Coronavirus: en Israel, la duda si volver a clases es sinónimo de volver a la normalidad
JERUSALÉN.- En casa de la familia Michel, el primer día de clases normales después de seis semanas de confinamiento por el coronavirus, de normal no tuvo nada. Clil y Alma, gemelas de 7 años, estaban entre asustadas y emocionadas, después de varios días de incertidumbre, hasta que Israel decidió reabrir las escuelas para los tres primeros grados.
Al igual que millones de familias alrededor del mundo, los Michel estaban expectantes de la reapertura de las escuelas, como un hito promisorio en medio de la pandemia. Pero incluso mientras preparaban la mochila –con una nueva lista de insumos, como barbijo, desinfectante y servilletas–, no sabían si el regreso a clases reduciría el miedo al brote o lo profundizaría.
A la hora del desayuno, las chicas ya estaban vestidas, se habían cepillado el pelo, y mientras rebotaban sobre el sillón del living que había sido su aula desde mediados de marzo, hablaban del reencuentro con sus compañeritos de clase.
El atolondrado regreso de Israel a la rutina escolar después de semanas de clases online es más que controvertido. Las autoridades educativas quedaron en medio del fuego cruzado entre los expertos que advierten sobre una segunda oleada de contagios, y los economicistas, que quieren liberar a los padres para que vuelvan a trabajar.
La semana pasada, con la tasa de contagios en descenso, el gobierno de Benjamin Netanyahu anunció que el domingo regresarían a clases los tres primeros grados de primaria, y que más tarde en la semana lo harían los últimos años de la escuela secundaria.
Las clases se dividirían en grupos más reducidos y algunas escuelas planeaban escalonar el horario de ingreso. Los docentes mayores de 65 años y aquellos con enfermedades crónicas seguirían en sus casas. Cada distrito escolar local podría optar por no reabrir los establecimientos, y cada familia tendría derecho a enviar o no a sus hijos.
"Encontramos la manera de equilibrar el deseo de reactivar la economía con los lineamientos del Ministerio de Salud", dijo en un comunicado el ministro de Educación, Rafi Peretz.
Algunos padres habrían preferido mayores precisiones. ¿Cuánto riesgo correrían los chicos? ¿Y sus familias, cuando vuelven a casa? Michal Abramson, de la ciudad de Modi’in, tiene tres hijos, y en la casa hay dos personas inmunocomprometidas.
"Me muero de ganas de mandarlos al colegio y ellos también, pero nadie sabe lo que puede pasar, y eso nos pone en peligro a todos en casa", dice. "En la escuela, los chicos no saben mantener la distancia física: si uno tiene piojos, todos tienen piojos".
Un tiempo más
Julia Boxer, comerciante de la ciudad Even Yehuda, sabe que los chicos son chicos y por eso decidió que su hija de 8 años siga un tiempo más sin salir de casa. "Es obvio que van a querer abrazar y besar a sus amigos", dice. "Hace un mes y medio que no se ven".
Varias ciudades grandes, incluida Tel Aviv, anunciaron que por el momento seguirán cerradas. Las asociaciones docentes también presionaron y exigieron claridad sobre las medidas de seguridad y sobre cómo se les pagará por las semanas de enseñanza remota. Varias asociaciones de docentes de preescolar y jardines de infantes ya anunciaron que no volverán a trabajar hasta el 10 de mayo, fecha en que el gobierno espera reabrir esos establecimientos.
Matti y Anna Michel repasaron varias veces con las gemelas las nuevas reglas de comportamiento social: no tomar libros de la biblioteca escolar, ni pedirle prestado nada a sus compañeros, como tampoco participar de juegos que impliquen contacto físico, "o sea prácticamente ningún juego de chicos", reconoce el padre, Matti, de 36 años.
Ahora Matti se prepara para transmitirle a la familia las malas noticias que recibió por videoconferencia la noche anterior: la maestra los llamó para advertirles que todo el armado "era un experimento social", mientras dos madres lloraban diciendo que tenían demasiado miedo para enviar de nuevo a sus hijos a clase. "Chicas, no vamos a poder acompañarlas hasta adentro de la escuela", les dijo Matti. "Vamos a tener que dejarlas en la puerta".
Clil levantó la vista de su plato de desayuno, lloriqueando: ya se había enterado de que habían dividido a su clase en dos, para hacer posible el distanciamiento físico, y la habían trasladado a un aula de 5to grado, lejos de su hermana y de la mitad de sus amigos.
Sanos y salvos
La familia Michel sigue sana y salva, pero Matti y Anna se ocuparon de explicarles a sus hijas que la pandemia les había costado el trabajo a varios de sus amigos. Las nenas también entienden por qué hace semanas que no pueden abrazar a sus abuelos, y saben que hay personas que están muriendo. En las pocas ocasiones que salen a la calle, las chicas a veces preguntan: "¿Por qué esa persona no se puso el barbijo?"
Lo que nadie sabe es si dentro de dos semanas no habrán vuelto todos al casillero de largada, atrapados otra vez en su departamento del tercer piso, ante una nueva escalada de la enfermedad. Pero ahora, era momento de salir.
"¿Listas?", les preguntó la madre antes de abrir la puerta.
"La verdad que no envidio a las maestras", dice Anna mientras avanza de la mano de sus hijas rumbo a la escuela, por las calles todavía semidesiertas. "Están en una encrucijada sin solución".
Anna habría preferido que las escuelas permanecieran cerradas hasta que pasara el riesgo de una segunda oleada de la pandemia. Su esposo es abogado y preferiría que la apertura sea más rápida. Lo alivia haber leído que los chicos son menos propensos a enfermarse.
En la reja de entrada de la Escuela Primaria Henrietta Szold, los Michel no se toparon con el tumulto habitual, apenas un par de autos que se detenían brevemente para que bajaran chicos enmascarados. Matti tuvo que llenar un formulario comprometiéndose a tomarles la temperatura a sus hijas todas las mañanas antes de llevarlas a clase.
"Lo más terrible es la incertidumbre", dice Rotem Halevi, otra de las madres, después de dejar en la puerta a su hija de segundo grado. Rotem es delegada de los padres de ese grado y sabe que al menos tres de las 30 familias del curso no iban a mandar a sus hijos a la escuela. "La gente se siente insegura porque cambian las directivas todo el tiempo".
Las autoridades de educación informaron que el domingo el 80 por ciento de las escuelas de Israel reabrieron las aulas de primero, segundo y tercer grado, y que el 60 por ciento de los chicos que podían regresar a clase lo habían hecho. Para muchos, al menos es un principio.
"Creo que a la gente le llevará al menos una semana acostumbrarse", dice Rotem. Su esposo es dueño de una cafetería en un shopping y tuvo que cerrarla desde que empezó el brote. "Es lo que todos queremos: volver a normalidad".
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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