La lista Árabe Unida es parte de la coalición liderada por el flamante primer ministro Naftali Bennett
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Una coalición de ocho partidos logró este domingo lo que hace tan solo un par de semanas parecía imposible: derrocar a Benjamin Netanyahu, quien estuvo al mando de Israel por 12 años.
Si bien la alianza está liderada por Naftali Bennett, líder del partido de derecha Yamina, la nueva coalición, que fue calificada de histórica por incluir a casi todo el espectro político israelí, cuenta con un miembro que llamó la atención de muchos e hizo surgir varias interrogantes. Se trata del partido Lista Árabe Unida, conocido por sus siglas en hebreo Ra’am, que se convirtió en el primer grupo político árabe en llegar al gobierno en la historia de Israel.
Bennett, que ocupará el cargo hasta septiembre de 2023, prometió que su gobierno “trabajará por el bien de toda la gente”. Pero la inclusión del Ra’am y de partidos no árabes israelíes de izquierda hace pensar que podría haber desacuerdos en temas tanto políticos como sociales.
Mientras que algunos dentro de la coalición quieren promover aun más los derechos de la comunidad LGBT+ israelí, como el reconocimiento de los matrimonios entre personas del mismo sexo, el Ra’am, un partido que se define como islamista, se opone rotundamente a tal enfoque.
Por otro lado, Yamina y New Hope (Nueva Esperanza), otro partido de derecha, son firmes defensores de los asentamientos judíos en los territorios palestinos ocupados por Israel, algo que el Ra’am condena enérgicamente. Los representantes de la Autoridad Palestina han asegurado que el nombramiento de Bennett como nuevo primer ministro es un asunto interno israelí, pero retiraron su posición respecto de la cuestión palestina.
“Lo que queremos es un Estado palestino con las fronteras de 1967 y con Jerusalén como su capital”, señaló poco después de la noticia de la conformación del nuevo gobierno un portavoz del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. Por su parte, Netanyahu ofreció un discurso de despedida en el que menospreció la coalición y aseguró que sería incapaz de mantener su historial de crecimiento económico y relativa paz.
“Volveré”, prometió el ahora exmandatario ante la cámara de legisladores. “Trate de arruinar nuestra maravillosa economía lo menos posible para que podamos arreglarlo lo más rápido posible cuando regresemos”.
¿El gobierno del cambio?
Para algunos, la nueva coalición representa una esperanza para que los ciudadanos árabes israelíes, que suman cerca del 20% de la población de Israel, puedan tener más voz y voto en la vida política del país. El líder del Ra’am, Mansour Abbas, había dicho previamente que apoyaría al nuevo gobierno solo si otorgaba más recursos y atención a la minoría árabe.
Pero la mayoría de los observadores internacionales no cree que eso pase, por ahora. Durante las negociaciones para formar el nuevo gobierno no surgió el tema de la gente en Cisjordania ni del proceso de paz, ni se habló de detener el avance de los asentamientos israelíes en los territorios ocupados.
“En términos del llamado proceso de paz, no se espera nada en realidad”, resumió Issam Ikirmawi, editor del servicio árabe de la BBC y excorresponsal en Jerusalén. “Los integrantes de la coalición se enfocaron en discutir sobre asuntos sociales internos en las negociaciones. El principal problema para este nuevo gobierno era deshacerse de Benjamin Netanyahu, por eso lo bautizaron como ‘el gobierno del cambio’”.
Para muchos será solo un cambio de gobierno. Las esperanzas de cambio respecto al trato de los árabes israelíes podrían decepcionar a muchos entusiastas.
“Una ranura en el primer muro de concreto”
No obstante, algunos celebran que es un primer paso. Según la periodista Merav Batito, del diario israelí Yediot Aharonot, la inclusión de Ra’am en el acuerdo representa la posibilidad de una vuelta a la normalidad de la sociedad local. “Se abrió una ranura en el primer muro de concreto construido entre árabes y judíos por el Parlamento, en lo más profundo de la sociedad israelí”, escribió.
Pero para Issam Ikirmawi, al Ra’am lo llamaron a formar parte de la coalición “solamente porque necesitaban los números”. El Parlamento israelí aprobó la formación del nuevo gobierno por apenas 60 votos a favor y 59 en contra. Sin los cuatro escaños del Ra’am, un cambio de gobierno no habría sido posible.
Este apretado resultado indica que el gobierno de Bennett tendrá que ser precavido y no podrá tomar medidas muy controvertidas. Según el periodista, es un gobierno que pende de un hilo y que podría derrumbarse “en cualquier momento” ante cualquier desacuerdo.
Anteriormente los árabes israelíes contaban con 15 escaños en el Parlamento bajo una alianza política que fue bautizada como la Lista Conjunta, formada por los cuatro partidos árabes más grandes. Llegaron a ser la tercera fuerza política más importante en el Parlamento.
“Ni un centímetro de Tierra”
Pero a principios de año, uno de sus cuatro integrantes, el Ra’am, decidió formar una lista aparte para las elecciones de marzo, obteniendo los 4 escaños que le sirvieron ahora a la coalición. Por su parte, la Lista Conjunta ganó seis sillas y mantiene una postura bastante crítica hacia la coalición. “El Ra’am fue invitado por pura necesidad, no porque pretendan darles a los ciudadanos árabes israelíes mayor igualdad”, insistió Issam Ikirmawi.
La mayoría de observadores internaciones coinciden en que en realidad las medidas y las políticas del gobierno de Bennett no serán muy diferentes a las de Netanyahu. “Bennett comparte la misma postura frente a los asentamientos israelíes en los territorios ocupados, sobre la identidad judía del Estado, y muchas otras cosas”, explicó Ikirmawi.
Bennet es conocido por su intransigencia, por oponerse a un Estado palestino, apoyar más asentamientos en los territorios ocupados y no pretende darles a los palestinos ningún tipo de concesiones. En febrero de este año aseguró en una entrevista que “mientras tenga algún poder y control”, no entregará “un centímetro de tierra de Israel”.
Este domingo muchos celebraron el anuncio de la salida de Netanyahu en las calles de Tel Aviv y de Jerusalén, soñando con “el comienzo de un nuevo Israel”, pero la retórica de Bennett -tan parecida a la de su predecesor- parece indicar que, de haber cambios, no serán tan profundos.
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