John Hinckley: el frustrado asesino de Reagan
1981
Sin ninguna motivación política y sin otro objetivo más que el de atraer la atención de su amor imposible, la actriz Jodie Foster, el joven y desquiciado John Hinckley sostuvo su revolver Rohm RG-14 con las dos manos, apuntó al presidente norteamericano Ronald Reagan y sin titubear disparó seis veces en tres segundos, aunque no logró matarlo.
Ese 30 de marzo de 1981, Reagan, que salía de dar una conferencia en un hotel de Washington, se salvó porque la bala que podía llevarlo a la muerte falló un par de centímetros en su recorrido. En el ataque, un policía, un agente secreto y el jefe de prensa de la Casa Blanca resultaron heridos.
Hinckley nació en 1955 en Ardmore, Oklahoma. Hasta que comenzó la escuela secundaria era un joven común y corriente, pero luego se hizo cada vez más retraído e introvertido y se alejó progresivamente del mundo exterior. Nunca se le conoció una novia –aparte de una imaginaria que él inventó– y pasaba el día encerrado en su cuarto, escuchando a Los Beatles. Pero el punto de inflexión en su vida se produjo cuando vio la película “Taxi Driver”, de Martin Scorsese, que narra la historia de Travis Bickle (Robert De Niro), un solitario y perturbado veterano de Vietnam que planea matar a un senador.
Hinckley se volvió un fanático imitador de Bickle –confesó que vio la película por lo menos 15 veces– y se enamoró perdidamente de Jodie Foster, que interpreta a una prostituta de 12 años. El día anterior al atentado, le escribió una carta desesperada. “Necesito hacer algo que te impresione”, decía.
Arrestado en el acto tras el intento de asesinato de Reagan, Hinckley fue llevado a juicio en 1982, aunque, para sorpresa de muchos, no fue a prisión. Absuelto por demencia, fue enviado al hospital psiquiátrico de Saint Elizabeths, en Washington.
2005
“El señor Hinckley es impredeciblemente peligroso y representa un riesgo para sí mismo, para Jodie Foster y para cualquier persona que él considere secundaria en sus planes finales”, fue la conclusión de una batería de exámenes a los que fue sometido luego de su ingreso en Saint Elizabeths.
En una entrevista que le hicieron en 1983, Hinckley describió lo que era un día “normal” en el psiquiátrico: “Veo a mi terapeuta –contó–, respondo a mi correo, toco la guitarra, escucho música, juego al pool, miro televisión, como pésima comida y tomo mi deliciosa medicación”. Y señaló con gran entusiasmo que otros pacientes le piden autógrafos y que disfruta de su fama, aunque no tanto de las restricciones que le trajo.
Al cabo de unos años de tratamiento, el estado de Hinckley parecía presentar leves mejorías: según los médicos, la obsesión por Jodie Foster había desaparecido, así como sus pensamientos violentos. Sin embargo, en 1988, el FBI fue informado por un comerciante que recibió un correo de Hinckley en el que le pedía dibujos de su amor imposible desnuda. Evidentemente, su fijación por Foster se mantenía intacta.
En diciembre de 2003, Hinckley, que parecía olvidado por los medios, volvió a figurar en la primera plana: el paciente más famoso del Saint Elizabeths fue autorizado por un juez a visitar a sus padres en Virginia, sin necesidad de supervisión de las autoridades médicas.
Sin embargo, el hecho de el hombre que casi mata al presidente pudiera andar libre por las calles despertó una gran oposición por parte de la familia Reagan y de la del ex jefe de prensa presidencial James Brady, quien desde el atentado está confinado a una silla de ruedas. Temen que un nuevo brote de locura de Hinckley pueda terminar esta vez en un drama mayor.
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