Israel: los ultraortodoxos, entre el Cielo, la ciencia y el malestar de la sociedad
BNEI BRAK, Israel.- Cuando Israel entró en su segundo confinamiento nacional por el nuevo coronavirus en septiembre, la mayoría del país cumplió rápidamente con el cierre. Pero en algunas áreas ultraortodoxas, las sinagogas estaban repletas, los dolientes atestaban los funerales y los casos de Covid-19 continuaban en aumento.
El incumplimiento de las reglas de seguridad a nivel nacional en áreas ultraortodoxas reforzó la percepción popular de que la comunidad prioriza la fe sobre la ciencia y se preocupa poco por el bien común. También provocó una reacción violenta que amenaza con extenderse a lo largo de la sociedad israelí durante años.
"Muchos israelíes comprenden que existe un serio desafío y no podemos simplemente dejar que el tiempo pase con la esperanza de que este problema desaparezca'', dijo Yohanan Plesner, presidente del Instituto de la Democracia de Israel, un centro de investigación que estudia la sociedad y política israelíes.
A lo largo de los años, la minoría ultraortodoxa ejerció una enorme influencia sobre la sociedad israelí en general, y utilizó su influencia política en el Parlamento para asegurar presupuestos y beneficios generosos para su gente. Los eventos de 2020 hicieron que hirvieran las tensiones que se cocinaban desde hace tiempo.Los investigadores y los expertos médicos dicen que los ultraortodoxos representaron más del 40% de las infecciones del coronavirus a pesar de que solo son el 12% de la población.
Avraham Rubenstein, alcalde de la ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, dice que el alboroto es injusto. Rubenstein supervisó un esfuerzo exitoso para controlar uno de los peores brotes del coronavirus en Israel en unas pocas semanas. Cree que la bronca hacia los ultraortodoxos está motivada por la ignorancia, la animosidad y una cobertura mediática hostil. "Hay un creador del universo y nosotros somos creyentes'', reconoció. "Pero cuando salgas en Bnei Brak, lo primero que verás es a gente con tapabocas que mantienen la distancia''.
Rubenstein dice que los infractores de la ley son un pequeño porcentaje de la comunidad ultraortodoxa, y que las altas tasas de infección se deben a las condiciones de densidad poblacional en su ciudad. Los judíos ultraortodoxos viven en algunas de las ciudades y barrios más pobres, con familias de ocho o diez personas amontonadas en departamentos pequeños de solo dos o tres dormitorios.
Al principio de la crisis del coronavirus, Israel era visto como un modelo de éxito. El país se movió rápidamente para sellar sus fronteras e imponer restricciones de confinamiento que parecían tener al virus bajo control. Pero la reapertura de la economía fue mal administrada y el virus regresó rápidamente.
La crisis árabe
Cisjordania y la Franja de Gaza, los territorios palestinos vecinos, se enfrentan a sus propias crisis. Con una población más pobre y un sistema médico mucho menos avanzado después de años de ocupación israelí, la Autoridad Palestina en Cisjordania impuso repetidamente medidas de confinamiento, lo que devastó una economía ya frágil.
La Franja de Gaza, gobernada por Hamas y sofocada por un bloqueo israelí-egipcio, no reportó ningún caso de coronavirus en la comunidad hasta agosto. Pero las cifras aumentaron desde entonces, lo que azuza el miedo de que su decrépito sistema de salud pueda colapsar.
En Israel, los ultraortodoxos no eran los únicos con dificultades. La minoría árabe de Israel experimentó altas tasas de infección, en gran medida por la costumbre popular de celebrar grandes casamientos. Los jóvenes israelíes, judíos y árabes acudieron en masa a las playas y las fiestas. Y muchos israelíes de clase media participaron en manifestaciones contra Netanyahu mientras la economía se resintió y el desempleo se resintió.
Rubenstein se ganó elogios por traer a un general del Ejército retirado para manejar la crisis la primavera pasada. Su ciudad opera numerosos programas para ayudar a los enfermos y sus familias, y mantiene una sala de situación que vigila de cerca las infecciones. Reclutó a cientos de voluntarios que se recuperaron de Covid-19, con la creencia de que ya no son contagiosos, para ayudar a los residentes mayores. Mucha gente reza al aire libre y las sinagogas pusieron divisiones de plástico para mantener a los asistentes a distancia.
Rubenstein dice que los israelíes deben entender que los ultraortodoxos evitan las computadoras e internet y consideran que el estudio religioso es tan esencial como "el agua y el oxígeno''. Dice que se les debe permitir hacer las cosas a su manera, pero que eso no significa que la gente se quiera enfermar o no se consideren orgullosamente israelíes. "Somos una parte inseparable del país", aseguró.
Agencia AP
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