, pero no cancelaron, y en el reclamo de elecciones directas en un sistema político influenciado por Pekín.
Hong Kong, una antigua colonia británica, opera bajo sus propias leyes, pero los manifestantes afirman que el gobierno chino está socavando esa independencia y que los líderes que elige para Hong Kong trabajan para Pekín, para los desarrolladores inmobiliarios y para las grandes compañías.
La vivienda se ubica en la raíz de muchas de las frustraciones. Son tantas las personas que quedan fuera del mercado inmobiliario debido a los precios que es algo inusual que un adulto joven no viva con sus padres o familiares.
Los críticos dicen que las políticas del gobierno que favorecen a los desarrolladores inmobiliarios empeoran aún más la situación.
El gobierno recibe dinero de las ventas de tierra a los desarrolladores de propiedades, así que marca el paso para maximizar los ingresos y favorece las construcciones de lujo sobre la vivienda popular.
Actualmente, más de 250.000 personas esperan para tener acceso a la vivienda pública. El número podría ser aún mayor, pero los funcionarios de Hong Kong mantuvieron el límite en un ingreso inferior a 12.000 dólares al año.
Los críticos afirman que los funcionarios de la ciudad se rehúsan a cambiar el umbral porque eso significaría que Hong Kong tendría que construir más viviendas públicas.
Alexandra Stevenson y Jin Wu
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