Joe Biden va por una masiva expansión del gasto público para transformar a EE.UU.
El gobierno apura negociaciones para aprobar en el Congreso un plan de infraestructura y una histórica ampliación de programas sociales y de lucha contra el cambio climático
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WASHINGTON.- Son casi cinco billones de dólares. Incluyen inversiones en autopistas, aeropuertos, trenes, puentes y puertos, agua y electricidad, banda ancha, autos y autobuses eléctricos, la preservación del medio ambiente, y un gigantesco aumento del gasto en “infraestructura humana” que llevará a una histórica ampliación de los programas sociales, junto con un recorte masivo de impuestos para la clase media.
Divididos, el presidente Joe Biden y los demócratas buscan sacar en los próximos días del Congreso dos proyectos de ley que, si llegan al escritorio del Salón Oval para la firma del mandatario, transformarán a Estados Unidos, y tocarán la vida de cada habitante del país. Los medios los llaman “la agenda doméstica de Biden”, y la Casa Blanca pone todo bajo el mantra forjado durante la campaña presidencial de Biden: “Reconstruir Mejor”. Etiquetas de lado, Biden se juega estos días gran parte de la salud de su presidencia luego de un verano para el olvido en el que se desplomó su popularidad.
Y para sumar una dosis de drama, ambos proyectos se definen en medio de una pelea política que amenaza con descarrillar la recuperación a la pandemia del coronavirus, y puede llevar a Estados Unidos a su primer default si el Congreso no sube el límite de endeudamiento del gobierno federal, conocido como “el techo de la deuda”.
“Este es claramente un momento crucial, es claramente un momento delicado”, graficó la vocera presidencial, Jen Psaki.
Los dos proyectos de la agenda doméstica de Biden son un plan de obras públicas por 1,2 billón de dólares que ya fue aprobado por el Senado, y que incluye más de 500.000 millones de dólares en inversiones nuevas, y un paquete de 3,5 billones de dólares –uno de los planes fiscales más grandes de la historia– que contempla varias iniciativas de la izquierda demócrata, como la educación preescolar, una ampliación del gasto en educación para estudiantes universitarios y en la cobertura de salud para niños, y ancianos, a través del programa Medicare. El plan también incluye la extensión de un crédito fiscal para las parejas con hijos, similar a la Asignación Universal por Hijo (AUH) argentina.
La ofensiva de los demócratas puede ser transformadora. De aprobarse, ambos paquetes ayudarán a mejorar la competitividad y apuntalar la competencia con China al renovar la alicaída infraestructura de la primera potencia global, reforzarán la lucha contra el cambio climático, y generarán millones de puestos de trabajo durante los próximos años, además de reducir la desigualdad y la pobreza. Ambos planes redundarán, también, en un aumento del déficit fiscal y la deuda.
Aunque algunos senadores republicanos respaldaron el plan de obras, la oposición aparece unida en el espanto que les provoca el segundo paquete, al que han tildado, irresponsable, y un “caballo de Troya” para llevar al país al socialismo y generar dependencia del Estado “de la cuna a la tumba”.
“Los demócratas están empeñados en forzar 5 billones de dólares de gasto público en una fiesta de gasto socialista. Eso es más de lo que Estados Unidos gastó durante toda la Segunda Guerra Mundial”, advirtió el líder republicano de la Cámara baja, Kevin McCarthy. “El resultado será más inflación e impuestos más altos para todos”, cerró.
Biden y los demócratas consideran que la aprobación de su agenda doméstica es crítica para el éxito de su gobierno, y un antídoto contra un eventual retorno de Donald Trump al poder. Luego de la caótica retirada de Afganistán, que hundió la popularidad de Biden, la Casa Blanca puso todas sus fichas en esa agenda doméstica, que incluye anhelos añejos de la izquierda demócrata. El senador socialista, Bernie Sanders, ha sido uno de los principales defensores de la expansión del gasto público.
Para llevar ambos proyectos a buen puerto y cantar victoria, los demócratas deben superar un último obstáculo: su propia grieta interna. Biden y la cúpula demócrata en el Congreso sellaron primero un acuerdo para mover ambos proyectos juntos con el fin de forzar a los moderados a respaldar la ampliación de los programas sociales, una estrategia riesgosa que puede poner en peligro la aprobación de toda la agenda. Los demócratas no pueden perder un solo voto en el Senado.
Pero la resistencia de los moderados al paquete de 3,5 billones de dólares llevó a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a cambiar la estrategia en las últimas horas y a contemplar desacoplar ambos proyectos y buscar, primero, sacar el plan de infraestructura. Aunque esa movida puede resultar exitosa para aprobar el plan de obras públicas, puede terminar de hundir la expansión del gasto social sin el respaldo del ala moderada del oficialismo.
A la par, el Congreso debe aprobar una ampliación del techo de la deuda y una legislación para financiar al gobierno federal y evitar un “cierre”, un trauma que Estados Unidos ha atravesado infinidad de veces en el pasado. La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dijo en el Congreso que el gobierno federal tiene fondos suficientes para financiar gastos ya aprobados hasta el próximo 18 de octubre. Si el Congreso no amplía el límite de endeudamiento para esa fecha, Estados Unidos puede caer en default.
En 2011, la misma discusión durante el gobierno de Barack Obama puso al país al borde una cesación de pagos, y llevó a la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor´s a rebajar la calificación de Estados Unidos, que perdió la nota más alta “AAA” y pasó a la categoría “AA+”.
“Un cierre del gobierno afectaría nuestra capacidad para responder a la pandemia e interrumpiría las operaciones gubernamentales normales”, advirtió Yellen. “Por doloroso que sea, no cumplir con el límite de la deuda y no cumplir con nuestras obligaciones nacionales sería mucho peor, probablemente provocando un colapso financiero histórico y haciendo que nuestra economía caiga en recesión”, advirtió.
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