Italia: Giuseppe Conte presentó su renuncia y se abre otra crisis política
ROMA.- "Conte Ter", ¿un gobierno de salvación nacional o técnico, o elecciones anticipadas? Son los escenarios que se abrieron hoy después de que el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, presentó su dimisión ante el presidente Sergio Mattarella, tal como había anunciado ayer.
Matarella, árbitro supremo de la situación, le pidió a Conte quedarse a cargo del gobierno para los asuntos corrientes y decidió que mañana a la tarde comenzará el ritual de las consultaciones políticas con todos los partidos, para ver cómo solucionar esta crisis política marcada a fuego por la pandemia.
Tal como había anticipado y como prevé la liturgia de las crisis políticas de Italia –un régimen parlamentario-, Conte "subió" al Palacio del Quirinal, sede de la presidencia este mediodía local, después de reunirse por la mañana con su consejo de ministros. A ellos les explicó los motivos de su renuncia: la salida de su coalición de gobierno de Italia Viva, el pequeño partido del expremier Matteo Renzi, que lo dejó sin mayoría absoluta en el Senado.
Consciente de que Italia atraviesa su momento histórico más difícil desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, con una pandemia que hasta ahora dejó más de 86.000 muertos y estragos en una economía ya maltrecha, Mattarella quiere cerrar esta crisis política lo antes posible. Por eso decidió que mañana mismo a la tarde comience una ronda de consultas con todos los partidos políticos, que deberán comunicarle sus intenciones: ¿están dispuestos a apoyar un nuevo gobierno de Conte en este momento dramático o un ejecutivo de salvación nacional o técnico o optan por la alternativa de elecciones anticipadas, el gran fantasma de todos?
Luego de oír a todas las fuerzas políticas, el jefe de Estado deberá decidir qué hacer. Y si están dadas las condiciones –y sobre todo los números- como para darle un nuevo encargo de gobierno a Conte: el denominado "Conte Ter" –del que se habla desde hace meses-, que para nacer debería sumar a sus filas a más fuerzas políticas, probablemente de centro o de derecha moderada.
Desde el Palacio del Quirinal dejan saber que Mattarella ya no quiere ningún "governicchio", es decir, ningún "gobiernucho", débil, que en cada votación parlamentaria deba salir a buscar votos de tránsfugas, como ocurrió para el voto de confianza de la semana pasada en el Senado y que pueda ser víctimas de chantajes.
Aunque la instabilidad es una característica de Italia, que desde junio de 1946 tuvo 66 gobiernos, Mattarella sabe que en este momento ltalia no puede permitirse la ingobernabilidad. El vacío de poder –que podría darse durante al menos dos meses si se opta por el escenario de elecciones anticipadas- podría poner en riesgo el millonario fondo para la reconstrucción de 209.000 millones de euros que la Unión Europea (UE) le debería destinar al país para la reconstrucción pospandemia. "No hay tiempo que perder", dicen desde el entorno del presidente, que tiene en sus manos la pelota para la resolución de una crisis que no quiere que se extienda más de lo necesario. Una crisis que si bien Conte esperaba fuera "piloteada", aparece más bien una crisis "a oscuras", sin resultados seguros en el horizonte y caótica.
En un clima de gran preocupación e incertidumbre, el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y el Partido Democrático (PD), de centroizquierda –aliados en el gobierno saliente-, apuntan a un tercer gobierno de Conte. Este abogado de 56 años, antes desconocido, lideró desde junio de 2018 un primer gobierno populista formado por una alianza entre el M5E y la Liga, el partido de derecha soberanista de Matteo Salvini. Después de su colapso, en agosto de 2019, pasó a conducir un segundo gobierno, el "Conte bis", basado en una coalición de color contrario, entre el M5E y el PD, antes enemigos acérrimos.
Pero es más que incierta la apuesta al "Conte Ter". Y en el mundo político italiano, en efervescencia al abrirse hoy formalmente una crisis considerada totalmente inoportuna, ya circulan otros nombres, como el del ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini, el del ministro de Defensa, Luca Guerini –ambos del PD-, así como el del canciller, Lugi Di Maio, del M5E, como posibles nuevos jefes de otro gobierno de coalición. Este debería durar al menos hasta el fin de la actual legislatura, en 2023.
Desde la oposición de derecha, que de la mano de Salvini y de Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, clama por ir al voto "ya", la novedad es que se había abierto una grieta. El ex premier, Silvio Berlusconi, de Forza Italia, en efecto, adelantó que estaba dispuesto a un gobierno de "unidad nacional". Berlusconi sabe que de ir a elecciones anticipadas -que según sondeos ganaría la derecha- su partido, en baja desde hace años, corre el riesgo de perder aún más votos. Un problema que también tienen el PD y el M5E, desgastados por una alianza marcada por peleas y por su cuestionable gestión de la pandemia.
En un escenario totalmente imprevisible –ningún analista político se atreve a hacer pronósticos -, la gran incógnita es qué táctica seguirá ahora el ex premier, Matteo Renzi, el gran responsable del terremoto político. Renzi, líder de Italia Viva, partido que creó al escindirse del PD en septiembre de 2019, después de impulsar, paradójicamente, el nacimiento del segundo gobierno de Conte, tampoco quiere ir a elecciones: sabe que significarían su desaparición del horizonte político. Su popularidad, en efecto, se encuentra en el piso porque la opinión pública considera que fue irresponsable desatar ahora una crisis.
El senador florentino, que se anotó una victoria al lograr la renuncia de Conte, su gran objetivo, jamás sostendría un "Conte Ter". Pero sí, quizás, un gobierno con alguna otra figura del PD. Aunque se cree que su escenario favorito es el de un gobierno técnico o institucional liderado por el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, un tecnócrata más que respetado; o por una mujer, Marta Cartabia, expresidenta de la Corte Constitucional, figura también prestigiosa; o por el conocido economista Carlo Cottarelli, exintegrante del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esos tres nombres seguramente le darían tranquilidad a la UE, pero hay que ver si están dispuestos a recoger una papa a todas luces hirviente.
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