Italia es un polvorín social y crecen las protestas contra las restricciones por el coronavirus
En Roma hubo ayer enfrentamientos entre fuerzas del orden y manifestantes, que reclaman poder reabrir sus actividades; alarma por el deterioro del tejido social y más revueltas
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ROMA.- Es inevitable. A un año del comienzo de una pandemia que está provocando una hecatombe económica –con un millón de puestos de trabajos esfumados y 700.000 que ya ni buscan empleo, como certificó el Indec local-, tal como habían previsto hace meses informes de la Policía, Italia es un polvorín social.
Se multiplican a diario las manifestaciones de comerciantes y dueños de actividades económicas, furiosos por los cierres y restricciones vigentes para frenar la epidemia. Una protesta que hubo ayer en esta capital ante el Parlamento, convocada a través de las redes sociales por colectivos que reclaman reabrir restaurantes, gimnasios y demás categorías especialmente golpeadas por la cuarentena, degeneró en choques con las fuerzas del orden, cuando la multitud intentó sortear unas vallas.
Entonces, en un fiel reflejo de la rabia acumulada, la policía cargó en contra de los manifestantes –enrtre 600 y 1000-, que respondieron tirando botellas de cerveza y otros objetos. Se cree que en los choques, que dejaron a dos agentes heridos y siete detenidos, se infiltraron grupos de extrema derecha. En todo caso, las imágenes provocaron alarma por el grave deterioro del tejido social y posibles nuevas revueltas.
Las manifestaciones, de hecho, no fueron sólo en Roma. En Milán trabajadores ambulantes hicieron un piquete cera de la estación central y a las puertas de Nápoles, los operadores de mercados bloquearon con sus furgones la principal autopista del país. ¨Para hoy se anunciaron nuevas demostraciones en Florencia y Pistoia, en la Toscana.
“En este momento las protestas son alimentadas por la situación extremadamente delicada para el país”, admitió la ministra del Interior, Luciana Lamorgese. “Pero es inadmisible cualquier comportamiento violento en contra de quienes defienden la legalidad y la seguridad”, advirtió.
Entre los manifestantes en Roma, donde había banderas de todo tipo, que iban desde la de Alitalia (en bancarrota) a las del movimiento #ioapro (yo abro), que llama a desobedecer las medidas contra el coronavirus, se destacó Hermes Ferrari. Se trata del dueño de un restaurante de la ciudad de Módena, al norte de Italia, que apareció vestido como el chamán que atacó al Capitolio, con gorro de piel con cuernos y la bandera de Italia pintada en el rostro. “Lo hago para llamar la atención sobre nuestro drama”, explicó al diario La Stampa Ferrari, que contó que adhirió al moviemiento #ioapro en enero pasado. “Desde el 15 de enero mi restaurante está abierto. Me dieron casi 20.000 euros de multas, que igual no pienso pagar porque son inconstitucionales”, explicó.
Desde el martes pasado, Italia se ha vuelto bicolor: 11 regiones color naranja y 9 color rojo, algo que significa que, en ningún caso, los restaurantes pueden permanecer abiertos. Lo único que pueden es vender comida para llevar, algo en la mayoría de los casos insostenible. Sólo en las zonas amarillas, en este momento inexistentes en todo el país, los restaurantes pueden recibir clientes, pero sólo al almuerzo, ya que deben cerrar a las 18.
Las restricciones durarán al menos hasta el 20 de abril, aunque es probable que se prolonguen hasta fin de mes, hizo saber el gobierno de unidad de Mario Draghi. Todo dependerá de la situación epidemiológica, que sigue siendo preocupante porque no baja la presión de los hospitales, aunque la curva se está achatando: los casos diarios están lentamente descendiendo –ayer hubo menos de 10.000 en 24 horas (7767)-, pero no los fallecidos –ayer 421 en 24 horas, algo que llevó el total a 111.747, una cifra dramática.
Ante este panorama de gran incertidumbre y de cierres prolongados Ferrari, el chamán italiano, se mostró combativo. “Querrá decir que la próxima vez seremos 10.000 y entonces no van a poder detenernos”, advirtió. “No podemos pagar nosotros la incompetencia de la política”, clamó.
“Mañana voy a abrir las persianas de mi Boxing Club”, indicó otro manifestante de la localidad de Fiumicino, que destacó que se trata de un lugar fundamental para los chicos, sobre todo en las periferias.
“No queremos indemnizaciones, queremos trabajar , sin este inútil asistencialismo”, comentó por su parte Luigi, dueño de un hotel en Roccaraso, localidad de montaña de los Abruzos, donde no hubo temporada invernal, como en el resto del país. Luigi, que no recibió ni un euro de ayuda, se mantuvo alejado de los disturbios entre la policía y los manifestantes. “Pero siento que no puedo condenarlos. Deben darse cuenta de que el riesgo es el de una insurrección”, agregó, señalando el Parlamento.
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