¿Joe qué? La vuelta al estrellato de Obama es una bendición y una maldición para Biden
El expresidente de Estados Unidos acaparó la atención mediática durante su presencia en la cumbre climática de Glasgow, en la que dio una discurso, mientras que del paso de Biden por Reino Unido solo quedaron registros cuando se quedó dormido durante el acto inaugural
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WASHINGTON.- Por lo general, los expresidentes tratan de no hacerle sombra al presidente en funciones. Así que cuando decidió asistir a la cumbre climática COP26 que se realiza en Glasgow, Escocia, el expresidente norteamericana Barack Obama se aseguró de llegar después de la partida de los líderes mundiales, para presentarse como “un ciudadano común” y elogiar repetidamente los esfuerzos de su correligionario y actual ocupante de la Casa Blanca, Joe Biden, para aprobar una ley de infraestructura consensuada con la oposición republicana.
Según informa desde Glasgow el reportero Dan Zak, el expresidente Obama se describió a sí mismo como “un telonero” de los funcionarios norteamericanos.
Pero Obama parece menos un número secundario que un cabeza de compañía. Recibido con honores de jefe de Estado, Obama dio su discurso ante un auditorio colmado que asentía a cada una de sus observaciones y donde para algunos fue el líder más popular que visitó la cumbre en estas dos semanas. Un artículo publicado en un diario escocés local dijo que el 44° de los Estados Unidos había “esparcido un poco de polvo de estrellas sobre Glasgow” y que tal vez era “la inyección de entusiasmo que la cumbre necesitaba”.
A pesar de la semana que separó la presencia de ambos hombres en Glasgow, el estrellato internacional de Obama marcó un crudo contraste con Biden. El actual presidente fue bien recibido en general, pero solo concitó una atención mediática intensa cuando al parecer se quedó dormido durante un tramo de discursos de mandatarios mundiales, en su primer día de participación en la COP26.
Ya antes de que hablara Obama, muchos analistas dejaban entrever que Biden simplemente estaba repitiendo un viejo mensaje conocido. La semana pasada, el conductor de la televisión francesa Yann Barthès comparó el discurso de Biden de 2021 con el de Obama en la COP21, la cumbre que condujo a la firma del Acuerdo París 2015. Tras resaltar las similitudes entre ambos, Barthès le preguntó a los telespectadores si no tenían una sensación de déjà vu.
Para Biden, la vigencia del legado de Obama en el escenario internacional es al mismo tiempo una bendición y una condena. Pocos mandatarios norteamericanos de la historia recientes han tenido una valoración tan positiva como Obama fuera de Estados Unidos, y el propio Biden aprovechó esa popularidad global cuando fue su vicepresidente. Sin embargo, el gobierno de Biden tiene que demostrar que está a la altura de los éxitos de Obama, pero también convencer al mundo de que superará los fracasos que tuvo.
El Centro de Investigaciones Pew viene monitoreando desde el año 2000 la opinión sobre Estados Unidos en muchos países del mundo, con encuestas a miles de personas que permiten medir el nivel de apoyo global a los presidentes norteamericano y sus políticas.
Las opiniones positivas de Obama eran abrumadoramente mayoritarias cuando asumió en 2009, un contraste abismal con la opinión sobre el presidente George W. Bush hacia el final de su segundo mandato. Ese año, en países aliados claves, como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón y Canadá, casi 9 de cada 10 personas dijeron confiar en que el nuevo presidente norteamericano haría “lo correcto” en materia internacional.
Biden no cosechó el mismo apoyo abrumador de Obama. En 2009, por ejemplo, el 93% de los alemanes dijeron confiar en Obama, frente al 78% que dijo confiar en Biden en 2021. Y en el resto de los países se registran diferencias similares.
Laura Silver, investigadora del Centro Pew, dice que es difícil hacer una comparación directa entre la popularidad global de Obama y la de Biden, y advierte que han relevado datos de Biden una sola vez, hace seis meses.
“Tanto Obama como Biden asumieron con alto nivel de aceptación global, sobre todo en comparación con Bush o Donald Trump”, dice Silver.
Pero es poco probable que los índices de aprobación global de Biden hayan aumentado desde entonces. La encuesta Pew sobre Biden se realizó antes de eventos internacionales como la retirada de Estados Unidos de Afganistán y la COP26.
Biden también debe lidiar con el legado de Trump. Las opiniones sobre el liderazgo de Estados Unidos tocaron fondo en 2017, cuando asumió Trump, con mínimos históricos en casi todos los países encuestados. Biden ha superado holgadamente esos mínimos, en algunos casos superando hasta por 70 puntos porcentuales la confianza que inspiraba Trump.
La política de “Estados Unidos primero” implementada por Trump lo enemistó con países amigos y enemigos por igual, y lo dejó con el apoyo de un pequeño puñado de líderes populistas como el brasileño Jair Bolsonaro. En términos de popularidad mundial, Trump obtuvo guarismos negativos en casi todos los países relevados, incluso detrás del líder chino Xi Jinping. En 2018, cuando dijo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que su gobierno había logrado “más que casi cualquier administración en la historia de nuestro país”, Trump arrancó carcajadas en su auditorio.
De hecho, la mayoría de los funcionarios extranjeros expresaron abiertamente su alivio ante la perspectiva de que Biden regresara a la Casa Blanca, porque el exvicepresidente y presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado parecía representar un nuevo compromiso de Estados Unidos con el mundo. “Bienvenido de regreso, Estados Unidos”, tuiteó la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, en noviembre pasado, cuando las encuestas mostraban a Biden con una ventaja dominante, un sentimiento que se viralizó inmediatamente en Twitter.
Pero otros sugirieron que el experimento de cuatro años de Trump dejó cicatrices. La decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París 2015, del acuerdo nuclear de Irán, del Acuerdo Transpacífico y de otras alianzas y tratados, obligó a muchos países a replantearse sus relaciones con un Estados Unidos cada vez más polarizado.
“Por mucho que Biden modifique la política estadounidense, nada garantiza que el trumpismo no vuelva al poder”, escribió en abril Rosa Balfour, del Fondo Carnegie Europa.
En sus discursos, tanto Biden como Obama apuntaron específicamente contra Trump. Biden se disculpó personalmente por la decisión de Trump de retirar a Estados Unidos del acuerdo de París. “Tal vez no debería, pero siento que debo disculparme por el hecho de que Estados Unidos y el gobierno anterior se retiraron del Acuerdo Climático de París y nos dejaron en pésima situación”, dijo Biden la semana pasada.
Obama coincidió, y el lunes dio a entender que el mandato de Trump “fueron cuatro años de hostilidad activa hacia la ciencia climática desde la cima de nuestro gobierno”.
Ilusiones frustradas
Pero la presencia de Obama en la COP26 —y tal vez la vigencia perdurable de su popularidad— es también un recordatorio de que las esperanzas depositadas alguna vez en él se vieron frustradas. Después de su discurso, el expresidente había acordado reunirse con delegados juveniles para hablar del futuro, pero algunos aprovecharon para culparlo de no cumplir con los compromisos climáticos previos.
La activista ugandesa Vanessa Nakate le escribió a Obama por Twitter para decirle que tenía apenas 13 años cuando las naciones ricas, incluido Estados Unidos, prometieron aportar 100.000 millones de dólares anuales antes de 2020 para ayudar a las naciones más pobres a combatir el cambio climático, pero que Estados Unidos y otros países habían roto esa promesa. “El país más rico de la Tierra no contribuye con suficientes fondos para salvar vidas”, escribió Nakate.
Nakate agregó que Obama quería reunirse con jóvenes activistas, “pero nosotros queremos acciones concretas”. Y señaló que si el actual presidente quiere romper el ciclo de inacción de Estados Unidos frente al cambio climático, tendría que salir de la sombra de su antiguo jefe.
Traducción de Jaime Arrambide
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